Vie 10.12.2010
rosario

CONTRATAPA

"Quiso morir para saber qué era el olvido"

› Por Ada Naranjo*

Hay gente que con solo abrir la boca

llega a todos los límites del alma,

alimenta una flor, inventa sueños,

hace cantar el vino en las tinajas

y se queda después como si nada.

Hamlet Lima Quintana


Mi padre, buscador de belleza y de justicia, no usaba reloj, se resistía. Pero nunca llegó tarde a ningún lado. Donde era necesario estar, era el primero.

Desde pequeña, me invitó a caminar un largo viaje. Me mostró los paisajes de la vida. Descubrí las barrancas, el río, los amigos, el sol, el mar, el amor, los campos, las heridas.

Hasta que llegó la larga noche renegrida que sepultó con mantos de horror cualquier vestigio de vida, de alegría. Los túneles del tiempo, la negra noche avanzó... pero nadie pudo matar lo que no muere.

Un amigo de mi padre, Edmundo Giura, al que cariñosamente le decían "el gordo Giura", gran artista plástico de la época de la vanguardia de los 60 y 70, y que partió hacia otros lares hace muchos años, decía: "Si caminás frente a una obra de arte y tu cuerpo siente que tenés que detenerte, no lo dudes, paráte frente a ella, mirála, está diciendo algo, te está hablando". Me paro imaginariamente frente a la obra de mi padre y me pregunto: ¿cuál obra?, ¿qué obra?, ¿ante cuál me detengo?, si todas hablan, dicen, denuncian, educan, advierten? Decido recorrerlas, llamo, invito a los amigos, a los desconocidos, a los que lo quieren, a los que lo extrañan, a los que le resulta imprescindible su presencia aún, en el vacío de ya no ser... Y allí vamos. ¿Nos detenemos ante un cuadro?. Sí, es necesario, nos indica el camino. ¿Seguimos hasta aquél mural? Sí, nos cuenta que en la Biblioteca Vigil hay otros murales y que allí hubo belleza y tragedia. ¿Vamos a Tucumán Arde? Sí, tenemos que saber qué pasó con la miseria de ese pueblo ¿Vamos hasta la Plaza de Mayo? Sí, allí nos esperan nuestras queridas madres y abuelas con sus pañuelos blancos. ¿Y El Tintero Verde y la colección de Amsafé? Sí, vamos, son para los maestros. ¿Y los chicos de la calle? Los que amaron Korczak y Rubén. Sí, vamos, sólo sirve estar con ellos y escucharlos. ¿Nos llegamos hasta Historias de Aquí a la Vuelta? Si, son la identidad, los lugares y el origen de la gente. ¿Vamos a la facultades? Sí, allí se enseña lo que en La Vigil se aprende. ¿Y aquella serie de Imágenes con nombre y apellido? Sí, vamos, tenemos que encontrarlas. Hablan por los que no están, por los desaparecidos. ¿Y las tarjetas "Lloramos la muerte, cuidamos la vida"? ¡Sí, vamos!

Mi padre transitó todos estos espacios y muchos otros. Tuvo muchos proyectos, algunos personales, pero casi todos grupales. Necesitaba compartir con los demás, fundirse y renacer haciendo. Concebía al arte como un hecho "transformador" y tenía que estar comprometido con lo social. Siempre contaba que cuando fue profesor de la Facultad de Arquitectura (durante 15 años), hasta que la ley de prescindibilidad lo dejó cesante en 1976, como a tantos otros compañeros, tenía a cargo una materia que daba en primer año que se llamaba Visión. Salían a recorrer los barrios, pero él también los llevaba a las villas miserias y les decía que lo que estaban viendo también pertenecía a la "estética" de la ciudad, eran parte de la ciudad y ellos deberían tomar esa realidad social también en sus proyectos. Siempre trataba que sus alumnos pudieran "ampliar su mirada", ver más allá, más lejos. Un hombre con una formación extremadamente sólida y profundamente humana. Nada de lo humano le era ajeno.

