Sábado, 1 de octubre de 2011 | Hoy
Por Miriam Cairo
La palabra
Con su naturaleza temperamental y su esperanza nacida de una debilidad momentánea, esta bestia de iluminaciones súbitas, con dos o tres sacudidas se eleva desde el centro y hace que la boca de una se abra en todo su tamaño para luego obligarla a cerrarse en un modo lento y lascivo.
Esta bestia inocente, no tiene conciencia del bien ni del mal, respira desde la asfixia mientras los monstruos de palo juegan a la ronda del amor.
Algo huérfano late dentro de ella, late junto a algo viejo y algo recién nacido. Con su naturaleza de loca incendiada nos anima a decir "éste es el hombre de mi vida", toda vez que una tiene la esperanza de que ése sea el hombre de su vida.
El libro
Es un animal inmenso (como el universo) pero no infinito (como el universo). Si lo fuera, habría infinita materia en infinitas estrellas y no es así (ni en uno ni en el otro). En cuanto a la materia, en este animal inmenso es sobre todo espacio vacío (como en el otro).
Su cuerpo está constituido por galaxias, cúmulos de galaxias y estructuras de mayor tamaño llamadas supercúmulos perceptivos que exceden el propio cuerpo textual de la bestia inasible. Pero además también contiene materia intergaláctica, según los astrónomos, o intertextual según los semióticos.
El material del que se compone este espécimen, como el del universo, no se distribuye de manera uniforme sino que se concentra en lugares concretos: galaxias, estrellas planetas, en el caso del segundo. Ausencias y sigilos, en el caso del primero. Pero a diferencia del universo, que se formó una vez, hace unos 15 mil millones de años, la existencia de esta divinidad inasequible vuelve a suceder cada instante en el que otra bestia, tan brutal y sigilosa como él mismo, lo abre, y se deja atrapar por sus tentáculos o páginas.
Ciertos días
Ciertos Días son siniestros. Las estrellas malas devoran a las estrellas buenas, las flores oscuras devoran a las flores blancas, las hormigas rojas oprimen a las hormigas negras, la flora se hace fauna, la vecina de enfrente es una Erinia Violeta. Ciertos Días son mancos. Tienen una sola mano negra hambrienta de realidad, que nos condena a una vigilia atroz hasta hacernos sentir desarraigados de cualquier mañana.
La metáfora
Esta criatura bestial que vela arropada en las ranuras, guarda el espejo donde duermen los fabulosos signos. Quien escucha su voz de animal desviado, aparece en estratos cargados de infinitos. Quien cae en su mar de olas fosforescentes crece más allá de su propia existencia.
En ocasiones, su hocico penetra en la carne de un modo muy agudo y el mundo es un charco de sangre. A veces es un candelabro de siete brazos y siete ojos; a veces es una mujer desnuda que quiere volver a desnudarse; a veces asciende como un canto radiante por los muros. Esta bestia que tensa y altera el sentido lineal de otras bestias, existe como una voz que despluma.
Los puntos finales
Son de estirpe perturbadora. Contienen aceite en el cerebro y un color infértil en el lugar del sexo.
No se pueden detener en la vasta pradera como una gacela o un punto seguido, porque están condenados a paralizar todo lo que sea movimiento. Incapaces de imbricar peces, melodías, objetos, forzados a no tener nada después de sí mismos, los puntos finales cierran la puerta en las narices a todas las visitas.
Siempre están al final de algo y (por desgraciada obviedad) nunca al comienzo. Sus pies son pies de cementerio. Sus manos son de abismo. Su después es nunca. Su mañana jamás.
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