CONTRATAPA
› Por Paul Citraro
Un sabio desolado de aspiraciones sublimes. Menos que un gran hombre. Un hombre. ¿Goyeneche? ¿Un valsecito peruano? Así se lo puede ver en este canal de recuerdos. Así está la noche en esta cantina de relatos. En la oscuridad de esta cueva llena borrachos y polución. Picoteo, congoja y micrófono, como un pájaro sin luz.
Dessspu és quéim porrrta del despu és
Tóda mi vidaeselayérrrr
que me
detie
ne'nel pa sa do
¿A quién le importa lo que él diga? ¿Cuál es el problema? Si solo está la estrofa quebrada a la altura de la tibia. Y aunque los borrachos no entiendan castellano ni rumano, tienen derecho a preguntarse; ¿Quién es el viejo vitoreado que silabea de a gotas el verso? Fonética universal cuando se desconoce el idioma y solo se quiere mostrar la pronunciación con unas pocas palabras.
Eventualmente el tango, aquí, en este bar de Quitapenas, es mucho más que eso. Son varias llagas en una sola bocanada. Una paradoja del bienestar ajeno. Tal vez, todo esto sirve para reunir una gran comunión de fracasos y pijas fláccidas en una pequeña leonera. En la oscura soledad de humo y polución.
El, canta su tango en eterno retroceso. En el temblor del labio. La letra es un bordado incierto. Si hasta es posible calcular en centímetros cómo sería Goyeneche en la cárcel del tango clásico. La escuela primaria del alfabeto y buena letra. La cárcel de la gola. Después, cruzó la calle y el género. Los demás, todos los demás, quedaron atrapados en la mitología tráquea del gañote viejo. La yugular de Goyeneche es política y boquete de escape. Un agujero entre labios que soplan viento y saliva a su canción visible. Tan visible como un pentagrama en la boca. Pintada de voz y labiodental.
En esta cueva, el efecto se pone a la obra de la encía y los dientes. Y el velo del paladar que son los bordes de una herida. Un concierto de cámara en la cavidad de una boca asmática. Un duelo de fueyes cadavéricos. Cualquiera diría que decadente y decrépito es la forma última.
Un saber agotado que sube al escenario y no quiere representar nada. Porque su sola presencia, agota al género. Y lo dramatiza mejor. Tanto, que parece cantar en otro idioma. En su temblor, nadie parece entenderlo. Así canta el viejo sabio, hablando del tango vaciado y algo que no representa. En fin, para los oídos ignorantes suena el fraseo argentino, suena el Polaco, otra vez.
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