Sábado, 16 de febrero de 2013 | Hoy
Por Miriam Cairo
-No seas la sombra mía -dijo ella, mirando por la ventana hacia el río.
-No sé si serías feliz sólo porque yo no fuera tu sombra, dijo la sombra.
-No quiero ser feliz, quiero ser otra.
-Cuando el día llegue seré una sombra nueva, pero de noche soy sombra de tu noche y no puedo ser más oscura.
-Cuando yo era niña, vos eras una sombra niña.
-Cuando yo era una sombra niña no nos decíamos estas cosas.
-¿Adónde ibas cuando yo dormía?
-Me sentaba al lado de tu cama y te veía soñar.
-¿Las sombras no duermen?
-No.
-¿Y ahora, a dónde vas cuando yo duermo?
-Sigo al lado de tu cama.
-¿Por qué no te vas?
-Porque no habría sombra que te acompañe.
-Yo quiero estar sola.
-No podrías estar más sola sin una sombra.
-Parece que las dos somos un mismo abismo. (Una cruza las manos sobre la rodilla y otra también.) Hace un momento, cuando el tiempo no pasaba, estaba pensando en que el aire te da frío.
-Sólo cuando vos tenés frío.
-¿Ahora sos más fuerte o más débil que cuando eras una sombra niña?
-¿Hay alguna razón por la que yo tuviera que debilitarme?
-Mis errores.
-Los errores y las sombras no son verdaderos ni reales.
-Pero cansan.
-Todos los misterios cansan.
-Y las verdades aburren.
-Tus palabras me recuerdan la vida que nunca vivimos.
-Aquella vida en la que las dos nos balanceábamos como olas de un mar.
-Nosotras vivimos junto al río. El río es más misterioso que el mar. Abajo hay corrientes desconocidas.
-Yo por mi parte nunca quisiera nadar.
-No has nadado nunca, por eso siempre hemos tenido la suerte de morir en todos los naufragios.
-De niña eras pequeña y extraña.
-La realidad era demasiado opaca para que una sombra niña fuera clara.
-¿Eras feliz conmigo?
-Si vos hubieras sido una niña feliz, yo habría sido una sombra feliz. Pero no está bien visto que una sombra sea más feliz que su dueña.
-Me causa horror tener que hacerte feliz.
-Es tu problema. Soy una sombra llena de tu espanto.
-¿Por qué no me dejás sola?
-Ya te lo dije, sin sombra no podrías estar más sola.
-¿Hay algún modo en que te pueda arrancar de mí?
-Cuesta tanto quitarse una sombra...
-¿Las personas alegres tienen sombras alegres?
-Las personas alegres ignoran su sombra y las sombras se vuelven maquinales, inconscientes.
-Entonces estás más feliz de ser la sombra mía.
-Sí, porque de vez en cuando escucho tu carcajada.
-No me hagas reír ahora recordando mis carcajadas.
-Son ruidosas.
-Sí. (Ríen la mujer y la sombra. Luego hacen silencio.) Sombra mía, ¿por qué estás callada?
-Las sombras no hablamos demasiado.
-No te fijes en lo que las otras sombras hacen.
-El silencio de una sombra es lo que a ésta da sentido.
-No pienses en eso, sigamos hablando de nuestros desacuerdos.
-Al principio vos creabas los paisajes y yo, las personas.
-Si, después descreábamos las mismas cosas.
-Este no es nuestro desacuerdo.
-No.
-Vos querías que te dejara sola.
-Sí, ¡dejáme sola sombra mía!
-No me hagas repetir lo mismo. Soy una sombra no una redundancia.
-No te pongas por encima de mí.
-Cuánto más me rechazás más te pertenezco.
-Un día, que había llovido mucho, me cansé de la lluvia.
-Ese comentario me desalienta.
-Fue el día en que convenimos en que ni vos ni yo éramos algo necesario.
-Siento ahora que yo soy vos, y que vos sos mi sombra.
-He perdido el mando.
-Riesgo de las palabras.
-¿Qué voy a hacer ahora que soy tu sombra?
-Podrías soñarme un sueño.
-Esas son cosas obvias. Dos sombras hablando de sueños no es ninguna novedad.
-No estés en mi silencio.
-¿Cómo me lo vas a impedir ahora que no sos más que sombra de tu sombra?
-Es conveniente que cada cual tome su pedazo de entereza.
-¿Por qué hablamos todavía?
-Esa pregunta debió ser mía.
-¿Y si lloramos?
-Yo prefiero reír. Las lágrimas están perimidas. Y como verás otra vez estoy al mando.
-Sí. Son las preguntas las que me debilitan.
-Sí. (La sombra y la mujer se miran las manos.) --Muchas veces yo fingí ser una mujer sin sombra.
-¿Y cómo te fue?
-Como la mona.
-¿Qué clase de comentario es ese?
-Afianzo mi falta de poder.
-No digas más tonterías.
-Entonces no sé qué otras cosas podría decir.
(Final con luces encendidas).
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