Miércoles, 28 de septiembre de 2011 | Hoy
Por Gary Vila Ortiz
En un tiempo ya lejano solía ir a algunos colegios para hablar de la lectura. El propósito de quienes me invitaban era loable, sin duda. El resultado de mis charlas era poco convincente. Llegué a creer que si bien es necesario enseñar a leer, no es fácil proponer la lectura. Es decir la alfabetización es posible. Pero la lectura como forma de ampliar nuestro mundo, de enriquecernos espiritualmente es posible de intentar hacerlo, sabiendo que si logramos algo será por excepción. En mi caso lo que me impulsó a la lectura es haber pasado mi infancia, mi adolescencia y parte de mi juventud rodeado de gente que sentía placer por la lectura. En la casa paterna había libros además de los libros de medicina de mi padre. En las casas de mis abuelos también había unas cuantas bibliotecas. Y gozaba del privilegio de poder tomar cualquiera de ellos sin censura alguna. Los libros eran parte de la vida cotidiana. Leer y ver a mi padre leyendo o alguno de mis tíos en la misma ocupación. Lo cual me convirtió en un ávido lector. Casi diría un obsesionado por la lectura. Lo sigo siendo y siento tristeza cuando sé que por mi edad habrá libros que tengo en la biblioteca que no leeré y en otros casos no releeré, que suele ser (al menos en ocasiones) un placer mayor que en una primera lectura. Esto no significa que sea necesariamente un buen lector. Estas líneas las dicta algo que me viene pasando desde hace un tiempo. Hay un lugar, en Facebook, que se llama "Memoria compartida" que siempre propone temas que me interesan particularmente. El último que se propuso fue ofrecer una colección de pinturas que mostraban a personas leyendo y posiblemente sacar alguna conclusión. Me conformo con pensar que conocí, al menos cinco personas que si se le preguntaba qué imagen tenían de su padre era "lo recuerdo como un hombre leyendo".
Desde 1958 he tenido la suerte de que mis trabajos tuvieran el trato con los libros, con la música y la pintura. Por lo cual forma parte de lo que voy escribiendo un pasado que me recuerda tal o cual cosa y junto a esas tres la pasión del cine. Por eso es que voy a seguir en ese camino, creyendo que el mismo tendrá algún buen resultado. Como ya dije soy un mal lector y me cuesta ponerme a leer un libro en particular sin andar hojeando otros. De estos libros, no he terminado ninguno, quiero hablar en estas líneas.
Comenzaré por una edición de las cartas de Arnold Schoenberg, músico por el cual tengo un gran cariño y suelo escuchar con frecuencia. Schoenberg vivió entre 1874 y 1951. La primera de las cartas, seleccionadas por Erwin Stein, data de 1910, la última de 1949. En esta última, que es una carta que hizo circular como agradecimiento a sus amigos, Schoenberg habla, con cierta tristeza que solamente será reconocido después de muerte. El libro tiene unas palabras de Stravinsky, vivo para la primera edición de este libro, diciendo lo siguiente: "Su colección de cartas forma también una autobiografía que es la más consecuente y honesta que existe de un gran compositor. De hecho éste es uno de pocos grandes libros escritos por un compositor y nadie relacionado con la música -y no únicamente la música contemporánea- puede permitirse el lujo de estar sin él".
El segundo de los libros que quisiera recomendar es el que contiene, además de algunos estudios, las cartas entre Alban Berg y Hanna Fuchs y el análisis de algunas de las obras que nacieron de ese amor secreto, ya que los dos estaban casados. Berg murió muy joven, a los cincuenta años en 1935. En este libro se habla de todas las influencias que pudieron tener de él Schoenberg, que fue su maestro, su amigo Anton Webern, su mujer, Helene, pero sin duda "un especial significado destaca la presencia de Hanna Fuchs, la amada lejana. Las cartas que Berg le escribió constituyen uno de los testimonios amorosos más sobrecogedores jamás escritos por un compositor". El encuentro con esa mujer en mayo de 1925 lo sumergió en una profunda crisis que nunca logró superar y tuvo notables repercusiones en su actividad creadora. Y según algunos la Suite Lírica, el concierto para violín, posiblemente su ópera Lulú, serían impensables sin Hanna Fuchs.
Sigo con otros libros dedicados a la música, en este caso al jazz. Uno es nuevo y se trata de un estudio de Robert Faulkner y Howard Becker que se titula Jazz en acción . En ingles el título es otro: Do you know? The Jazz Repertoire in action. Y de eso se trata justamente. A los autores les parece que la palabra jazz en el título puede hacer pensar en que estudiaran a que su extenso estudio está dedicado a ese tipo de músicos, pero no es así. Por cierto que el jazz se encuentra presente, pero ellos prefieren llamarlos "músicos comunes". Y aclaran más adelante: "Lo que hemos llamado con cierta inexactitud 'repertorio del jazz' es en realidad una mezcla de jazz, canciones populares, música étnica y cualquier otra cosa que los músicos comunes hayan podido aprender a través de su experiencia de tocar en público". Proponen una diferencia entre las canciones que se utilizan en ese repertorio: las canciones tradicionales, las escritas por autores profesionales para el consumo popular, canciones escritas por músicos de jazz, canciones que los músicos inventan durante la ejecución. Tanto Faulkner como Becker son músicos pero también son sociólogos, por lo esta obra es ante todo un estudio sociológico que nos parece bueno como un elemento más en el estudio de la música de jazz.
El otro es la reedición del excelente libro publicado por Eudeba en 1960, Los maestros del jazz de Lucien Malson. Esta nueva edición agrega mucho a la primera en castellano (la primera en francés es de 1956) y hace cambios en el texto. Los estudios se encuentran dedicados a King Oliver, Louis Armstrong, Sidney Bechet, Fats Waller, Duke Ellington, Lester Young, Billie Holiday, Charlie Parker, Stan Getz, Thelonious Monk, Miles Davis, John Coltrane y B.B.King. En la edición argentina que mencionamos estaba traducida por Alicia Ortiz con notas de Néstor Ortiz Oderigo, no se encontraban los capítulos dedicados a Stan Getz, Billie Holiday, Monk, Miles Davis, John Coltrane y B.B. King. Por otra parte, el estudio de Lester Young en aquel libro estaba junto con el de Coleman Hawkins. Aquí también se lo estudia, pero el nombre de
Coleman Hawkins ha desaparecido del título del capítulo. Es decir el contenido sigue siendo el mismo, pero hay algo que no me gusta demasiado, el título debería haber mantenido los dos nombres, pues se trata de una comparación.
El quinto libro al que queremos referirnos es una espléndida edición de los dibujos de Franz Kafka algunos conocidos por encontrarse en parte de la obra, pero muchos representan, por lo menos en mi caso, una novedad por la calidad de los dibujos y pensar que son además un testimonio de lo kafkiano en esos dibujos, algunos realizados con lápiz y otros con tinta. Con inteligencia los autores han seleccionado algunos textos que tienen una indudable relación con los dibujos, alguno de ellos que muestran de qué forma se sentía Kafka al realizarlos. La edición de la obra estuvo a cargo de Niels Bokhove y Marijke van Dorst y la impresión fue realizada en Praga en el 2006. Los dibujos son conmovedores por lo cual creemos que un lector de Kafka debe aproximarse a este libro. Se muestran 41 dibujos y se apunta otro dato sobre nueve dibujos más que son citados pero que son inaccesibles. Está bien, pues se trata de algo con sabor a Kafka.
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