CONTRATAPA
› Por Gary Vila Ortiz
La suelo encontrar con cierta frecuencia, tal vez más de la deseada, pero a ella le gusta caminar por la ciudad y está como enamorada de Rosario. Es parecida a la que aparece en el "Doktor Fausto" de Thomas Mann. Como sabe lo que uno piensa me pregunta por esa descripción. Anochece y estamos cerca de un café. Corre una brisa agradable y nos sentamos en una de las mesas que están en la calle. "Sigo haciendo lo mismo que comencé a hacer cuando me inventaron. Tengo el poder de hacer lo que quiera, pero para dar el paso definitivo, debo recibir la orden. Soy una sola, pero cambio de forma con facilidad y puedo parecer distinta y múltiple según las circunstancias. Por la edad media prefería el ajedrez, pero ahora debo elegir las damas que me da tiempo para actuar ¿No cree usted que hay cierta decadencia en esto?. Me parece que ya no es lo mismo". La voz de la muerte no tiene nada de particular. Más, diría que tiene un tono grave bastante agradable. Es tal vez algo paradójico, pero es así. "Como sabrá, tengo el don de la ubicuidad, por eso puedo estar en tantas lados al mismo tiempo. Las ficciones que los hombres han realizado con mi personalidad no dejan de divertirme. Me han hecho enamorado, deseoso de tomarme unas vacaciones, Thomas Mann me retrata de una manera y para la escenografía de la `Historia de un soldado' de Stravinsky, aparezco muy diferente. ¿Usted se animaría a pintar un retrato mío, un retrato literario al menos? Un más que olvidado poeta hispanoamericano, Amado Nervo, me pintó exageradamente bien y yo no pretendo tanto. "La he visto unas siete veces, es poco, y he conversado con ella en tres oportunidades. Es un hombre, o parece serlo. No es demasiado alto, bastante flaco, está siempre bien vestido. Lo miro atentamente mientras tomo un whisky (que tengo prohibido) y como parece que no hay nada que no sepa me dice que no me preocupe por eso, no tendré que llevarlo. Tiene los ojos claros y de repente los veo oscuros, hasta que me doy cuenta que en realidad es sarco". "Se da cuenta, me hicieron así y no tengo derecho a ningún tipo de reclamo, soy sarco y no tengo más remedio que aceptarlo. Lo único que logré a través de los siglos es que se me permitiera saborear la comida, ser sensible a la belleza, sin que eso me comprometa demasiado. No tengo sentimientos, porque si los tuviera este trabajo sería atroz. En realidad, con no demasiadas excepciones, los seres humanos son mucho más crueles que yo. Lo mío es rutinario. Se preguntará si tengo vida sexual. No, pero mejor así porque veo que todos enloquecen por ella. Pero sentir el sabor de la belleza es más que suficiente, ya se trate del sabor de una determinada comida o el de la cara de una mujer. Pero es cierto en que en algunas ocasiones experimento algo que no se qué es, aunque diría en su lenguaje que es terrible. Más debe seguir con mi retrato".
Mire, ahora tengo mis dudas, hasta dudo en pensar quien es, pero lo veo humano, demasiado humano. En realidad no tendría que decir "demasiado humano". Existe lo humano y lo inhumano y usted debe saberlo bien. La pregunta es ociosa pero se la haré lo mismo "¿siente la ternura?". Tarda en contestarme, antes de hacerlo toma un sorbo de café primero y luego uno del jerez que ha pedido. "La ternura, me dice, es lo más difícil de encontrar entre ustedes. Sé lo que es, debo saberlo. Y he notado que se ha ido perdiendo con el paso de los siglos. Como le dije, no tengo sentimientos, pero debo saber cómo distinguirlos". Yo le diría que usted parece haberse vuelto más burocrático, tal vez por culpa nuestra. Todos los monstruosos asesinatos de nuestro siglo parecen haberse definido por un intento de transformarlos en un trabajo "burocrático". Usted, con ese viejo juego de damas con fichas de plástico parece un burócrata, no creo que la gente se dé cuenta de quién es en realidad. Tal vez les llame la atención que alguien tan elegante ande con un juego de damas bajo el brazo. "En un bar, me dice con voz más grave aún, un anciano se me acercó a preguntarme si aceptaba jugar una partida de damas por un café. Le dije que si jugaba a las damas conmigo el precio sería más alto. A mi edad eso no importa, me contestó. No estaba en mi lista, no podía agregarlo sin hacer el trámite burocrático de costumbre, como diría usted. Le dije que le pagaba el café pero no jugaría a las damas". Eso demuestra que usted en el fondo, tiene algo de ternura, le dije. Y puede a ver sido una ilusión óptica, pero creo que esbozo una sonrisa.
