Domingo, 3 de abril de 2011 | Hoy
Por Gary Vila Ortiz
El título de la obra de Anthony Grafton es el que usamos para estas líneas. Pero el título original es otro que entonces no necesita del agregado como aclaración que se hace en castellano. En inglés el libro se llama "Tragic Origins of German Footnote", es decir "Trágico origen de la germánica nota a pie de página". Ya en el siglo XVIII, la nota al pie histórica era una forma excelsa del arte literario. Yo estoy muy lejos de la erudición, difícilmente un autodidacta pueda ser un erudito, un vértigo por el que tan sólo pueden deslizarse individuos extranjeros a lo común, como es el caso de Borges. Sin duda es un erudito, tanto cuando actúa como tal en algunos asuntos, pero también cuando logra sus grandes invenciones que no pertenecen a la erudición propiamente dicha sino al de la creación literaria. En muchos casos las notas al pie de página de Borges son parte del relato y además remiten a otros textos del mismo autor. En este caso convendría una nota a pie de página, pero por lo que sé en los artículos periodísticos, salvo excepciones, se tratan de evitar esas notas, pues el lector al que está dirigido las pasaría por alto y si las lee no le interesarían en absoluto.
Decíamos que convendría aquí el uso de una nota, pero la dejaremos en el texto. Ha aparecido hace relativamente poco un libro dedicado a Pierre Menard. Se trata de "Una vida de Pierre Menard", de Michel Lafon, Para escribirla Lafon la atribuye a un autor que es un apócrifo, Maurice Legrand aclarando que nunca publicó, "si es que quiso" publicar esas páginas. Lafond se encarga de hacerlo. El libro data de 1957 y no sería del todo equivocado pensarlo como una nota a pie de página del texto borgiano. Ya José Saramago, en su novela "El año de la muerte de Ricardo Reis" hace uso de los apócrifos (de Borges y de Pessoa, y posiblemente de algún otro que nos puede escapar con una sobria genialidad, aún cuando la unión de estas dos palabras podría ser un oxímoron).
Por cierto que Grafton no cita a esos autores, ya que su historia "trágica de la erudición" apunta sobre todo a los historiadores. El libro, ignoro si eso ocurre tan solo ocurre en la edición en español, carece de las nota a pie de página de la manera tradicional, pero las reúne en unas cuantas páginas al final, para ser concretos de la 135 a la 178. En una gran parte son la transcripción al idioma original de lo que cita en el libro. Pero por otra parte no es una novedad. Son varios los autores que prefieren esta forma de poner las notas, lo que por mi parte me resulta sumamente molesto, y como ejemplo valga la mención de un libro indispensable de Galvano della Volpe, "Crítica del gusto". En un libro de 300 páginas tiene más de cincuenta dedicadas a las notas a pie de página. Al releerlo, en parte por cierto, al escribir estas líneas, descubrimos que hemos subrayado más en ese lugar de las notas que en el texto mismo. Es que preferimos "ver" la nota al pie pues nos enriquece la lectura. Por ejemplo las del primer traductor al castellano de Montaigne, en general versiones al español de autores clásicos. Algunas son sumamente pudorosas, por ejemplo en el ensayo que su inventor dedicó a unos versos de Virgilio, y cuyo traductor considera sobradamente, no las traduce y piensa que de esa manera solamente la conocer los eruditos o algo parecido.
Julio Cortázar, en alguno de sus textos, juega con las nota al pie de página, y demuestra que de alguna forma podrían ser ilimitadas. Es posible, por lo menos en el mundo creado por Cortázar. Se puede escribir un texto breve. Pensemos en uno el que nos venga en este momento. Improvisemos. "Cuando ella pasó cerca de él, que estaba apoyado en la puerta, mirándola como se levantaba con cara de un cansancio feliz se pasó a su lado y de un tirón le sacó la tela adhesiva que él se había puesto sobre una pequeña herida en la frente" (1). Y la nota uno remite a lo siguiente: (1) "Precisemos que se trataba de lo que nosotros llamamos una curita que él había cortado con una tijera. Desnudo y con una curita en la frente no tenés nada de erotismo". (2). Entonces vamos a la nota (2): "Cuando la curita fue arrancada de la pequeña herida de la frente comenzó a salir sangre, y por más intentos de detener esa pérdida la sangre seguía, no a borbotones sino lentamente" (3) Y la (3): "Te dije que con mi falta de plaquetas, cualquier cosa puede transformarse en una sangría, le dijo él mientras se recostaba y comenzaba a manchar con sangre la almohada" (4). Veamos la (4): "Ella había comenzado a sollozar y seguía poniendo un algodón con agua oxigenada, pero el algodón se empapaba casi en seguida y entonces él, sonriente, le dijo, probá con azúcar, dicen que detiene la hemorragia". (5). Terminemos con la nota a pie de página (5): "Ella lloraba, él trataba de consolarla y la sangre seguía saliendo. El agregó entonces podemos ir al hospital, pero mejor no, anoche me amaste como una loca y ahora me más como si fueras una asesina loca, pero te amo lo mismo"".
