Domingo, 9 de enero de 2011 | Hoy
Por Gary Vila Ortiz
Para los primeros días de enero es necesario volver a repasar los libros que en algún momento regresan a nosotros y leerlos como si fuera la primera vez. En este caso tres libros que leí hace tiempo y siempre me quedaron como recuerdos entrañables. Los libros son así, como los amores, imposibles de olvidar y si uno los reencuentra, producen lo mismo que el reencuentro amoroso, un golpe que nos toma como desprevenidos. Un golpe que uno desearía no terminara de producir esos estados de impaciencia, de ternura, de enojo, de tristeza, de felicidad, de presagios y de inevitables regresos al pasado.
En este caso se trata de una niña muy joven, que no conozco, pero que es particularmente culta y los "post" que voy recibiendo de ella me están haciendo leer y releer con un enorme placer, casi como rejuvenecer unos cuántos años, pues la lectura de esos libros datan de unos cuantos años. Indudablemente esta niña se maneja con este laberinto que es la computadora con la misma facilidad que Borges podría haberse manejado en su propia biblioteca de Babel.
Las "Antimemorias" de André Malraux, en la edición de Sur, traducida por Enrique Pezzoni, las debo haber leído hacia 1968. Perdí ese libro, pero ahora, para esta Navidad, un amigo, Quique Gallego, me lo regala. La misma edición, lo cual me transporta a esa década del sesenta con todo lo que esa década significó para mí. Además, para quien escribe estas líneas, las ediciones de Sur tienen un particular encanto. Como la revista, de la cual tengo bastantes ejemplares con el formato original y un poco menos del formato con el cual terminó de salir. Y leer algunas cosas en la revista no es lo mismo que leerlas en el libro que aparece posteriormente. Como en el amor, los libros nos llevan a entregarnos a cierto fetichismo. Un ejemplo: sé que Emecé no publicará más a Borges, pues María Kodama ha vendido los derechos a una editorial creo que inglesa. No será lo mismo. Tengo uno de las antologías de poemas editadas por Borges y entre sus páginas los recortes de los poemas que fui guardando cuando aparecieron en los diarios. De hecho tengo otras ediciones de Borges, incluso algunas bastantes curiosas en inglés. Y una edición realizada en Rosario por los Cuadernos del Jockey Club, de un diálogo de 1983 con María Esther Vázquez que no figura en ninguna bibliografía. Lo mismo ocurre con la música, nunca será lo mismo escuchar a Jelly Roll Morton en un disco de pasta que en un CD.
El segundo libro, en orden a mis lecturas, es "Brenan. Memoria personal: 1920/1975", que debo haber leído en 1977. Como el de Malraux, estas memorias de Gerald Brenan son un testimonio invalorable de algunas de las cosas que pasaron en el siglo XX. La edición era de Alianza Tres.
El tercer libro, "Hombres en tiempos de oscuridad" de Hannah Arendt, que debo haber leído a comienzos de los noventa, un libro esencial creo que como lo son todos los que escribió esta mujer excepcional. Una mujer que se enamoró de un nazi antes de la guerra, que tuvo que huir cuando comenzó la persecución de los judíos y que al volver a Alemania terminada la guerra, se reencontró con ese hombre y lo seguía amando. Y tuvo el valor de verlo. Demostrando, entre otras cosas, que el amor es un misterio inalcanzable para el ser humano, creo que afortunadamente. Se dirá que este amor era el amor de una inteligencia por otra, pero la inteligencia tiene poco que ver con las cuestiones del amor.
Digamos que la lectura de estos tres libros, lecturas fragmentarias, como es mi costumbre, ha sido un auspicioso comienzo del primer año de la segunda década del siglo XXI. Tal vez se me otorgue unos años más para seguir en este vicio incurable de la lectura. Y en estos días, que apenas he salido, me he dedicado a leer algunos libros que vuelven a sorprenderme y a sentir algo parecido a lo que experimenté la primera vez, parecido, pues lo que siente la primera vez no se vuelve a sentir nunca. Supongo que eso debe ocurrir cuando, ya fantasmas, recordemos las últimas páginas leídas. Hay teorías que dicen que ya en este otro estado lo que se recuerda suele ser inesperado pues de ninguna manera son las memorias esperadas. Pero es nada más que una teoría y por lo tanto discutible.
Ocurre con la literatura, ya sea en la novela o la poesía, como en la música, y creo que también con ciertas pinturas, algo que el que mejor lo explicaba era Proust en páginas que desearíamos tenemos que volver a leer, pero apenas repasamos, aunque no sabemos por qué. A mi edad, al menos, todo convoca los juegos de la memoria (que ella juega con sus propias reglas); en este caso la búsqueda de esos libros y de otros se debe a un requerimiento no explícito, para mí inevitable. Pero lo mismo, una vez tomado los libros, acariciados, abiertos, vueltos a subrayar, la memoria reclama sus derechos de propiedad. Además, la época a la que debo volver, a la que quisiera poder volver, es un tiempo por el cual sentimos un amor obsesivo como todo amor.
