CONTRATAPA
› Por Gary Vila Ortiz
Las definiciones que pueden encontrarse en algunos diccionarios deben tener alguna exactitud, pero no me conforman. Pienso que el "Poema conjetural" de Borges define sin definir lo que uno entiende por conjetura. El piensa en las palabras que supone que deben haber pasado por el cerebro de Laprida cuando la montonera se aproximaba para matarlo. Ese poema fue publicado por primera vez el 4 de julio de 1943 en el diario La Nación. Se podría decir que a lo mejor Laprida pensaba en otra cosa, pero también conjeturar que pensó las palabras del poema.
En las conjeturas no puede haber certidumbres, pero tampoco se trata de que existan vagas sospechas y tampoco son intuiciones, que resulta algo muy diferente. Cuando escribo voy poniendo palabras que van saliendo y que trato de no pensarlas, en grupos de tres.
Algunos ejemplos: mirlo, gorrión, abejorro.
Hormiga, gatos, monos.
Tigre, colibrí, caballo.
Reloj, taza, cigarro.
Puente, poema, cuchara.
Silencio, lejanía, viola.
Mano, carozo, botella.
Frasco, naranja, bodegón (de ninguna manera igual a naturaleza muerta).
Papeles, números, esquinas.
Me hago conjeturas al respecto, necesito hacer algo con esas palabras, que bien podrían ser otras, pero son las que están y a ellas debemos dedicarnos.
Pienso en poemas que las vaya incluyendo, pero creo que su relación no está directamente en el poema o los poemas que las incluyan. Esos poemas deberían ser escritos con la seguridad de que solamente son parte del nacimiento conjunto de esas palabras. Pero de ninguna manera el parentesco que las une. ¿En un único poema? No, de ninguna manera esa es la respuesta. Si las palabras llegaron hasta el papel en blanco de la manera que fue la respuesta debe llegar de una forma parecida.
Conjetura uno: hacia el final se encuentra un pequeño balcón donde abundan las plantas. Miro para observar lo que de tanto en tanto viene, es decir el volar del colibrí, dos o tres gorriones. Con seguridad deben haber pasado sin que yo los vea algún mirlo y también un abejorro con su vuelo pesado. Pero no los he visto. Como no están, el texto no se encuentra completo, hay un vacío en el poema, un espacio libre que debe ser completado.
Conjetura dos: miro el reloj que debe marcar la hora que pienso, pero me indica otra hora. La taza de té está sobre la mesa. El cigarro en el cenicero. Mi tristeza en su ausencia de estos momentos. Después vendrá, me digo, pero me estoy mintiendo. Lo sé aunque no tenga espejo alguno para mirarme.
Conjetura tres: por la madrugada, la calle vacía, entonces coloco en el centro de las calles que se cruzan un carozo. Me siento en un bar la mañana siguiente y lo observo. Todavía está allí, intacto. Pienso que debo recogerlo. Apuro el café, dejo la medialuna en el plato. Pero ella parece menos solitaria que el carozo. Salgo a recogerlo. Pero un hombre de esos que tienen por vivienda la calle y sus recovecos, se me adelanta y busca el carozo y lo pone en el bolsillo. Me digo que se encuentra en buenas manos, por lo cual vuelvo para comerme la media luna. Pero ya se la han llevado. Era mía, no lo dudo. El alivio de saber que el carozo se ha salvado es un poco vulnerado por la ausencia de la medialuna.
Conjetura cuatro: Voy caminando con una caja en donde llevo papeles en blanco, otros con notas escritas al pasar por algún café y escribirlas rápidamente. También hay papeles en donde se encuentran anotados números pero no sé a que corresponden. Al intentar cruzar el viento, que comenzó segundos antes, abre la carpeta y los papeles vuelan por el lugar, parecen estar jugando a las esquinitas. Estoy viejo para ponerme a recoger los papeles. Juego entonces al "el anciano loco por haber perdido los papeles". ¿Estoy en verdad loco? Creo que no, pero al llegar a casa comienzo a llorar porque amaba particularmente esa carpeta de la cual nunca pude saber el contenido exacto de cada papel.
Conjetura cinco: alguien ha puesto en la vereda unas cuantas naranjas que rodean a un frasco, como si fueran creyentes adorando a su dios. Ya hay gente mirándolas, nadie toca nada. Nos trasformamos en naranjas que adoran a un dios cuyo nombre y sus propósitos ignoramos por completo.
