Domingo, 23 de enero de 2011 | Hoy
Por Gary Vila Ortiz
Releo un poema de Brecht dedicado a los artistas de teatro. Les pide, en ese poema, que en algún momento presten atención a ese teatro que sucede en la calle, ese "teatro cotidiano, múltiple y sin gloria, pero tan vital, tan concreto". No es con muchos poetas que uno puede preguntarse qué hubiésemos hecho si ese poeta no existía. Con Brecht me ocurre que me pregunte cada vez que tomo alguno de los libros la necesidad que tenemos de ese poeta, con sus errores y todo. Deberíamos decir que su teatro forma parte de su poesía o en realidad que su poesía es su teatro. Sea de la manera que sea, aún frente a la imposibilidad de ver el teatro de Brecht con frecuencia, su poema, este poema que acabamos de citar, hace que miremos la calle y simplemente dando una vuelta de tuerca pensemos que eso que estamos viendo es una obra escrita por Brecht.
Es verdad que el teatro de la calle es fascinante, que por cada esquina que pasamos Brecht nos toma con sus palabras y hasta lo buscamos pues sentimos el olor de sus cigarros de hoja, así que en algún lugar debe estar mirando cómo se desarrollan las cosas. El no enumera todas las situaciones posible, pero con seguridad las debe haber pensado, sólo que no tuvo el tiempo necesario para escribirlas. Y todas ellas las suponemos acompañadas por música de Kurt Weill.
Digamos que en San Juan y Maipú, vemos una versión rosarina de la ópera de dos, de tres, de cuatro, de cinco centavos y uno de los actores es en fenómeno, pues está tan compenetrado con su papel que ha decido vivir allí y allí vive. Canta, sueña, vuelve a cantar, toma su vino y por la noche se recuesta en algún recoveco que le parezca más cómodo.
En otras tres esquinas las muchachas juegan al antiguo oficio y no decimos que esquinas son pues siempre hay algún buey corneta que decida echarlas. Les cuesta mucho, pues muchachas así hay ahora en una cantidad que sobrepasa a las tiempo de Brecht, sólo que no utilizan ese denominación. Quiero decir, no les sobre la clientela pues al alcance de la mano puede haber muchas más y cuyo precio es diferente. Pero ellas persisten en su oficio. Esto me recuerda a una muchachita muy pequeña, de pelo rubio, que hiciera un calor tremendo y un frio de tiritar (cosas que parecen en general del pasado) estaba siempre parada en una esquina de la calle Córdoba en la cual había un hotel (todavía está) y yo la veía siempre a horas de la madrugada cuando volvía de mi trabajo en el diario. Mi regreso era en la "B" y como me había hecho amigo del conductor, con él hablaba de esa chica y de otras yerbas. Mi propósito era bajarme y llevarla conmigo para que me contara su vida y sus esperas. Nunca lo hice, pero alguien lo hizo, sino con ella, con otra, y la nota que hizo solamente podía hacerla él.
Brecht le hubiera escrito una canción y podríamos encontrar alguna en sus obras que vendría bien a esta muchachita, que según me comento otro conductor de la "B", murió de SIDA, en aquellos tiempos que esa enfermedad que Reynaldo Arenas decía que solamente el hombre podría haber creado algo tan cruel. Por supuesto que el SIDA nos sigue castigando, pero ya no es una "noticia".
Volvamos a Brecht. Me vinieron a la memoria algunos poemas que trataban de esas cosas que pasan en la calle, tan rotundas como una piedra que rompe el vidrio eso motivo alguno. Es así, porque la vida es así aún cuando pueda ser de otra manera. Recordé los "Pensamientos de una bataclana durante el striptease" : "Mi destino en este mundo de mierda es ser del arte la última sierva para que el hombre obtenga su placer. Pero si realmente quieren saber qué es lo que siento cuando me desvisto con hábil movimiento y luz dorada, durante ese larguísimo striptease, lo yo siento: nada. Ya van a ser las doce. Ya pierdo el tren. El queso es mejor en el otro almacén. La gorda dijo: "Ésto termina mal, él tiene un arma y la va usar".
