Sábado, 5 de mayo de 2012 | Hoy
Por Miriam Cairo
Zapping. Del partido de Barracas con San Lorenzo a la sesión en Diputados. Una minotaura también es un ser del mundo. El que gane este partido jugará con River. Mayoría en Diputados. Grito de gol. Gargantas enfortecidas. Una minotaura escribe textos microscópicos. Toma café. Quiere que gane Barracas por simple voluntad taurina. Vuelve al trabajo. Vuelve a borrar palabras. Los escritores a su modo hacen libros a su modo. Las minotauras trabajan deshilando. Escriben sin costura. Escriben con musas apedreadoras de pompas. O se escribe corto o se escribe roto. Corto y roto también, dicen las musas.
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Escribir chiquito. Escribir ocultando. Escribir rompiendo. Escribir en la palma de la mano. Escribir con los cuernos. Dino Saluzzi con los dedos del alma. Una minotaura también es un ensimismamiento. Un pie deslizado. Demasiado temblor para no salpicar con las alas el delito. Ella se asustó. Se escondió detrás de la cortina alta como un girasol que parecía militar en el recato. Escribir chiquito y escribir roto. Otra mujer le quitó el corpiño. Enormes formas maternales se soltaron bajo el chorro de luz. Primera foto. Los gatos flotaron en la noche con sus reyes. Había un hombre invisible llenando las copas con un vino invisible. Había otro hombre desnudo.
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Dentellada. Escribir en un dedal no es escribir poco. No es escribir menos. No es flojera. No es pereza. Por la mañana las minotauras no pueden despedirse de los reyes invisibles. Militan transparente. En la noche los jinetes cabalgan por el infinito. Por la mañana necesitan anteojos de sol encima de la nariz. Con el espiral de su cuerpo debajo del tapado, espera que el calor se mantenga en la impostura. Una minotaura que escriba chiquito, que escriba roto, tiene que ganarse el sustento de cualquier forma para seguir escribiendo roto sin morir de hambre. Una a una, las cosas de este mundo.
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Sonidos de familia. Una minotaura también es un ser de familia. Se escribe chiquito para la palabra, por la palabra, no por falta de palabras. La novela se atasca. Chupa todo lo que anda alrededor. Parlotea, parlotea. Un chisme detrás del otro. Pero acá se escribe roto. Se escribe con los dedos. Con los dientes. Con el puñal. Con el esguince. Con la espada. Para adelante y para atrás. Se escribe monstruo. Una minotaura adherida a la secreta palpitación de lo invisible, escribe figuras emboscadas. Llueven gotas de sangre sobre el papel. Sangre negra de tinta negra. De vino oscuro derramado sobre la alfombra. Ella quedó absorta con sus formas maternales. Los gatos y los reyes también. La lengua de los gatos titilaba porque el hombre desnudo daba pasos rasgados hacia el girasol desnudo. Foto siguiente.
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Sacude. El texto mínimo desmonta. Apenas el reverso de una sombra blanquísima tallaba el perfil de la mujer desnuda. Las fotos en la pared ni parpadeaban. Los gatos miraban desde abajo. Otra mujer con el traje en llamas miraba con los ojos entreabiertos. Plácida, silenciaba. Algunas palabras se salían del camino y los retratos en la pared parpadeaban. Mano de mujer sobre mano de hombre sobre mano de mujer. Pies de mujer con pies de hombre con pies de mujer. Una minotaura es también una pequeña certeza en la noche. El texto mínimo derriba. Los cuerpos desnudos se sustraen, se exceden, se aproximan. El hombre invisible robaba las fotos con la mano mojada.
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Foto siguiente. La totalidad del viento no cabe en un cuerpo. No cabe en una noche. No cabe en un texto. Las enormes formas maternales caen lentamente en movimientos reales e irreales. El hombre desnudo era un dragón transparente barrido por el viento. El hombre invisible estaba sentado al otro lado del mundo. Sus ojos sujetaban la respiración de los cuerpos abiertos. La noche alteraba la percepción del silencio. Los desnudos se subieron a la luna para mejor desnudarse. La lluvia era blanca. El texto era breve. La foto, una mirada.
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Una mujer invisible. Un hombre descalzo. Otro hombre desnudo. Una minotaura miraba. Una minotaura construía la noche. La noche encendía un cigarrillo mientras rompía la frágil envoltura de las formas. Lo que antes era sombra se transformó en palabra. Lo que era débil se hizo fuerte. Lo que era seco se hizo húmedo. Lo que era quieto se hizo taladro. Los gatos miraban de reojo. Los reyes invisibles hablaban con palabras invisibles. El hombre desnudo galopó. Iba y venía. Afuera la ciudad flotaba sobre la niebla. Dino Saluzzi retenía y soltaba, retenía y soltaba, acostumbrado a ese ritual de los dedos y del alma. Y se desataron tormentas más espesas de lo que se podría creer. Minotauros con alas.
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Cambian los sonidos del hogar. Suena el timbre. No atiende. Una minotaura es y no es un ser del mundo. Escribe. Desgaja. Mira el reloj. Todo parece fácil y después es muy difícil. Se restregaban contra el sillón los reyes. Había una remota posibilidad de que los seres invisibles se hicieran visibles. Desde lejanas tierras venían las lluvias. El hombre invisible galopó sin rumbo. El timbre vuelve a sonar. Cuando se escribe roto se está en dos tiempos y en dos lugares. En tres tiempos y tres lugares. En tiempos y lugares. Una minotaura galopa sobre el caldero mágico y completa el álbum de fotos, con los reyes, el girasol, el desnudo y los gatos. La minotaura abre la puerta. Entra el mundo. Sale el mundo.
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