Martes, 6 de marzo de 2012 | Hoy
Por Javier Chiabrando
Siempre sorprende lo rápido que este país se suma a los inventos o modas. Sale un aparato nuevo en Nueva York, sea para grabar música, para hacer cine, para operar narices, y a los dos días miles de argentinos lo usan como si hubieran nacido con él. Y no es de ahora. El cine argentino se inició apenas un año después de que los hermanos Lumiere exhibieran la primera película de la historia. Supongo, apelando a psicología de café, que vivir en el culo del mundo obliga a esforzarse para no ser olvidado, y estar "al día" es una manera. Uno de esos últimos inventos es el GPS. Hace uno año nadie sabía qué era y hoy lo tienen hasta las Estancieras de los panaderos que hacen todos los días el mismo recorrido. Para quien no lo sabe, el GPS te indica cómo llegar a destino, y si te equivocás, comienza a repetir "recalculando, recalculando".
Qué útil sería si para todo hubiera un GPS que te diga "recalculando" cada vez que te pasás de largo, sobre todo cuando camino a casa nos distraemos en el balcón de la rubia de los pecados o de alguna novia que volvió del pasado remoto operadita de pies a cabeza. De haber existido el GPS desde siempre el mundo sería otro. Sin ir más lejos, Colón habría llegado a Las Indias y quizá este continente habría sido descubierto (ya no "colonizado") por los holandeses y las hermanas y primas de los argentinos serían unos minones de dos metros dignas de ser estrellas del vóley. Bien visto (o mal visto) el GPS es una especie de psicólogo. Uno le cuenta adónde quiere ir, él te ayuda a entender cómo llegar (siempre que sea posible), y al fin uno luego hace lo que se le da la gana. La diferencia está en que el GPS se puede apagar.
Un gran invento fue el GPS especial para la política, grande y fuerte como una heladera, capaz de soportar a los gobiernos que amagan por izquierda y después te entregan con patas y todo a cuanto organismo depredador internacional anda dando vueltas. El que inauguró el GPS en la política fue De la Rúa, pero su GPS daba más órdenes que él. Entonces los radicales se reunieron en un congreso partidario y decidieron enterrarlo junto a la Banelco de Flamarique y a la afiliación a la Internacional Socialista. Dicen que fiel a su rol y orgánico como se espera de un buen correligionario, el GPS indicó el camino a su propia tumba.
Los mejores GPS los tienen los de la mesa de enlace del campo, porque encuentran cada uno de los múltiples campos que atesoran y se saben el nombre de cada vaca que hay en el país y las siguen al bebedero o al matadero. Esos GPS tienen una opción alternativa: recomiendan inversiones. Una mañana empezaron a decir "recalculando, recalculando" y aconsejaron invertir en Fiat Fiorino y Rancheras de los años '90 porque no era cuestión de aparecerse en las reuniones con el gobierno, adonde iban a llorar, ya sea por la sequía, ya sea por las inundaciones, en relucientes 4 x 4 imposibles de estacionar de grandes que son. Eso generó que las Fiorinos y las Rancheras subieran de precio y se revitalizara el mercado del auto usado. Para algunos fue un error de Moreno, para otros una jugada maestra de Moreno. Un GPS a mi derecha.
Otros que "recalcularon" de lo lindo fueron los intelectuales a los que no les gusta el gobierno, y se volvieron muy atentos a los temas ecológicos e indígenas, algo que antes no les importaba gran cosa ni les ocupaba tantas páginas sino que era parte del temario general al estilo de "cuidemos el planeta y pasemos a otra cosa que se me queman las milanesas". No es un mal negocio para el país. Un montón de pensadores que antes se limitaban a firmar petitorios que nadie sabía bien quién escribía, se volvieron militantes de causas muy nobles. El GPS de esos intelectuales labura como negro remero, obligado a buscar cada tema al que el gobierno le dedica poca atención, o nada, para luego alertar: "recalculando, que acá hay un rincón donde meter el dedo y machacar". Aseguran que el GPS de Lanata, que más que GPS es un amigo, le gritó: "Recalculando, Jorgito, que es hora de dejar de trabajar en negro para Clarín y pedir que te pasen a planta permanente". Dio resultado.
Ahora, ya agotadas las bromas, el GPS que anda diciendo "recalculando" a cada rato es el del gobierno. Y no es para menos. El compromiso de las elecciones ganadas por boxeo obliga a repensar cada palabra porque una cosa es decir para convencer y otra para satisfacer. Es la diferencia entre levantarse una mina y mantenerla, ambas tareas hercúleas, pero no semejantes, porque a una mina te la podés levantar por distraída, borracha o aburrida, pero para mantenerla tenés que mostrar las cartas o saber mentir en todas las manos. Y durante años.