Conjetura seis: ¿Cuáles cosas son pasibles de hacer conjeturas? Supongo que sobre todas, pues las conjeturas son validas aún en el error. En realidad cuando llegamos al campo de las conjeturas lo hacemos para que el error no destruya demasiado lo que estamos haciendo. No creo, al menos en el territorio ilimitado de la creación artística, que exista una tabla de valores que impresiona como querer hacer que hay algo que "es lo mejor" y también aquello que se puede considerar "lo peor". Si uno se pregunta qué escritores argentinos deben ser leídos, nosotros contestaríamos con la siguiente conjetura: Sarmiento, Lucio V. Mansilla, Borges, Martínez Estrada, Cortázar, Sábato, Mallea, Juan L. Ortiz, Enrique Molina, Mastronardi y tal vez algunos más. De los más recientes agregaríamos a Osvaldo Soriano, Abelardo Castillo, Andrés Rivera y posiblemente a Rodolfo Fogwill y a Beatriz Sarlo como ensayista. Pero estos nombres formarían una enumeración conjetural, un "canon" personal.
Conjetura siete: No podemos, aún queriendo, hablar de la "evolución" en lo que hace a la música de jazz. En lo esencial King Oliver nos ofrece lo mismo que Miles Davis. No pensamos que de Jelly Roll Morton a Kenny Kirland haya una "evolución" en la forma de tocar el piano. Tocan el piano de manera muy diferente, piensan cada uno a su manera, pero no creo que uno sea mejor que el otro. El espíritu es el mismo, lo que se modifica es la técnica
Las conjeturas pueden caer en muchas contradicciones, diría que hasta es necesario que eso les ocurra. Hay una pregunta que suele hacerse con frecuencia a ese a quien se le hace una entrevista: ¿Qué libro, qué disco, qué film, qué pintura, qué se llevaría ese señor que es enviado a una isla desierta de esas cosas? La pregunta en cuestión me parece absurda, pues hay que conjeturar qué diablos hay en la isla, ya que si en la misma falta el agua potable, la comida, un techo, el enviado allí no haría tal preferencia. Pero podemos pensar que si alguien nos ofrece elegir entre algunas de esas cosas o ser fusilado, tal vez camine hacia la isla desierta. Esto, claro, es nada más que una conjetura. Pero no la octava.
Octava conjetura: hacer una conjetura sobre un papel viejo y lo que está escrito en él. Pienso que a lo mejor guardo los papeles, sabiendo que es difícil que los publique, pero que están ahí como testimonio. ¿Cuando escribí el siguiente poema, a qué mujer se lo dediqué? " a vos incierta en la noche deambulando por el silencio de mis propias manos te encuentro abiertas sobre el alcohol de los párpados (duermes pienso en un instante posible pero me dejo estar hacia otro atardecer cuando la lenta complicidad de las persianas apresuran los latidos de la sangre) fotos he visto tuyas y claras precisiones de ciertas palabras (poco más puedo ofrecer a la historia de estos huesos que reposan lejanamente) sin embargo vivís simplemente en otra ciudad) recorro el tiempo que tal vez no sea el que pasó sino el que vendrá: irás hacia el desayuno que te espera apenas vestida luego te pondrás los zapatos y algo más te adormecerá otro sueño pero elegirás fumar otro cigarrillo).
Sé bien que te gustan Resnais y Borges y te emociona Truffaut en "La noche americana", alguna vez te ha dolido una muela, sabés de la tristeza de la muerte y la vida, quizá hayas conocido el amor, el silencioso amor, los pasos perdidos detrás de la ventana y quizá el mar, acaso el calor suave de la arena. Entonces vuelvo a recorrer la memoria (aunque esto sea lo de hoy): fotos han presentido la caricia de tu piel, me abandono a ese estar sin estar en un otoño que siempre es otro otoñó: me detengo, ahora yo fumo, en algún momento ¿me habré olvidado de todo?
Novena conjetura: son sombras sobre el agua, apenas sombras, húmedas, imprecisas, quietas por el momento, en otros momentos un movimiento muy leve, casi un sonido en las manos de la mujer que espera en el puente. Es un puente viejo, feo, simplemente un arco de cemento sobre una corriente de agua mezquina, sucia. La mujer mira desde el puente y espera y siente en las manos el golpe de esas sombras húmedas y mudas, pero en realidad esa es su forma de decir que está esperando. Entonces sigue en el puente contemplando el arroyo apenas agua, apenas tiempo. A veces levanta la cabeza y mira, muy a lo lejos, las arboledas distantes, vuelve la cabeza y calcula el ritmo del atardecer. Después, como si fuera lo único posible en el mundo y en ese sitio es lo único posible, lo único que ella puede con su vida, con ese trozo de su vida vuelve a mirar las aguas del arroyo, las sombras que cada vez se oscurecen más.
No hay una décima conjetura. Me entristece, pero es así: el mundo todo sin una décima conjetura.
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