CONTRATAPA
› Por Melina Torres
Afuera el día primaveral invitaba a sentir los rayos de un sol tibio, que calienta pero no quema. Sin embargo yo estaba con la televisión encendida viendo la despedida de Néstor Kirchner y escuchando las palabras de distintos mandatarios latinoamericanos que habían viajado al país para despedirlo personalmente y para respaldar a Cristina, su esposa y compañera.
En ese momento suena el bip del celular y era Andrea, que me mandaba un mensaje de texto: vine de hacerme la ecografía 4 D y voy a tener una nena, explicaba el mensaje. Entonces le contesté: la vida te bendice otra vez Andre. A lo que ella me respondió: Julián me bendijo.
Es cierto, pensé y no pude más que llorar. Llorar de alegría, de emoción, de agrado. En ese mismo instante Pepe Mujica, presidente uruguayo, expresaba ante las cámaras: mirá si merece vivirse la vida. Decía mirá estirando la a con ese letargo cantado que tienen los uruguayos para hablar; con esa simpleza de un hombre andado, con esa sabiduría de los trajines de la vida, con esa certeza de un hombre militante. Y yo me quedé con el mensaje de ambos -en la tele y en el celular- llorando por Andrea, por nosotros, por mí. El Julián que bendijo a Andrea, fue su hijo, electrocutado hace dos años. Muerto porque Andrea, como muchos, no tenía para comprar un transformador de electricidad. Muerto en un accidente doméstico de esos que no suceden en los barrios del centro. Julián vivía con su mamá en una casita muy humilde en el barrio Ludueña, en el mismo barrio donde en el 2001 asesinaron a Pocho Lepratti (íntimo amigo de Natalia, la hermana de Andrea) mientras estaba dando de comer a los pibes del barrio.
Julián era el único hijo de Andrea, era sus estrella, sus ojos, su futuro. Andrea trabajaba y aún lo hace como empleada doméstica y juntaba para el futuro de su hijo. Andrea cuidaba, vestía, y alimentaba a su hijo sola como muchas mujeres de este país. A Andrea la hubiese ayudado, claro que sí, esa asignación universal por hijo.
Apagué el televisor, no quise leer más notas de diarios, más twitter, más facebook. No quiero discursos imbéciles de cómo vamos a seguir; preguntas golpistas, titulares apresurados, editoriales perversas. Pobres de ellos, son sólo perros guardianes que están ladrando para sus amos. Porque vamos a seguir, porque éste es el camino. Porque hay una mujer fuerte que, como Andrea, cree en la vida y no va a dejar de apostar a ella.
Una vida está creciendo ahora en Andrea, porque ella a pesar de todo sigue creyendo que vale la pena; y allá otra vida se fue, pero también valió la pena.
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