"Y no ha sido el único caso, me pasó con una de esas mujeres que ustedes llaman prostitutas. Se sentó en la mesa donde yo estaba y me dijo que jugáramos. Le dije que no, que se sentara y le pagaría la comida, pero que a las damas no jugaría de ninguna manera. Se sentó, comió, conversamos. Me contó de lo triste que era su vida. Y me preguntó si yo era un tipo triste. Le dije que no era un tipo ni triste ni alegre, nada más que alguien que ella encontraba por casualidad en viejo café de la estación. Yo tengo una manera de pagarle esta comida, me dijo con una voz que ustedes considerarían subyugante, y lo haría con gusto. Le dije que no y ella se levantó y se fue. En una de las entradas al café la invitó un hombre que era indudable que le regateó el precio. Yo sabía que el precio iba a ser mucho mayor, que el hombre le trasmitiría una enfermedad incurable. Pero tengo prohibida las advertencias. Sí, antes que me lo pregunte, me dio eso que ustedes llaman tristeza, usted me está contaminando".
No es mi intención, pero hacer un retrato suyo implica ante todo una curiosidad. Una buena persona que recorre la ciudad con un juego de damas bajo el brazo. Que me dice no tener sentimientos, pero que algo siente, que me habla de la ternura, que me cuenta dos historias en que resulta difícil considerarlo uno de sus protagonistas. ¿Piensa que es fácil hacer un retrato suyo? Pero si me animo a hacer algunas preguntas ¿se molestará?
Se sonrió sin esconder la sonrisa. Prendió un cigarrillo, largo una bocanada de humo, y me dijo que en absoluto, pero que antes que nada supiera que hay preguntas que no podría contestar pues no sabría su respuesta." Pero pregunte lo que quiera". Es lógico pensar que usted estuvo cuando le obligaron a tomar la cicuta a Sócrates y que también debe haber estado cuando se crucificó a Jesús. ¿Qué sintió cuando tuvo que hacer esos trabajos?
"No es un trabajo, aunque lo llamemos de esa manera. Un ciclón, una maremoto, un terremoto no son trabajos. Lo mío tiene sus diferencias, pero tampoco es un trabajo. Es cierto, tiene sus diferencias, pero no sé quien me inventó. El cuento del bello ángel caído es una historia. Que soy el dueño del infierno, otra. ¿Soy producto de la naturaleza?, lo ignoro. En cuando a lo de Jesús yo no estuve presente, fueron otros, el Otro en especial quien tuvo a su cargo la dolorosa tarea. En cuanto a lo de Sócrates sí, estuve cerca, pero no tuve intervención alguna. Tampoco sé porqué fui liberado de eso".
Como su manera de decirlo es tan particular, le creo, por eso le hago otras preguntas. ¿Qué tiene que decir de los horrores del holocausto, de los horrores del nazismo en general , de Dresde, de Nagasaki, de lo que han ido pasando en distintos lugares hasta esta noche que estamos conversando ¿Es inocente de todo eso?.
"No, aunque nada ni nadie es inocente. Pero mis trabajos (vuelvo a llamarlos así) son individuales. Puedo ser ubicuo, pero puedo ser igual. Y ustedes, por su parte, me piensan como un hombre o como una mujer según los casos. Y es así, soy el que soy en el momento que estoy siendo. Se detalle por detalle la vida de los que me llevo. Pero por qué es así no se lo puedo contestar pues no lo sé".
No puedo decir cuántos fueron los jerez y los cafés que tomó, no los conté. Yo voy a tomar un taxi, le dije, así que puedo acercarlo a donde vaya. Me miró con la misma sonrisa de antes, "le diré una cosa más: no tengo lugar fijo de residencia, cualquier sitio me es bueno para dormir, aunque en realidad duermo muy poco, lo de esta noche ha sido excepcional. Generalmente debo andar haciendo mis cosas por allí. Es probable que nos veamos de nuevo, pero espero que se trate de una noche tranquila y podamos jugar a las damas por un par de cafés y algunos jerez".
Yo espero lo mismo, le contesté, "y cuando me tenga que buscar espero que tenga forma de mujer, me será más simple decir que me iré con usted y caminaremos por algún lugar donde se puede andar tranquilos y conversar de las cosas de la vida de las cuales a veces nos olvidamos de conversar".
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