Sábado, 24 de septiembre de 2011 | Hoy
Por Miriam Cairo
La mujer es el negro del mundo
Sí ella es... piensa sobre eso
La mujer es el negro del mundo
Piensa en eso... haz algo al respecto
John Lennon
Mostrar significa descubrir, revelar, hacer público algo, por ello, la propuesta de la joven productora de arte, Amira Erne, con Hijas de Mahoma, que se inauguró el pasado 22 en Polirubro, espacio multidisciplinario de arte contemporáneo sito en Catamarca 1301, es particularmente inquietante, ya que nos presenta una dialéctica que va desde el burka, vestimenta de la mujer musulmana, hasta el cuerpo expuesto en fotoperformance. En ese ir y venir de un cuerpo mostrado a un cuerpo omitido, el espectador se llena de interrogantes.
Todo lo narrado en esta muestra lleva a pensar que la mujer es un constructo diferente en cada cultura, pero en todas éstas la mujer siempre ha ocupado un lugar distinto del hombre. Más aún, una se pregunta hasta qué punto las construcciones culturales confieren, a todos los sujetos que componen la sociedad, espacios de realización personal.
Y si bien una, como espectadora, como lectora, como mujer, tiene muy en claro que llega a pensar las otras culturas con los mandatos de la propia cultura, es inevitable preguntarse hasta qué punto es posible permanecer imparcial, desprovista de criterios ante ciertas realidades. Una es consciente de que la cultura occidental siempre se ha adjudicado imperativamente para sí el valor de norma por medio de la cual se habrán de evaluar las demás culturas. Y sin embargo, aún en total desacuerdo con esa falaz supremacía, el caso de la mujer exige una mirada que exceda tanto los prejuicios vigentes como los viejos mandatos culturales, porque una, desde este lugar del mundo y del pensamiento, sospecha que no debe ser gratuita la configuración anímica, intelectual, emocional, espiritual, biológica de una mujer que transcurre su vida oculta tras un velo. Al estar frente a cada una de las imágenes expuestas, éstas y más ideas bullen, superponiéndose unas a otras, confrontándose, solidarizándose. Las imágenes resultan puertas de entrada a los laberintos culturales. Los arabescos embellecen la oscuridad de la mujer. Los velos y la desnudez nos enfrentan a "lo negro del mundo". Amira nos interroga, Amira como Lennon pregunta qué haremos al respecto.
Pero el arte no resuelve. El arte, en términos freudianos, hace visible el síntoma. Sin embargo, en este caso, una siente que el síntoma que Hijas de Mahoma hace visible, trasciende las fronteras de lo individual y se apodera el espacio social. Amira dice: "Islam significa paz, obediencia, sumisión. Se debe demostrar su adhesión con hechos, la Fe no basta. Busco someterme desde el ritual, el dolor, la marcacicatriz grabándome en la piel el nombre de Alhà en aquel lugar de mi cuerpo donde más se perciba dolor, cerca del corazón. Tatuarse es marcarse. Frontera donde se produce un intercambio entre lo interior y lo exterior. Pielcuerpo. La desnudez es vestido y la pintura es cuerpo".
La exhibición del poema "La roca", como parte de la muestra, de la poetiza palestina Fadua Tuqan, propone una de las muchas puertas de entrada para leer estos trabajos:
Mira cómo esa negra
Roca ha sido amarrada a mi pecho
Con las cadenas del arrogante destino,
Con las cadenas del absurdo tiempo.
Mira cómo aplasta
Mis frutos y mis flores,
Me esculpe con el tiempo
Y me destruye con la vida.
¡Déjame! No podemos vencerla.
Las cadenas de mi prisión no se romperán.
Permaneceré en soledad
Mientras el destino sea mi prisión.
Para la mujer, a lo largo de la historia, en cualquier lugar del mundo, la cultura ha sido una roca atada al cuerpo.
Pero los collages, las intervenciones, los versos, y toda la ambientación de la muestra, resultan vasos comunicantes entre las culturas, y las interrogan genuinamente a la vez que ofrecen distintas oportunidades de acercamiento, de fusión.
Acaso la intervención en la que más se aprecia esta búsqueda, sea en los espejos arábigos que reflejan el beso de Klimt, beso que trasciende las figuras humanas y se convierte en un símbolo de contactos, de aproximación amorosa, de disolución de fronteras. Un recogimiento especial provoca dicho beso enmarcado por el burka, a partir de cuya observación sobreviene en el espectador una catarata de emociones e ideas que desembocan en la convicción de que Hijas de Mahoma es el resultado de un mecanismo emocional de introspección mediante el cual se expone, desde la desnudez o tras los velos, un enigma.
Para quienes deseen ser interrogados, para los que deseen involucrarse en este diálogo que va desde la estética hasta el alma, la muestra sigue abierta hasta el próximo jueves 29, de 17 a 20.
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