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Domingo, 24 de abril de 2011

CONTRATAPA

Lecturas dispersas de Scott Fitzgerald

 Por Gary Vila Ortiz

No es difícil imaginarse a los lectores de Francis Scott Fitzgerald (1896 1940) en el tiempo aquel que él bautizó (pero no fue el único) como la era del jazz. Era una era que hacía pensar que la música de jazz la ejecutaban, con algunas excepciones, músicos blancos, algunos que valía la pena escuchar y otros que eran simplemente la música de fondo de sus historias. Digamos que la música de jazz que Woody Allen suele usar en muchas de sus mejores films corresponde, pensamos, a la que escuchaban los lectores de Scott de la década del veinte. Los veinte y parte de la década del treinta. Esos tiempos pueden encontrarse retratados con muchas certidumbres y acaso algunas exageraciones, en "París era una fiesta" de Hemingway cuya amistad con Scott tenía sus altibajos. La mayoría de los relatos de Scott pertenecen a ese tiempo. Escribió ciento sesenta y cuatro relatos entre 1920 y 1940, el año de su muerte, pero fue justamente en ese año que Scott había sido prácticamente olvidado por las nuevas generaciones. Desde el momento en que las revistas le pagaban 900 dólares por cuento hasta que en 1940 le fueron rechazados algunos (eso sí, fueron publicados de manera póstuma) la historia del escritor tiene todo lo que debe tener para ser apasionante.

Además sus cuentos, o la mayoría de ellos, son realmente muy buenos. Hemos leído algunos de esos relatos, de ninguna manera hemos completado la lectura de todos. Sin embargo, yo aconsejaría al menos leer algunos libros antes de adentrarse en el mundo de Scott. En primer lugar la edición que hizo Edmund Wilson, que sin duda fue uno de sus mejores lectores, de "Crack up" y otras páginas, ya que ofrecen material que muestran al escritor de una manera diferente. En "crack up" título que en castellano suele traducirse como "el derrumbe" o "la grieta", incluye páginas autobiográficas, textos que fueron extraídos de distintos cuadernos que escribió Scott, cartas y algunos poemas. Me parece ser una buena apreciación de lo que Scott pensaba.

Y para esa época se nos ocurre otro libro, el "Apenas ayer", de Frederick Lewis Allen, "una historia informal de la década del veinte". La primera edición se hizo en 1931 y es un libro particularmente atractivo. En dos ocasiones Allen cita a Fitzgerald y una de ellas es algo textual: "He aquí una nueva generación (...) que creció para encontrar muertos a todos los dioses, terminadas todas las guerras, conmovidas todas las creencias del hombre". En la otra nos dice que fue Scott el que hizo conocer a una república horrorizada el problema de la joven generación.

La "era del jazz" parece corresponder a lo que se denominó la generación perdida, aparentemente aquellos norteamericanos que en la década del veinte estuvieron en París. Hemingway utilizó lo que había dicho Gertrude Stein sobre todos ellos: "Sois todos una generación perdida", como epígrafe de The sun also rice. La misma Stein, al hablar de esa generación considera como aquel que contaba con un mayor talento a Scott Fitzgerald. Hay que tener en cuenta que en esa generación perdida estaba, entre otros, el mencionado Scott Fitzgerald, Hemingway, John Dos Passos, Ezra Pound y algunos otros que sería largo mencionar. Un buen libro para conocer a esa generación es "París era una fiesta", donde Scott se encuentra presente en muchas de sus páginas. Una de esas páginas, "Cuestión de tamaño", la hizo leer con intensidad un comentario de Osvaldo Soriano.

Estoy leyendo (y en algunos casos releyendo) los cuentos que tengo de Scott, que no son todos. Una edición española que contiene 43 relatos y "El precio era alto", con 18. Además las "Historias de Pat Hobby" y la edición de páginas autobiográficas que realizó Edmund Wilson con el título ya mencionado de "Crack up". Según algunos datos los cuentos escritos por Scott entre 1920 y 1940, fueron 164 (ciento sesenta y cuatro), por lo cual debo haber leído algo así como poco más de la mitad. Estoy tratando de conseguir algunas ediciones en inglés, ya que las versiones al "español" suelen carecer de sentido para quienes sin duda hablamos otro idioma, los rosarinos en particular. Por cierto que no todas, pero las suficientes para resultar algo molestas.

Podemos caer en un lugar común si decimos que la vida de Scott se encuentra en muchos de esos relatos y no solamente en los que se considera que son autobiográficos. Tal vez por esa insistencia de poner algo de autobiográfico en las ficciones es algo que me conmueve en Scott. No puede separarse de lo que es su vida en aquello que es mera ficción. Como en los films de Hitchcock siempre Scott asoma su cabeza, de muchas formas aparece en sus relatos. Puede ser que no en todos pero sí en los que más me impresionan.

En una más o menos reciente edición en español de un libro de Harold Bloom, el autor se dedica a darnos a conocer el canon del cuento. Como en el tan discutible canon de la literatura en general, no nos exige su aceptación: sólo nos formula su canon y por cierto con los fundamentos que siempre se encuentran a su alcance. Decimos que se trata de una edición más o menos reciente, pues la edición en inglés del 2005 y la versión en castellano es del 2009 y en estos tiempos que corren se la cantidad de obras que se editan, se corre el peligro de lo que uno lee ya ha sido "superado". No creemos en este tipo de superación, pues en realidad ni Chejov, ni Mark Twain, ni Poe, Maupassant o Borges pueden ser superados. Tampoco, es cierto, otros autores que por otra parte se encuentran en los comentaros de los treinta y nueve autores elegidos por Bloom para su canon. Por mi parte creo que ninguno de los autores que se incluyen reparo alguno. Aún cuando se puede lamentar algunas ausencias.