En su obra sobre Brecht, escrita hacia 1967, Paolo Chiarini, apunta que resulta necesario profundizar sobre muchos aspectos de la vida del escritor que aún no habían sido terminados de estudiarse. Hace poco vimos por televisión un documental que todavía dejaba cosas sin esclarecer de la manera que sería necesario hacerlo. Pero se deban algunos pasos que hasta el momento no se habían dado.
No resulta tan simpático el personaje que no podemos ser objetivos de ninguna manera, por más esfuerzo que hagamos por serlo. Por ser alguien con una ideología que nunca traicionó, hubo momento en que algunos se sintieron confundidos por algunas de sus actitudes. Parecía que era el único a quien se le exigía una compenetración absoluta entre lo que pensaba y la manera en que vivía. Uno diría que a cada cosa que hacía, tenía le necesidad de mirarla desde su pensamiento. En uno de sus poemas, acaso un instinto de autorretrato decía: me han provisto de todos los sacramento de la muerte: periódicos, tabaco, aguardiente. En resumen, soy desconfiado y perezoso, y me siento contento. Con la gente soy amable. Me pongo un sombrero según su costumbre. Y me digo: son bichos de olor especial. Pero pienso: no importa, también yo lo soy".
Y claro que lo era, aún viviendo casi toda su vida en un permanente exilio, incluso entre aquellos que podían llamarse sus amigos , se sentía cómodo en la ciudad del asfalto y desde allá la observaba fumando alguno de sus cigarros de hoja. Le obsesionaban las grandes ciudades, sus mujeres y si no era el que directamente, el señor Keuner lo decía por él, como cuando Monseñor Teste hablaba por Valrery y Fradique Mendes lo hacía por Eça de Queiroz. Nada escapa al pensamiento de Brecht. Y por eso sus supuestos amigos de Moscú, podían llenarlo de halagos, pero no confiaban en él.
A alguien que conocía a Brecht, pues había estado con él en el Berliner Ensemble, me decía que a muchos les molestaba sus actitudes con las mujeres y su amor por lo que llamaban ciertas frivolidades. Una gran estupidez sin duda, pues parecían ser puritanos fuera de lugar y él solía obedecer algunas cosas que nuca debía haber agradecido. Pero estaba harto de ciertas hipocresías y además cansado y bastante cerca de la muerte.
Hoy por cierto está más vivo que nunca y sus poesía recorre a aquellos indecisos frente al drama del hombre contemporáneo y le enseña el camino. Fumando un cigarro y amando una mujer como se debe daba pruebas suficientes que tales cosas no eran incompatibles, de ninguna manera.
Leamos su poema : "Balada auténtica de una hembra. Por no meterle la mano en el vestido tantas veces como ella lo ha pedido, le guiñó el ojo al primer chulo relamido que le llenó la cacerola de embutido. Yo mientras tanto con la nariz sangrando en la negra calle, tirado, loco, aullando. Les dijo a todos que un año juntos ya fue demasiado. Que a una se le caen las tetas si no recibe lo reclamado. Que durmiendo sola se sentía la mitad, y que en lo personal , conmigo sólo había unión espiritual. Yo mientras tanto, por fuerza fuera de acción, siento que por esa perra empeñé el corazón. A ella le da igual y así lo exhibe a quien le suministra lo que el cuerpo le pide. Con tal de estar satisfecha , a mí la furia cruel se me desata al saber que esa carne sale tan barata. Ya no puedo soportar este dolor que no calla. Demasiado profundo la llevo a esa infame canalla".
Brecht era un hombre de poderosas convecciones políticas que solías llevar a ese teatro de la calle que tanto le apasionaba. Perseguido como estuvo, siempre sacaba sus lecciones incluso para quienes no lo escuchaban y siguen sin escucharlo.
No es fácil de comprender a Brecht, pero es uno de esos escritores sin el cual el mundo se vería más vacío de lo que está. ¿Se lo lee todavía" Esperamos que sí y que alguna vez podamos disfrutar de su teatro como creyeron disfrutarlo pero no lo comprendieron.
Pero se puede hacer el esfuerzo de leerlo nuevamente, si es que nadie pone las objeciones que tantas veces se pusieron a sus lecturas.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.