Dom 06.02.2011
rosario

CONTRATAPA

Creo esta noche en la terrible inmortalidad

› Por Gary Vila Ortiz

Borges escribió su poema "Insomnio" en Adrogué, en 1936. Apareció en Sur el 27 de diciembre de ese año. El poema nos persigue a nosotros como el insomnio persiguió a Borges a lo largo de su vida. "El universo de esta noche tiene la vastedad / del olvido y la precisión de la fiebre". Nadie que haya tenido noches de insomnio puede ignorar lo que Borges nos confirma: todo puede parecerse al olvido y su precisión es terrible. Todos los objetos que vamos identificando en las penumbras tienen, en pocos momentos, una precisión que nos hace daño. Son y no son, cuando los vemos al día siguiente, los mismos que vislumbramos en el insomnio.

Es que en una noche así la extraña sensación de que la inmortalidad es posible, terrible o no, se nos hace verosímil. Incluso esa dificultad en no poder conciliar el sueño la relacionamos con lo nocturno, pero pueden ser otras las horas, pues también se trata de no dormir lo suficiente. De cualquier manera para Borges se trata de algo nocturno ("De fierro, de encorvados tirantes de enorme fierro tiene que ser la noche"). Para Ana María Barrenechea en los versos de "Insomnio" se combinan la vaguedad y la infinitud con el detalle y la nitidez casi intolerables.

En 1936 Borges escribe unos veinte textos, algunos de ellos poemas. Comienza en marzo, comentando un cuento de su amigo Bioy Casares y lo terminará en diciembre con dos textos que se publican en el mismo número de Sur, el 27, donde aparece "Insomnio" y un comentario que con el título de "Film and Theater" habla del cine, aproximándose a nueve films y a un libro de Allardyce Nicoll con el cual no tiene la mínima piedad. Ese libro sobre las simpatías y diferencias del teatro secular y del film es de una ignorancia "negra". Borges nos dice que ese hombre versado en bibliotecas es "casi analfabeto en boleterías".

Dijimos que Borges habla del cine; lo hace partiendo de alguna enumeración de Nicoll que según este autor justifica al cine hablado. Borges no estaba totalmente ciego en 1936 y era indudable que iba con frecuencia al cine. Es así como al referirse a la enumeración de Nicoll (que abarca los films La casa de los Rothchild, Enrique octavo, La reina Cristina, David Copperfield, La tragedia de Luis Pasteur, Los cuatro hermanitos, Catalina de Rusia, Hombre de Arán, El delator) Borges nos dice: "De esos nueve films salvadores, dos El delator y Catalina de Rusia son absolutamente buenos; uno Hombre de Arán es una mera antología de imágenes; otro -Enrique octavo no es insufrible, y los cinco restantes justifican, por no decir reclaman, el incendio del cinematógrafo en que los den". Es en ese mismo año y en la misma revista Sur que Borges comenta Crimen y castigo de Stenberg y Los 39 escalones de Hitchcock. Es severo con Stenberg, pero pondera lo hecho por Hitchcock.

Pero volvamos a "Insomnio", el poema que dio origen a estas desordenadas líneas. En una antología de la poesía de Borges realizada por Emecé, ese poema encabeza el libro El otro, el mismo, que en dicha antología abarca poemas que van del escrito a fines de 1936 y llega hasta poemas de fines de los sesenta. Antes de ese título se encuentran los libros del primer Borges: Fervor de Buenos Aires, Luna de enfrente, Cuaderno San Martín y Muertes de Buenos Aires, libros que, dicho sea de paso, fueron comentados de manera notable en una conferencia que dio aquí en Rosario, Horacio Armani, basándose en las ediciones originales, ya que en las siguientes Borges introdujo algunos cambios.

Borges deambula por las líneas tan estrictas y bellas del poema: "Creo esta noche en la terrible inmortalidad: ningún hombre ha muerto en el tiempo, ninguna mujer, ningún muerto. Porque esta inevitable realidad de fierro y barro tiene que atravesar la indiferencia de cuantos estén dormidos o muertos aunque se oculten en la corrupción o en los siglos y condenados a vigilia espantosa". He llegado al insomnio porque hace un tiempo, ya creo haberlo contado en estas páginas, tuve una experiencia, en la sala de terapia intensiva del Hospital Italiano, de cerca de diez días en que no pegué los ojos, en que el sueño había decidido dejarme de lado. Supongo que en algún momento habré dormitado, pero en verdad no puedo afirmar que haya sido así. Es cierto, me salvó en esas instancias la presencia de quienes me trataban con el suficiente afecto, pero eso no evita que haya momentos en que esa vigilia es espantosa. Sobre todo en la medida que los tiempos se confunden y estamos y no en el lugar pensamos estar. No uso reloj (tampoco lo hubiera podido usar) y desde donde me encontraba no veía reloj alguno por lo cual me inventé un horario privado y absolutamente arbitrario.

