CONTRATAPA
› Por Miriam Cairo
I.
Todo aquello en lo que uno no participa, parece absurdo.
Orgasmos transversales. Euclidianos. Romboidales. Orgasmos anárquicos. Filosóficos. Mentales. Orgasmos de cometas. De sombras. De legumbres. Orgasmos de camellos. De ángeles caídos. De hormigas reinas.
II.
(¿No será hora de que la vida escriba sus viejas grandezas con minúscula y las pequeñeces con mayúscula?)
III.
Todo escribe a mi alrededor. Cuando la noche apunta, despierta una desmesura de suspiros, como si hubiera dos lunas en el cielo.
IV.
Para tener el espíritu despierto, no sólo cuento con el café, el ron o los libros. El fruto irreal de mi imaginación contribuye. Y no hablemos de mis métodos subvertidos y mis procedimientos descabezados.
Señora, señor, observaremos aquí las delicias flexibles, las amenidades paranoicas, las alegrías químicas. Sin descender un solo centímetro diremos: qué bien huelen las camelias. Cómo tejen puntillas las arañas.
Usted que conoce el corazón humano, dígame, ¿hay algo más alumbrador que un orgasmo de palabras?
V.
Ahora le propongo que indague en su memoria. Hagamos una antología con aquellos golpeteos mudos que acabaron en una contorsión surreal, exuberante, barroca. Sin embargo, no pierda de vista su urbanidad, su aquí y ahora, y detecte los estremecimientos de micro, de taxi, de tren, los de ascensor y de azotea. Está claro que la ley de tránsito no los promueve pero sería tan grácil. Sepa que puede volver cuando quiera a los orgasmos literarios y a los de silencio. Haga pausas. No tema. Yo me hago cargo de la elipsis.
VI.
Con alambrecitos de cobre retorcido, hilvanemos orgasmos de caracol, de centella, de pensamiento. (Hágame llorar de vida.) Tramemos un collar de orgasmos áureos, violetas, diamantinos. Señora, señor, provoquemos chorros, goteos, lamparones. ¿La he confundido? ¿Lo he embrollado? En sueños, todo esto se comprende.
VII.
Hay que tener claro que las cosas que parecen abandonadas están abandonadas. Y las que parecen vivas, están vivas.
VIII.
Calcémonos los zapatos. Seamos creadores. Todo va apareciendo a medida que lo nombramos: orgasmos de cordillera. Orgasmos de moléculas. De paño y de algodón. De manteca y cafeína. Orgasmos de ida y vuelta. De una vez y para siempre. Orgasmos de ciempiés y de calandrias. Orgasmos de ojos abiertos, de muselina y de vellón. Orgasmos de orgasmos. De valor. De continuidad. Orgasmos sin cadalso y sin condena. Orgasmos cuando llueve. Cuando anochece. Cuando aclara. Orgasmos de joven desnuda bañándose en un río.
IX.
Inventemos a cualquier hora la hazaña revoltosa de la oscuridad.
X.
Un narrador holandés ha echado a rodar por el suelo sus orgasmos anchos, irisados, abisales. Un farmacéutico coreano se recetó a sí mismo los coronarios, los profilácticos, los genéricos. Una escritora rusa ha sucumbido una y otra vez ante los procreadores de sí mismos. Los transeúntes de todo el mundo van tras los orgasmos sin callejón y sin salida.
XI.
Mi espíritu se ha corrompido para siempre. Estoy destinada a ir tras una escritura de culpable. Ya no pienso más si las brisas son borrascas. ¿Con qué palabras se instaura una creencia? Yo aliento los orgasmos bestiales, marginales, contundentes, sin por ello abolir los mansos, los hogareños, los bienhechores. Este no es un tratado de ciencia ficción ni un método de esperpentos, pero usted sabe tanto como yo, que esto es mejor que hacer bocaditos de cordero pasmoso.
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