Entonces, a los poemas que leemos de Brecht, agregamos las canciones de los republicanos españoles y la visión en fragmentos del Guernica de Picasso; a las partes que releemos de Malraux vuelven a nosotros tantas memorias que mejor dejar que aquel que comparte ese tiempo en la memoria recuerda las que mejor le vengan. Con Brenan, son tantas las exigencias que veremos cómo enumerarlas.
En estos tres escritores, a los cuales necesariamente se van agregando otros, tenemos parte del retrato de toda una época, la de los años de entre las dos guerras y de la segunda guerra mundial, por quienes fueron testigos de hechos fundamentales y además protagonistas de muchos de esos sucesos. Brenan, por ejemplo, fue un testigo excepcional de la franquista en la zona de Málaga, durante la Guerra Civil Española.
Como Bernanos en Mallorca, Brenan es el testigo que ante las atrocidades que observa es claro al tomar partido: " Los republicanos no tenían ningún Queipo de Llano. Era evidente que las ejecuciones masivas en Sevilla habían superado con mucho a todo lo que pasaba en Málaga, y habían comenzado desde el primer día. Mientras Sevillla, Córdoba y Granada estaban bañadas en sangre, en Málaga se trataba sólo de salpicaduras. Decidí inclinarme por el lado que matara menos. El grado de ferocidad estaba en relación inversa con el nivel de honradez y civilización"". Brenan escribe sobre su simpatía hacia los republicanos y es muy claro al expresarla. Su diario, por otra parte, es de una sinceridad sorprendente y no tiene reparos en tratar de llegar a límites que a veces es difícil encontrar en otros autores. Pero lo hace sin llegar a ningún detalle innecesario y tratar de ser honesto hasta lo imposible.
Son muchos los fragmentos que quedan adheridos a mi memoria en las "antimemorias" de Malraux, en sus descripciones cuando cae prisionero de los nazis y toda su lucha junto a los maquis. Hay que tener en cuenta que este libro es solamente una parte de todo lo que Malraux vivió durante una vida que se entregó a la acción y que luego se transformaría en la de un hombre que estaría al lado de De Gaulle en la época de la posguerra. Por otra parte no puede olvidarse lo que significó para muchos "La condición humana", ambientada durante la guerra civil en China y su obra, su cine y su participación en la Guerra Civil Española. Libros fundamentales para comprender lo que fue pasando por esos años.
Fue por Brecht que comenzamos a escribir esta nota, alguien a quien no hemos nombrado. Es un poeta en todas sus manifestaciones y por él tenemos verdadera simpatía. Vivió en un constante exilio, incluso cuando regreso a Alemania, al sector de Alemania dominado en ese entonces por el comunismo, pero pese a que allí se lo dio el Berliner Ensemble y se le otorgaron premios, sufrió calladamente por muchas de las cosas que se le obligaron a hacer. Mantuvo, en medio de esas tinieblas en que vivió, un sentido de la vida y el humor admirables, y ciertas cosas que pueden parece frívolas pero que en él no lo eran: su amor a distintas mujeres (en las cuales dejó entrañables recuerdos) y su necesidad de tener siempre a mano los cigarros de hoja que le complacía tanto fumar. Hemos perdido para siempre sus diarios, pero no sus poemas y gustaría citar algunas que lo muestras como era en esos aspectos. No puedo citar de manera completa su "Balada del consentimiento a este mundo", pues es muy extensa, sólo los cuatro versos finales: "Como detesto bajezas y necesidades, mi arte no tiene aprobación en este tiempo. Porque a la mugre de vuestro mundo de maldades le hace falta "lo sé mi consentimiento".
Y el comienzo de la "Canción de la viuda enamorada", plena de vitalidad y conocimiento de lo amoroso: "Ya lo sé, no debería confesarlo, pero tiemblo cada vez que me toca con la mano. Ay, ¿qué es lo que pasó conmigo" Vengo rogando que venga a seducirme. Antes ni cien caballos me arrastraban al pecado. Si por lo menos no lo deseara tanto"".
O estas líneas que siempre, qué lamentable, tendrán actualidad: "Entre la gente de buena posición hablar de comida es de mal gusto. Hay una razón: es gente que está bien comida"".
Para el verano suelen recomendarse libros. En ocasiones se nota que muchos de esos libros son como un intento de poner un paréntesis para no pensar, cosas livianas, para llamarlas de alguna manera, o cosas como esos que hablan del ayudarse a sí mismo de los cuales no puedo llegar a leer una página seguida. Estos libros de los cuales hablo están muy lejos de ser una recomendación. Si se los quiere leer, el que lo haga saldrá enriquecido y aprenderá un poco más de la condición humana en muchos de sus aspectos y comprenderá que siempre, lamentablemente, habrá "hombres en tiempos de oscuridad".
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