CONTRATAPA
› Por Paul Citraro
Y ese flacucho de Cortázar percibió algo en la música de Charlie Parker, también presente en algunas obras de Keith Jarrett o de Piazzolla. Tiene que ver con aquel invocado misterio que nada esconde. Es más: esconde nada. El eterno retorno de lo mismo que suena y resuena en "The Köln Concert" en el que Jarrett, no tiene yeites oíbles. Y que puede pensarse y habitarse y vivirse y así: serse. Más allá de aquel lugar común de me gusta o ya no me gusta (como un patrocinio actual de miradas en FaceBook, debería existir el no me gusta) o lo que me pasa cuando escucho esto es tal cosa, como prejuzgando que la grabación, es siempre la misma. Y nosotros los que cambiamos. Y nos atrevemos a suspender la vigencia de este supuesto, en este caso la idea de un tiempo lineal. Y continuo. Y acumulativo. Y progresivo. En el que nosotros cambiamos y los objetos no. Es probable, y solo probable, que escuchemos otra cosa. No otras notas, sino otro sentido de los que suena en ellas.
El extravagante punto de desequilibrio estable, que todavía andan llamando; apertura al misterio, consiste en estar lo suficientemente abiertos para que, eventualmente y en el momento justo y con las disposiciones apropiadas, poder ser testigos y acompañantes silenciosos del acontecimiento. En este caso, archívese y escúchese el ejemplo jazzístico de Jarrett, que no es otra cosa más que un acontecimiento musical, lo mismo ocurriría con cualquier otra cosa.
Hace más de 200 años, Kant escribió en "Crítica de la razón pura": "Las condiciones de posibilidad de la experiencia en general son a la vez condiciones de posibilidad de los objetos de la experiencia". Entre otras riñas que podemos seguir pensando a partir de esta idea kantiana, encontraremos y finalmente descubriremos en el acontecimiento musical -objeto de la experiencia- básicamente aquello que pongamos de antemano como sus posibilidades en el sentido más amplio nuestra propia experiencia como sujetos. Las creencias que tenemos, nuestras ideas y opiniones, la existencia del autor, la partitura, los ejecutantes con sus instrumentos, los elementos de la escena. Esto, significa que nunca acontece lo imposible, y a su vez, todo lo que acontece está funcionando en sus propias condiciones de posibilidad. Jarrett lo hizo. El Diego lo hizo. Mendez lo deshizo.
¿Magia? Sí, no. Magia sin trucos. Esa aparente magia, hoy, la llamamos obscenamente: realidad. El misterio escondido no es algo escondido u oculto sino el carácter fundamental de lo más evidente.
El jazz tiene eso y mucho más por decir y pensar. Aunque las reglas estén por demás de claras: 8 compases, zapatos guante, y el misterio de lo oculto en la solapa del traje sastre.
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