Su compromiso con las Madres y Abuelas de Plaza 25 de Mayo, dan cuenta de su actitud de solidaridad y de amor acompañándolas durante más de veinte años en sus rondas de los jueves. El decía que "ese era el único espacio de dignidad absoluta". Una de las madres, Elenita, estando enferma, le escribió una carta conmovedora diciéndole que para ellas verlo llegar a la plaza era "un premio", por su calidez, su acostumbrada sencillez, besándolas a cada una de ellas, tomándoles las manos, sonriéndoles con ternura, con esa serenidad apacible que tan bien les hacía. ¡Que les estaban agradecidas por haberlo conocido, por haber colaborado en su lucha, que lo querían mucho y que esa era la única parte que consideraban hermosa, que con eso les bastaba. Y que cuando se estuviera yendo, lo haría invocando su voz y así "las sombras" se podrían tornar azules.

Quién conoció a Rubén sabe que lo entregaba todo. Artista, Profesor de Bellas Artes, maestro, militante permanente por los Derechos Humanos. Luchador incansable ante cualquier tipo de injusticia. Era un enamorado de la vida, de su familia, de sus amigos y de sus nietos a quienes les escribía cuentos e inventaba historias y que él mismo se reía porque ya los chicos habían crecido y no le creían lo que les contaba pero como parte del juego él continuaba la ronda y siempre había algún destinatario nuevo para disfrutar los relatos. Fue un hombre sencillo, humilde, alegre, de una imaginación infinita, creativo, profundamente bueno. Tenía la cualidad de hacer todo esto mientras pensaba "no esperes que un hombre muera para saber que todo corre peligro".

Cortázar, en un reportaje que le hizo la televisión española hace muchos años y haciendo referencia a su propia obra, dijo: "Soy el pulso herido que escribe y piensa del otro lado de las cosas". Creo que es la mejor definición de lo que es ser "un artista". Mi padre, fue "el pulso herido" y pudo mostrar el "otro lado de las cosas" hasta quedarse casi sin aire, quizás por tanto aire que dio.

En el discurso que pronunció cuando fue declarado Ciudadano Ilustre de Rosario en setiembre de 2004, se definió: "Tuve una infancia feliz, ya que en mi casa el concepto de educación era muy amplio y eso me habilitó a desarrollarme bien". No sólo su infancia fue feliz, él era un hombre feliz, su actitud ante la vida fue siempre la de buscar la felicidad. Era feliz trabajando para que los demás puedan ser felices. Ese fue uno de los desafíos que se propuso y trabajó en ese sentido en todos los trayectos o espacios en los que participó.

Dos meses antes de morir, nos reunió a mi hermana Marina y a mí. Sentados los tres alrededor de la mesa redonda del living, esa mesa redonda que reunió a cientos de personas a lo largo de sus apenas 75 años, nos dijo: "Chicas, el cuerpo no me está respondiendo gratamente". Luego hizo un recorrido, preciso, descriptivo, secuencial de cómo había empezado y transcurrido esos años, los de su enfermedad. Con la crudeza que tiene la verdad, nos estaba anunciando lo que se vendría.

Esa misma tarde, entre mates y mimos, tomó un libro de Raúl González Tuñón y nos leyó sólo un verso, fueron sólo 8 palabras: "Quiso morir para saber qué era el olvido".

Jamás olvidaré esa tarde, que igual transcurrió cálida y con mucho afecto. El viejo estaba haciendo lo mismo que Korczak con sus chicos, nos estaba preparando para su muerte.

Ese verso trajo a mi cabeza otro verso. En este caso de Borges, que dice algo así como "el tiempo nunca muere, ni siquiera pasa". A pesar de ello el 3 de octubre se cumplieron 5 años de su ausencia. Pero Naranjo fue un hombre de la cultura, alguien que fue y seguirá siendo un faro existencial, siempre y cuando no sólo se lo recuerde sino que también tenga un lugar entre la gente.

En estos días me llega reiteradamente la voz del amigo Serrat que cantándome al oído me dice: "Hace un tiempo hubo un hombre entre nosotros/ alegre, iluminado/ que amó y vivió, cantaba hasta en la muerte/ libre como los pájaros/ Se estudian sus poemas, se les cita/ y a otra cosa muchachos./ Pero su nombre, continúa, sigue como nosotros, esperando/ el día en que este asunto y otros muchos se den por terminados".

¡Rubén sigue entre nosotros! Hay que llenar ese espacio de ausencia, llenarlo de memoria. Y eso ocurrirá en pocos días. Rubén Naranjo será una identidad. Cuando el Museo de la Memoria de Rosario abra sus puertas en la ex sede del II Cuerpo de Ejército, el Centro de Documentación llevará su nombre.

De mi padre aprendí a creer en lo imposible. Somos sus frutos. Los frutos de un árbol de naranjo siempre en flor.

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