¿Será que llueve?

Es agosto. Mentiría si dijese que no duele.

Rayos tajo de yegua percuden el cielo de la niña de ojos verdes.

El instinto huye junto a una jauría de centauros.

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Al rojo del amanecer le declara su amor una lechuza.

Prodigio tan visceral enmarca la partida de los elegidos. Ellos, acaso por Venus abanicados, lleguen a una tierra de alabastro o acaso desaparezcan absorbidos por el gris.

Ellos, los elegidos los condenados, atravesarán infortunios y espantos que aterrarán a los sensibles apenas oigan el comienzo.

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Darle demasiada importancia al inicio, considerarlo tan decisivo... eso es un error. Y de los graves. Una falacia que se arrastra desde Altamira.

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si me preguntasen a mí, respondería que deseo lectores como de vidrio roto

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sí sí... en mi edad de piedra el resplandor de los rubíes expresa nuestros deseos y no necesitamos del habla, es absolutamente cierto lo que les han contado

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en la tierra de los rubíes, según me lo han referido, la sangre, de tan roja, es usada como tinta

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Hace llover rubíes cuando se lo propone y es capaz de arrastrar el hilo del amanecer tres días hacia delante o atrás si la causa así lo requiere. Espanta de palabra a lo rancio que se aposenta sobre las auras y con sólo mirar puede sacar al daño que afecta en el bajo vientre.

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El aire agitado por sus pestañas se torna una circunstancia cromática que apabulla.

Hágase la luz dice y les permite creer.

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te lo juro por el tiempo que tarde en disiparse esta luz, por el gris de la luna, por las ramas florecidas del ciruelo

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riega las flores de tu ignorancia

riégalas con el sudor de tu fe

riégalas de palabra

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letra vaho

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Vientre de la contradicción.

Ritmo que el fuego ejecuta sobre la carne.