Sábado, 30 de julio de 2011 | Hoy
Por Miriam Cairo
Crónica china
Sin voz, bajito, la mujer dice lo que sabe: algún día me matará.
Y yo lo sé.
Eso es lo más terrible.
Y es terrible llegar a esto en Saigón.
(Silencio de mujer china).
Silencio fuertísimo que despierta a los pájaros y los pájaros caen acribillados por un vals desesperado.
Ningún pájaro, ningún hombre comerá el thitkho y el arroz que la mujer china deja sobre la mesa.
Ninguna mano china de un hombre chino la aproximará a lo increíble.
Crónica aciaga
A la hora de siempre llega Helena conjurando pájaros mudos y amores muertos. Nada puede ser más trivial. Un conjuro a imagen y semejanza del dios de la intemperie.
Crónica tremolante
Nunca llegaré a ninguna parte, dice, la mujer brújula.
Se pierde hacia el norte. Viejas imágenes fulguran.
El micro va dejando pueblos olvidados, piquetes de gente nerviosa por el desempleo, accidentes fatales.
Nunca llegaré a ninguna parte, vuelve a decir la mujer brújula.
Y es terrible el deseo de no llegar.
(Silencio de mujer brújula).
Silencio fuertísimo que despierta a lo pájaros chinos que duermen en las ramas del sándalo de Chung Tzu.
La mujer cierra los ojos en el momento en que alguien quiere preguntarle hacia dónde va.
En el cielo las nubes la siguen sin intención.
Crónica animal
Una hora después de lo esperado llega la mujer de pelos rojos que nunca tuvo hijos, pero crió con mucho amor un pájaro mudo y algunos amores muertos. Llega y cierra la puerta. Llega tan nueva, tan intencionada y tan despacio. Se sienta. Se estira y se queda. Se va quedando. Descansa. Se va haciendo descanso y olvida la forma perpendicular de sí misma. Sin levantar los ojos hace coincidir el péndulo con toda la incidencia de los besos. La noche trae a la portátil mariposa de finos labios que se alimenta de sus delicadas papilas vibratorias.
Crónica divina
Al minuto viene la santa sudada que enreda palabras obscenas, virginales, religiosas, viriles, opacas. Viene sin cabeza y con alma. Sin senos y con rodillas. Viene con sus nudos velocísimos que amarran el cielo a la tierra. Viene escoltada por un número cualquiera de ángeles dispuestos a increpar a la casada en grandes apuros que susurra melodías litúrgicas robadas.
Crónica imaginaria
Helena trabaja todo el día. Y trabaja toda la noche. Es Helena o "Helena" según el caso. Triste o alegre según la ocasión. Callada o muda según haga falta. Pasa uniformemente de la habitación iluminada a la habitación oscura. Y el mundo gira.
Crónica gutural
Ayer se le ocurrió a la mujer del quinto piso que nunca había amado a su marido porque se lo impedía la palabra marido. Ayer puso las cartas sobre la mesa, y pensó que la palabra marido convierte al hombre en algo ligeramente hostil, no por él mismo, sino por la palabra, por la esclerosis que la obtura y por el frío que la penetra. Tanto más grave se volvió el pensamiento cuando la mujer del quinto piso advirtió la sutil desviación de la palabra sentimiento hacia el camino sin retorno de la palabra amante.
Crónica diaria
La mujer sale de su casa con instrucciones en el anotador. No es mucho lo que tiene que recordar, pero aún así, olvida. Estaciona el coche detrás de un contenedor de basura. Un dragón subterráneo cuida los tesoros desechados de los hombres. La mujer revisa varias veces el teléfono celular. Al final de una góndola, un recodo. No coinciden los seres ni los colores ni las formas. Se mueve algo en el sector de lácteos. Son los precios monstruosos que pululan. Alguien sacude el letargo mágico de las verduras. La mujer va colocando cosas en el canasto. Desafía al olvido. Se siente autónoma. A estas circunstancias viene a agregarse que la cajera ha salido de un bestiario anglosajón. Sube al coche y saca de la cartera el anotador. No encuentra la página con las instrucciones. En ninguna parte dice cómo volver a casa. Encuentra el listado de compras. Algo compró, algo ha olvidado. Estudia el anotador con cuidado. "Alguien crea silencios para nosotros", copiado de la página 43 de un libro de Bolaño. Como Bolaño, la mujer arranca la hoja, la arruga y la tira por la ventanilla. Como Bolaño mira por el espejo retrovisor y cree ver cómo el viento la arrastra hasta hacerla desaparecer.
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