Lun 28.10.2013
rosario

CONTRATAPA

Un día de domingo

› Por Sonia Tessa

Las copas de los árboles brillan bajo el sol del mediodía. La luz aumenta el contraste entre el verde y el celeste. Sobre la calle Humberto Primo, los autos se amontonan de una manera inusual. Es tan angosta que resulta difícil circular. A la escuela 1027 "Luisa Mora de Olguín" llega gente de otras zonas del barrio Ludueña. Hay 14 mesas de votación y a esa hora, las colas para votar son largas. El patio está concurrido y tranquilo. El pesar se apoderó de las paredes. Gabriel Aguirrez iba a 7º grado, lo mataron el domingo 20, después del clásico entre Newell's y Central. Sus compañeros lo recuerdan con pintadas en las paredes exteriores y en los baños. Los carteles en hojas escolares convocan para la marcha de mañana, a las 17, desde la escuela hasta la Plaza de Pocho. "Un pacto para vivir", escribieron los chicos sobre la convocatoria. Le hicieron afiches con dibujos y frases que lo recuerdan con amor. La mayoría de los votantes llega de una zona lejana del enorme Ludueña. Sobre la calle lateral, la basura está esparcida. En las paredes de las casas bajas, pintadas a la cal, se lee una inscripción reciente: "Gabi presente. Tus amigos. Te queremos" y "Te extraño". En la puerta de la escuela también pegaron carteles de convocatoria a la marcha, y una columna rectangular fue pintada de azul y amarillo por los compañeros del chico asesinado. "Nunca te vamos a olvidar", dicen.

Paola, de 35, espera para votar pero aclara que ya no vive en el barrio. "Por la inseguridad me mudé, pero a los cinco meses, en una zona más linda, le apuntaron a mi hijo de dos años para robarle. Acá no me había pasado nada tan grave", cuenta. En cambio, Gabi, de 32, es la mamá de uno de los compañeros de Gabriel. "Estamos tristes porque yo también tengo un hijo de esa edad. Era un chico muy bueno, no andaba haciendo nada y fue muy injusto que lo maten así". Ludueña cambia el ritmo por las elecciones, pero no sus dramas. Claudia de Gottardi, la directora, subraya que durante este año sufrieron tres muertes violentas, "todas con armas de fuego". "Rogamos que no haya más elecciones porque cuatro días antes de las primarias nos quemaron el salón y ahora, cuatro días antes de éstas, nos mataron a Gabi", se sincera la docente, aunque matiza: "Sabemos que las elecciones son importantes y necesarias".

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Bulevar Oroño está abierta a los autos, no hay calle recreativa por las elecciones pero algunos caminan por el cantero central, para aprovechar la hermosa mañana de domingo. Hermes Binner vota en la escuela Bernardino Rivadavia, que era el Liceo de Señoritas. Llega pocos minutos después de las 10, caminando junto al ministro de Gobierno Raúl Lamberto, su secretario de prensa, Martín Boix, y una joven que no se desprende del celular. Al verlo venir, una vecina lo espera para aplaudirlo. "¡Vamos, Binner, vamos!", le grita, entusiasta. Otra mujer, de unos 50 años, explica a los periodistas que se preguntan por qué llegó con Lamberto: "Hace 30 años que viven en el mismo barrio. A Binner lo vemos caminar por Oroño, andar en bicicleta, sacar la basura".

Hay canales de televisión y radios de todo el país, los periodistas esperan a que termine. Binner hace la cola. Un hombre con bastón y un chico con remera rosa, pantalones deportivos cortos y ojotas están antes que él. Después de votar, Binner se para en el patio de la escuela y escucha las preguntas. "¿En un país normal balean la casa del gobernador?", le espeta la periodista de la Televisión Pública. Sin inmutarse, Binner dice que tienen mucha confianza en la investigación.

Lo cierto es que después de emitir su voto y hablar con periodistas, Binner va con un grupo de amigos a desayunar al bar Nino, de Mendoza y Oroño. Pide una medialuna, y asegura que no se trata de una cábala, sólo que "queda cerquita". En la misma mesa, José Adjiman asegura que para él es una cábala. Al lado, en una mesa que tiene desplegados La Capital y Clarín, Ana María, una mujer de unos 60 años, asegura que la emociona Binner. "Me hace llorar. Lo quiero mucho. El es un ser especial, los domingos lo vemos pasear en bicicleta al sol. Ojalá nos durara mucho", lanza.

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Michelle Mendoza fiscalizó seis elecciones, ya es una veterana en esas lides. Ayer le tocó en la escuela 1202 Gendarmería Argentina, en Constitución 3270, a pocas cuadras de bulevar Seguí. Recién en las últimas Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias Michelle tuvo el documento nacional de identidad con el nombre que la identifica. Sin embargo, muestra el troquel del padrón. Allí sigue teniendo un nombre masculino. "Yo sé quién soy. Ayudé a otras chicas a mandar cartas para que figuren en el padrón pero no hice el trámite para mí", dice. Michelle interrumpe la nota para buscar los nombres de los votantes.

Cuenta que antes de empezar a militar en el Movimiento Evita, hace más de cuatro años, no votaba. "Antes no tenía consciencia de lo que era una elección", dice ahora. En esta elección, por primera vez, las 15 personas trans del Frente de la Diversidad del Evita y el Colectivo Trans fiscalizan "donde se necesite", en lugar de concentrarse en una escuela. "Es importante la decisión de compañeros y compañeras de priorizar la necesidad del conjunto antes que sentirnos contenidas", dice Michelle, que recuerda a Néstor Kirchner, a tres años de su muerte. "Siempre nos pasamos la noche previa a las elecciones hablando de cómo va a salir, de la votación. Pero anoche no podíamos dejar de recordar a Néstor", cuenta en voz baja. Cuando habla de sus años de militancia, lo hace en referencia a hitos. "Cuando salió el matrimonio igualitario, hacía un tiempo que militaba", rememora. Y después vino la muerte de Néstor Kirchner. "Le agradezco que nos permitió soñar con llegar a esto", dice. Michelle está sentada muy cómoda, lleva un vestido gris y ojotas. El mediodía es caluroso y le quedan varias horas en la fiscalización de cinco mesas.

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En la Alcaidía de la Policía provincial, en Francia al 5300, entran unos familiares de presos del penal policial con reposeras. "Llegaron muchos nuevos", admite uno de los efectivos. Los últimos jefes policiales detenidos están allí. Hay 54 policías presos y 200 detenidos en la Alcaidía. Ayer se abrió una mesa electoral para que pudieran votar los procesados. Hay que atravesar un laberinto de rejas y barrotes para llegar a la sala de requisa, donde se vota en una mesa larga, sola en un espacio enorme. Atrás se ven armarios metálicos abiertos. El comisario Carlos Arce, segundo jefe de la División Operaciones, fue el presidente de mesa. La suplente fue la jefa de la requisa, la sargento Graciela Roma. "Como la capital de Italia, amor al revés", bromea. El escrutinio no lo hacen las autoridades de mesa, sino que envían un sobre lacrado al Tribunal Electoral. En la Alcaidía sólo votaron 13 detenidos, pero la mesa se mantiene hasta el final del día. "Muchos son indocumentados, no tienen acá su DNI y se los tienen que traer los familiares, o no les interesa votar, directamente", dice Arce sobre los votantes. El sol abrasador no llega a esa mesa. Allí es realmente un cuarto oscuro.

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