Domingo, 11 de agosto de 2013 | Hoy
Como no podía ser de otra manera, los mitos han crecido en estos días en torno a ellos. Que comen comidas especiales -mucho potasio, porque después de unas horas de trabajo empiezan los calambres. Esto incluye cantidades significativas de bananas-; que toman bebidas energizantes, especialísimas para recuperar fuerzas. También comentan que tienen cábalas, que cuando se reúnen en los turnos de descanso logran una comunión casi sagrada, esa que sólo pueden reproducir los hermanados, los convencidos de un objetivo común, los que lo han visto casi todo. Sólo unos pocos rezan o llevan símbolos de fe en alguna parte de su cuerpo. Se los ve concentrados casi todo el tiempo, con la mirada fría, maquinal. Pero indagando sólo un poco se nota la humanidad a flor de piel, debajo de esas ropas estridentes, de las franjas fosforecentes hay un solo alimento, un solo motor que es la esperanza de volver a traer la vida. Aquello que hace tiempo los hizo elegir este trabajo.
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