Viernes, 22 de julio de 2011 | Hoy
Por Bea Suárez
Con afecto, a Diana Bilicich, Paco Cortázar y Cuqui Bela
"...Después de todo, un cambio de ministerio no puede alterar la suma de los cuadrados de los catetos..."
Ernesto Sabato. Apologías y rechazos.
¡Qué curiosidad! el próximo domingo, muy probablemente, la intendencia de la ciudad se debata entre dos bioquímicos.
Hemos visto abogados, ingenieros, médicos, etc., pero ¿bioquímicos? Y ¿encima: dos? creo que jamás. Es más, pienso que en la historia de la democracia del mundo no ha existido una sola elección en la que un cargo de semejante envergadura sea ostentado por dos expertos de la química (biológica en la ocasión).
¿Imagina las consecuencias? Yo las pensé y deseo compartir ideas con usted, lector, para empezar a medir la época que se viene seguramente.
Los bioquímicos se me representan fríos y aburridos, no tocan al ser humano sino a través de representantes (esto quizás juegue a favor de una estirpe democrática, legislativa) partes y desperdicios. Valoran mucho la caca, el pus, la saliva, se hacen fiestas con la sangre (la cual es estudiada desde todo punto de vista a modos de enormes vampiros científicos avalados por las reales academias de todas partes, vampiros en las películas, en las ciudades: bioquímicos), manipulan esperma, flujo vaginal, células cervicales, huesos, plasma, suero, sudor, pedacitos de garganta (que no es lo mismo que la voz cantante). Trabajan con lo que al hombre común no le sirve absolutamente para nada, pero sin embargo sacan hermosas y contundentes conclusiones, sobrevuelan al médico y al enfermero, hasta que no se expiden, pocos toman decisiones (antes era diferente, ahora el laboratorio es Biblia y la palabra médica muchas veces calefón). Ponen números enormes que asustan, nos hacen millonarios, manejan a la vez microgramos, partículas, rastros, vestigios, colores, de ellos depende en la mayoría de los casos los pasos a seguir. No ven al que sufre, no lo observan, estudian a lo lejos y afirman muy de cerca, tienen una relación especialísima con la verdad. Y muchas heladeras y estufas, mostradores donde bonitas señoritas reciben parte nuestra en abochornados actos, toda una obra social.
Los bioquímicos: saben. Firman, dan datos, recuentan, hablan de cosas chiquititas, glóbulos, plaquetas, azúcar pero no para cafés, miden hormonas, son los que nos advierten que no hay defensas para capear el temporal.
Siempre andan de estricto guardapolvo blanco cosa de no ser contaminados, mientras nosotros paseamos perros en la plaza ellos tienen cerca a las bacterias, los virus y los hongos, son gente de aparatos que agrandan lo que jamás veremos con el ojo común de cada uno, usan centrífuga pero no para pulóveres, tienen frascos jamás de mermelada sino llenos de ácaros, carne, pelos, uñas o dientes si fuera menester.
Qué gente rara! Estudiar tanto para distar del campesino, el barrendero, el almacenero de la otra cuadra, querer (y creer) conocerlo por el producto de su estornudo.
Pasan una formación universitaria rigurosa, llena de matemática y estadística, nunca un poco de literatura! Claro! ¿qué les aportan el verbo y el lenguaje si ellos existen a merced de lágrimas y catarro?
Los niños les temen, van al laboratorio y los infieren porque el olor a bioquímico es picante y la jeringa un arma unitaria y diáfana que sólo aviva la memoria. Aprietan con una gomita amarillenta, color café con mucha leche, el brazo de los valientes que necesitan averiguar cómo es el enigmático organismo, en chequeos anuales que alargan la vida doce meses. Sólo doce. Por la sangre brota la verdad, como revelación cuasi divina.
Esta vez son dos los que desean gobernar Rosario. ¿Qué nos deparará el destino? Les debe encantar el tema de la basura y las cloacas, lo tendrán como eje de campaña, dónde estarán los basurales, cómo limpiar las calles, qué hacer con los restos. La tendrán mas clara que nadie. Colocarán islas para dividir algodón de botella de chapa de pintura de yerbadefrasquitodepatadepolloetcéteras. Fumigarán Rosario con Espadol, nos desinfectarán las ideas. Una mañana amaneceremos en Formol.
¿Nos harán reaccionar de una buena vez? ¿Tirarán a Fehling por las calles y dará positiva la intención de voto? ¿Les importaremos más que nuestra orina? ¿O será mas interesante una escupida que la angustia?
(A él no lo conozco, a ella sí, la sé amiga, madre, persona cabal, diputada luchadora, calentona, interesada en la microciudad, el obrero, el club de barrio, la señora que barre la vereda, la conozco desde que teníamos 18 años y siempre pensó como piensa algunas cosas ahora, con la dignidad de ahora).
Pero en manos de bioquímicos se debatirá la cosa.
Ojalá que hagan buenos análisis, ojalá con los resultados lleguen al mejor antibiótico, ojalá mezclen, batan, pipetéen, y neutralicen odio, que busquen buenos catalizadores de obra, buenos papeles tornasol que les den la medida justa del rigor y la caricia, ojalá traigan tecnología nueva que dé en la tecla con las enfermedades grandes de la sociedad ínfima, ojalá hagan equipo con el sufrir íntimo de la vida, y a los sectores más desdichados los vean como tropezones no simulados de Nación, puedan cambiar especies, mejorarlas, nuclear, batir y que quede la borra abajo y lo mejor que flote.
Llegaron los bioquímicos a postularse como intendentes, vamos a votarlos para que dentro de un tiempo los análisis den bien, estemos curados y la vida se prolongue encendida por Rosario.
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