Volvamos a la magnífica erudición de Grafton. Precisemos algo sobre el libro. La primera edición inglesa data de 1998 y la versión española es del mismo año y fue publicada por el Fondo de Cultura Económica. Grafton trabaja para el departamento de historia de la Universidad de Princenton. Nació en 1950 y en Internet se pueden encontrar algunos videos sumamente interesantes en los cuales Grafton hace la defensa de las humanidades en este siglo XXI. Por lo poco que sabemos de los temas que trata Grafton, este norteamericano es un erudito sorprendente y su libro, además, es de una gran amenidad. Es cierto que tal vez se debe a que mi predilección por las nota a pie de página han ayudado para que su lectura me resultará tan grata como la si estuviera leyendo una buena novela policial del caso (yo diría que bien podrían ser, aún A sus diferencias, el inspector Morse o Philip Marlowe) ya que tanto el erudito como estos investigadores se pierde pero finalmente encuentran eso que podemos llamar el laberíntico vértigo de la erudición.
Grafton menciona con frecuencia a Gibbon y cuando lo hace saca verdadero provecho de alguien así. Un ejemplo. Gibbon estudia a un anticuario romano del siglo XVI, Pirro Ligorio, censurado por muchos especialistas, pero el autor de la "Decadencia y caída del imperio romano" lo estudia a fondo y nos dice: "(en sus manuscritos) hay pruebas de honradez que me predisponen a contemplarlo favorablemente. Veo un hombre que suele dudar de haber leído correctamente, que deja gruesos errores en sus monumentos y sólo incluye un sic para demostrar que los ha advertido, y que deja espacios en blanco que hubiese podido llenar con facilidad. Pirro Ligorio hizo reunir en treinta tomos sobre papel las antigüedades sobre las que había trabajado. Posiblemente como mero compilador, pero discípulo fiel de lo que le habían enseñado otros anticuarios más eruditos.
Por ejemplo, al observar que Ovidio "emplea doscientas líneas en la investigación de los lugares más favorables para el amor. Sobre todo considera el teatro el mejor adaptado para reunir a las bellezas de Roma y reducirlas a ternura y sensualidad". En todo lo que investiga, Grafton es preciso y reúne esa capacidad, que él menciona, de la erudición humanista con la ironía filosófica. Hay que pensar que todo esto partiendo de un estudio de las notas al pie de página.
Las ocho líneas finales de su libro deben citarse: "Las notas a pie de página de por sí no garantizan nada. Los enemigos de la verdad y en efecto, existen pueden usarlas para negar los mismos hechos que los historiadores honestos tratan de confirmar por medio de ellas. Los enemigos de las ideas que también existen pueden usarlas parapara acumular citas y referencias carentes de interés para el lector o atacar cualquier tesis nueva. Sin embargo, las notas al pie constituyen una parte indispensable, aunque desprolija, de esa mezcla indispensable y desprolija de arte y ciencia que es la historia moderna".
A este libro quisiera agregar la lectura de una obra que aún no he conseguido, pero espero tenerla. Se trata "Les asassins de la mémoire", de P.Vidal Naquet, publicada en 1987. Vendría bien su lectura, pues en nuestro país, pululan los asesinos de la memoria. Cada vez hay más y su actitud de asesinar la memoria les viene el odio que le tienen a la verdad y a las ideas. Ambas cosas prefieren dejarlas de lado por cuestión de conveniencias.
En los libros de historia, dedicados a al tema que sea, es decir una historia del jazz o de los pintores impresionistas, una dedicada a ciertos protagonistas de distintos momentos históricos, nos parecen indispensables esas notas a pie de página y el índice. Con respecto al índice no recuerdo quien decía, en una broma exagerada, que los libros sin índice merecerían un justo castigo para su autor o para sus editores. (1)
(1) Por otra parte la lectura de este libro, sus conclusiones, la erudición que hace patente, puede parecer que, como el mismo Grafton lo dice, las notas al pie de página pudieron ser, en algún momento, un refugio contra la intolerancia en todos sus aspectos. En este caso como un refugio contra la intolerancia intelectual. Tal vez podría deducirse que algunos lectores pasan por alto esas notas, pues les resultan molestan, parecería ser que incluso a esos que pueden ejercer cierta censura (forma estricta de la intolerancia) sobre aquello que imprime o se desea imprimir.
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