CONTRATAPA › FOTOGRAFIANDO LA ZONA
› Por Adrián Abonizio
* La madre confinó al destierro a todos los varones de la familia: Los condenaba dulcemente a que se vayan. A lo de unos tíos, a otra provincia. Era su meticulosa forma de fortalecerlos. Todos los varones que se fueron se hicieron duros y conocieron la sal de estar lejos y la aventura resignada de no saberse queridos. Como eran inteligentes entendieron que eso, paradójicamente les daba fortaleza y les restaba obligaciones filiales que hacen perder el tiempo. Las que se quedaron fueron arrasadas por las dudas y llevaron una vida temerosa. Los otros salieron a la mar. Las mujeres, las hembras antiguas son sabias pero dolorosas. El lo sabe, ahora que su madre es la que lo llama para compartir la soledad. Y él cumple, porque es se convirtió en un sabio desterrado.
* Hay un barco que nunca está quieto y se mueve con el oleaje repetido de la Nada y el Ser. Ella inclina la barcaza y el ronronea dentro, sabedor que ella, lo puede acunar o arrojarlo al mar de su amor cuando ella lo disponga. Es un juego, diferido juego del Dolor sin dolor, es una metáfora de la duda, es un reclamo de garantías y fidelidad. Mientras el barco avanza y son ambos los capitanes que manejan el timón. Sin quererlo, jugando en el océano, se van convirtiendo en pareja.
* Los dos saben que ambos tienen otros amoríos, pero nada dicen. Son elevados postes de luz en medio de la oscuridad: Así se encuentran. Un día, una noche de verano cuando sientan las estrellas a punto de caer, y sean grandes casi viejos, uno de los dos hablará y empezarán los relatos de los otros cuerpos que han dejado atrás. Porque saben que para llegar lejos y juntos han decido virar en redondo y evitando caerse dentro de sus angustias, las han desaguado con otros, con otras. Extraño comportamiento de estos animales que somos.
* El supo mientras dormía el por qué de su amor: La pena de ella lo atrajo y ella lo dejaba comer de la pena para protegerse pues él era un insaciable salvador, amamantador hembra-macho de la pena. Pero la pena envejeció y creció y se multiplicó y lo echó a él de su cama, en donde la pena y ella ya habían hecho maridaje. Cuando lo supo era tarde, pero esa comprensión lo salvó y se durmió feliz de haber entendido que el amor por esa mujer absurda eran lágrimas que ella vino a desaguar en él. Y se habían secado, ya los lagrimales estaban borrados de tanto llorar en vano.
* Ella es una indigente del amor, una luchadora emperrada en el comienzo, pero la cuestión le dura poco y la somete la ira y luego el olvido. Por ende solo tiene del amor una visión forzada en malos tratos, abandono y rencor. Habla con desprecio e ingratitud. El pasajero que la oye, intima con ella y resuelve que es lésbico su relato. Piensa, mientras el cuento circunstancial de la pena cínica de la chofer lo ha aburrido, que por suerte él no es mujer ni se ha asomado al espíritu de esta fiera que lo está llevando en la noche a la casa de su amor y que nunca conocerá el idem. Cuando baja paga despavorido y suspira como si hubiese escapado de la jaula de una osa con zarpas.
* El amor con todos sus vientos propicios genera dudas, calladas muertes insepultas y riesgos. Pero es que no sabemos hacer, tener, obtener sin desangrar. El tango habla de la culpa y a él le gusta el tango pero no la culpa. En el amor la culpa se trasmuta en redención y entendimiento. Pero, como en un tango astral, siempre a destiempo. Eso es el amor. Un destiempo, un descalabro donde nadie debería salir herido.
* Lo que llaman amor suele ser una fortaleza que hay que tumbar para que aparezca desde dentro como una mariposa en su pupa, la verdad, la cara irreconocible y perfecta de la duda, esa otra sublime forma de amor, se dice, mientras ella le habla y le habla, con certezas de emprendimientos y construcciones que él seguramente va a traicionar porque no las comparte. ¿No sería bueno que se levante y sin explicaciones se vaya? Lo hace y nada se cae, sólo el ticket de la consumición al piso, como una flor ajada, como el precio indicativo del amor. Sin IVA.
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