De habla española solamente se incluyen dos, Borges y Cortázar. Hay un italiano, Italo Calvino. Un alemán, Thomas Mann. De origen ruso están Pushkin, Gógol, Turgueniev y Chejov. Están también Andersen y Guy de Maupassant. Kafka que creemos nos representa a todos en este mundo kafkiano de hoy. Se encuentra, y él ensayo a él dedicado es espléndido, Isaac Babel, que fue asesinado por los stalinistas antes que cumpliera los 47 años, en 1940. Todos los otros son norteamericanos o ingleses. Entre ellos Scott Fitzgerald, Faulkner y Hemingway.

Después de "El Gran Gastby", nos dice Bloom, lo mejor de Scott Fitzgerald se encuentra en sus relatos y hace hincapié en "Vuelta a Babilonia" o "Regreso a Babilonia", que en su elaboración artística es incluso superior a "El Gran Gastby". Ese cuento fue publicado en febrero de 1931 en el "Saturday Evening Post". Para los años que Bloom considera de la decadencia nos dice que su mejor relato es "Domingo de locura" o "Domingo loco" que se publicó en 1932.

No me complacen los juicios de valor que se aplican desde sitios en los cuales se elige los mejores y aquellos otros que se muestran como satisfechos por la probable decadencia de tal o cual autor. En Bloom no ocurre eso, aún cuando pueda utilizar esos términos. Pero lo hace desde una perspectiva mucho más profunda.

Por mi parte no me animaría. Mejor dicho, no tengo interés en señalar si hay cuentos "mejores". Hay cuentos de Scott que puedo disfrutar más que otros, pero no pienso si son mejores o no. Es cierto que el paso de los años modifica la forma de expresión de los artistas, pero deben ser observados con respeto porque son los que completan el retrato. Además hay teorías acerca de la posibilidad que muchos artistas se encuentran de entrada con una intuición de que podrán vivir pocos o muchos años y eso se nota en sus obras. Tal vez así se puede hablar de obras tempranas y tardías en aquellos que se fueron muy jóvenes.

Disfruto en Scott con plenitud sus relatos, en todo caso me entusiasman más esos en que se encuentra al autor, disimulado tal vez, pero resulta casi imposible no experimentar el placer de retirar la máscara y entonces tropezarnos con él. Ya no vivimos en una era del jazz, tampoco pertenecemos a ninguna generación perdida, pero no podemos dejar de suponer que los relatos de Scott se pueden leer como si fueran escritos, al menos para nosotros, en estos días. Su lectura no tolera lejanía alguna, viven en los mismos días en las mismas horas que nos han sido dadas.

Scott Fitzgerald pensaba que la prueba de una inteligencia de primera clase es la capacidad de retener en la mente ideas opuestas a la vez sin perder la capacidad de funcionar. Uno debiera, por ejemplo, ser capaz de ver que las cosas no tienen remedio y sin embargo estar determinada a cambiarlas. Me siento muy próximo a ese pensamiento, pues en general me daba cuenta que las cosas no tenían solución alguna pero sentir que estaba determinado a cambiarlas, lo que realidad no ocurría. Pero todo esto lo miro en retrospectiva, a la edad que tengo ahora se me ocurre que he dejado de pensarlo y si a veces lo pienso son los aleteos de algún bicho que sin pensar trata de llegar a su nido, pero que parece comprender que no llegará donde quiere llegar. Scott escribe en "El derrumbe": Estaba viviendo con ahinco, también, pero hasta los cuarenta y nueve estará todo bien. (...) Y entonces a diez años aún de los cuarenta y nueve, descubrí de pronto que me había derrumbado prematuramente".

A los 75 años que tengo, puedo leer otra vez esa historia, pero desde un sitio en donde ya no queda tiempo o si queda alguno es simplemente de esperar o que ocurra algo similar a un milagro. Es cierto que aún cuando los milagros no suceden, creo en ellos y trabajo como si existieran. Es por eso tal vez que la lectura de Scott Fitzgerald me trasmite tantas cosas, tanto sueños en ocasiones más o menos cumplidos y otros corriendo aún en el laberinto de ideas opuestas en una mente que tienen las arterias que se deben tener a esta edad.

Hay un artículo sobre este escritor que habla de la autoridad del fracaso. Pero Scott pudo percibir el fracaso pero lo sufrió en el olvido que se tuvo de él sin ningún tipo de advertencia. Pasaron con rapidez los años en que lo que escribía le daba mucho dinero, que gastaba con gran facilidad, a ser dejado de lado por las nuevas generaciones. Y morir a los cuarenta y cuatro años.

En alguna de mis cartas para Alejandra Pizarnik hablábamos del fracaso y del éxito. Lo hacíamos con referencia a ese libro indispensable (al menos para mí) que es "La tumba sin sosiego". El autor, Cyril Connolly lo escribió teniendo en cuenta a Palinuro. Las noticias que se pueden leer sobre Palinuro se encuentran en los libros tercero, quinto y sexto de la "Eneida", de Virgilio. Hace pensar en el éxito como algo un tanto bastardo y el fracaso como un encontrarse fuera de ello, acaso más libre. En lo que hace a los "éxitos" que se logran en este país, me afirman en creer que ciertos éxitos sin duda tienen algo de bastardo en múltiples aspectos, desde el siniestro "Gran Hermano" hasta la ausencia de ideas de los políticos que nos gusten o no van a gobernarnos.

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