El poema de Borges me visitaba con frecuencia: "En vano espero las desintegraciones y los símbolos que preceden al sueño. Sigue la historia universal; los rumbos minuciosos de la muerte en las caries dentales, la circulación de mi sangre y de los planetas".

Como siempre me ocurre con Borges, leerlo significa multiplicar las veces que estuve con él, las charlas, algunas de ellas entrañables, al menos para mí, y cada tanto suelo mirar con nostalgia el único testimonio que hay (que yo sepa que hay) de su presencia en Rosario, filmada en 1983. Tengo ese video, pues todos los otros que se hicieron desaparecieron, y algunas fotos que todavía conservo. Una de ellas, fue en el Hotel Italia, y en ella estuvimos solos hasta que llegaron otros periodistas. Uno de los temas, tocado al pasar, fue el del insomnio, y otro su gran amistad con el escritor uruguayo Enrique Amorín.

Recuerdo esa conversación en particular ya que hay una novela de Amorín que tiene el clima del insomnio. Es una historia policial que publicaron Borges y Bioy Casares en El séptimo círculo. Se trata de "El asesino desvelado" y Amorín la terminó en Punta del Este en diciembre de 1944. Se publicó en noviembre de 1945 y que yo sepa nunca ha sido reeditada. Las últimas veces que estuve en Punta del Este traté de encontrar el lugar donde el escritor la había terminado, pero no encontré dato alguno. Después recorrí algunas de las librerías de esa ciudad y me encontré con algo que me llamó la atención, pero confieso que no demasiado. Salvo algunas pocas personas Amorín estaba como odiado en el Uruguay. Por la gente de derecha, que hablé con varios, porque Amorín había sido comunista. Por la gente presuntamente de izquierda, por el mismo motivo. Incluso una profesora de literatura llegó a negarme su existencia. Era una cena a la que habíamos sido invitados, por lo cual las cosas no pasaron de transformarse en algo que tenía algo de humor. El marido de la mencionada profesora sí tenía algún conocimiento y me dijo sonriente que su mujer no podía ni ver el color rojo. A fuerza de ser sincero: la profesora tuve el gesto de llamarme a la casa donde estábamos invitados y me dijo que la disculpara pues había encontrado datos sobre Amorín, si bien el escritor no le parecía importante.

Pero fue un vendedor de diarios, que me llevaba algunos diarios al hotel que puso las cosas más en claro. La derecha lo odiaba por su comunismo y la izquierda, representada en este caso por los tupamaros, lo odiaban con mayor intensidad. Uno de ellos me dijo (era hacia fines de los noventa del siglo pasado) que no creía que ninguna de las obras de Amorín valía la pena y que no creía necesaria su reedición. Fue el diarero que me consiguió un pequeño cuaderno dedicado al escritor, del cual lo único que recuerdo es que decían que era una lástima que un título tan bueno como "El asesino desvelado" correspondiera a una novela tan mediocre.

Si bien el insomnio no me abandona yo lo he abandonado en estas líneas pues los recuerdos se fueron superponiendo. Hacia 1982 yo escribí algo sobre Amorín y su novela policial, según Borges y Bioy Casares, fue la primera en ser escrita en idioma español. Copio, con algunos retoques, aquellas páginas escritas en 1982. Las copio con cierta tristeza, pues Amorín es un escritor injustamente olvidado y esperando que esta situación se haya revertido y "El asesino desvelado" se haya reeditado. La novela nos parece estupenda desde todo punto de vista. Tiene el sabor de la época, un gran despliegue de inteligencia y un humor muy rioplatense. El protagonista, Tito Hassan, que es xilógrafo, buscando una voz se pierde en un laberinto urdido por ese gran escritor que fue Amorín. La novela tiene el clima cinematográfico similar al de algunas obras de Graham Greene y hubiera sido un buen argumento para un film policial como se hacían por los cuarenta. La trama de la obra nos lleva a los sets del cine nacional de aquel entonces, esos sets que son el escenario del desenlace. Tito Hassan, no es un investigador ni nada que se le parezca. Es un artista argentino árabe que vive una aventura que por momentos es terrible. Amorín nos entrega algunos diálogos admirables, una trama muy bien ideada y ese tipo de reflexión que muestra a un verdadero maestro del cuento, que por aquel entonces ya estaba olvidado.

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