Dicen que el lunes después de las elecciones el GPS del gobierno madrugó más que nadie, a los gritos pelados de "recalculando, que ya se sabe que los segundos mandatos tienen mala fama". Y es verdad. Siempre se ha dicho que no terminan bien. Y que el poder desgasta. A eso se le podría responder con la fina ironía de Giulio Andreotti: "El poder desgasta a quien no lo tiene", pero visto el presente de los italianos mejor no tomemos para eso lado. O sea: "Recalculando". En fin, con ese asunto de la mala fama de los segundos mandatos, el gobierno ha intentado mantener la iniciativa y meter mano en temas sensibles: subsidios, Malvinas, jubilados. Cada día o cada dos días una noticia, lo que mantiene ocupados a los voceros de la desgracia. No es poco.
La tentación de tirarse a dormir la siesta es enorme. Es lo que un vago como yo hubiera hecho. "¿Por cuánto gané? ¿Por el 54 por ciento? Despiértenme el mes que viene". Pero por algo los vagos como yo no están al poder. El poder exige ejercerlo, porque sino se genera un vacío que alguien va a ocupar antes de que el GPS recite "recalculando" dos veces. Esa película ya la vimos, y repetida. Ya he dicho en notas anteriores que el gobierno es el que plantea y ocupa todos los niveles posibles del discurso político. Y que si uno de esos discursos flaquea o es inconsistente, rápidamente aparecerá un documento anónimo firmado por los entusiastas de turno manifestando enojo o disenso, razonable en muchos casos. O sea, ante un discurso flaco (por ejemplo minería), "recalculando".
Claro que la tarea es enorme. Lo sigue siendo, y no sólo en materia social o cultural, sino en la consolidación de una base política que no se agote en media docena de nombres que salen bien en las fotos. El futuro se escribe a cada rato, con ayuda o no de un GPS. Un buen GPS alertaría ya sobre lo inconveniente que resulta a esta altura identificar al contrincante como la "opo" o "la corpo" o los "medios dominantes" o, sencillamente, "la derecha". Ojalá el contrincante, formado en años de connivencia mafiosa y traiciones, de corrupción y confusión sistematizada, se pudiera definir en una onomatopeya. Eso estuvo bien para plantear -de manera inédita en la historia política el país- que el poder no estaba en quién ganaba las elecciones sino en el poder económico, es decir en un grupo muy, pero muy, pero muy pequeño de timberos que deciden por todos nosotros según lo que desean y persiguen. Y que ésa era una de las cosas que se podía empezar a cambiar, o al menos a revisar.
Creo que un buen GPS también plantearía también la necesidad de "recalcular" la tendencia a demonizar a todo aquel que piense diferente (motivo de análisis personal ante el espejo y con la almohada). Este GPS sería el más caro del mercado, porque al fin te dejaría arrodillarte a su lado y confesar pecados o exabruptos. De premio, un alfajor con gusto a hostia. Si aún no existe, habría que inventarlo.
En fin, son muchas cosas, todas fascinantes. Ante cualquier confusión, siempre sigue existiendo la opción de amagar por derecha y rajar por izquierda o viceversa, pero acá ya nos conocemos todos y se nos adivina la gambeta debajo de la mascarita. Además, seguro que la mayoría de los GPS son chinos y antes de salir para la derecha explotan como los casetes de Misión Imposible.
El GPS que no parece andar "recalculando" muy a menudo es el de los contrincantes del gobierno. O se les acabaron las pilas o alguien lo apagó y chau. No creo que sea confusión o inercia. Quizá inercia sí. Otro GPS a mi izquierda, por favor. Para ellos nada parece haber cambiado: dicen más o menos las mismas cosas, llevan a sus programas a los mismos invitados (aunque sean la Bullrich o Pino, que no representan a casi nadie), y están dispuestos a esperar a que el GPS del gobierno los guíe al agua.
Hablando de agua, estas notas no son para dar consejos, pero nada indica que no sirvan para darlos. ¿Vio alguna vez vacas en la lluvia? Bueno, las vacas se ponen de culo a la lluvia para que el agua no les moleste en los ojos. Bueno, mi consejo al gobierno es que haga lo mismo que las vacas, que le dé el culo a la lluvia y que mire hacia adelante, hacia donde se supone que está el porvenir. Recalculando o no.
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