Mar 29.10.2013
rosario

CONTRATAPA

Sin llaves y a oscuras

› Por Paul Citraro

Desprendido y lejano al juicio, como estar pareciéndose y poniéndose en Lou Reed, allá, en su picadero de ricas y famosas. Calentándose el culo en el fino cuero de su coupé negra (de llantas doradas). Inflada, ignorando las argumentaciones. Meta y ponga de música espuria en el radiocasete, a ver si se le contagiaba el éxito de la basura comercial. Puteando, menospreciando, repeliendo. Yo le hubiera recomendado a Palito, que no la pasaba nada mal en esa Argentina que a fuerza de no encontrarse, estaba por prevalecer. Una Argentina oscura haciendo foco en la publicidad sobre la resistencia de la silla. Todos obreros, mujeres obedientes. Bajas estaturas, reloj Seiko en la muñeca y camisa Ombú de grafa y jeans no del todo ajustados; por los dichos y porque los culos grandes eran mucho para la altura media. En fin, el recato y la palidez de la perplejidad de somos argentinos. Somos.

Por la mañana; la banana lustrosa de Nico, por la tarde, la tragedia griega. Para qué explicar la Velvet.

Un compañero de runfla ante mi indiscreto acuse que la poesía era de mi interés, dijo:

﷓Yo a la poesía, la conocí con Videla. Dijo eso. En la mesa todos se quedaron chitos. Callaron porque ese mismo personaje, herido de afeitada regular, le había dado la mano al dictador.

﷓A Videla se lo respetaba mucho en Argentina, incluso por la zona de las catedrales.

Dios lo perdone.

Una tregua era irse al Bolsón a fumar y ver películas de antojo revolucionario y de frío a la distancia; nada más alejado de esa región que la primera de las emociones. Una vez, en un hotelucho de esa ciudad, tocaba un gringo del norte: Lou Reed. Recordé que Rosario estaba pintada de colores primarios y lo habían pasado una tarde por Splendid. Reed era sólido. Y desata un recuerdo, varios. Un apátrida con sonidos que volerían a llegar a través de Pescado Rabioso y otros, bajo las normas de la distorsión. Soñé con licores y con Isabelle Huppert en una película que se encamaba con el personaje equivocado. Reed era más feo que un cui laminado por la rueda de un camión, pero manejaba el tiempo de la canción como un orfebre. Ahí, justo ahí, se cocía el entramado que vendría tantos años después.

Hoy, hoy mismo escribo de pie, como Severo Martínez o Hemingway, aunque por razones desconocidas. Martínez por socialista y por necesitar caminar en círculo en el altillo, para que no se le escaparan las ideas. Ni se empañen los efectos de sus observaciones. Hemingway porque tenía las hemorroides saltadas; disimulaba todo lo que podía y se vestía de cazador secreto, lo cierto es que tenía el culo encarnado como una rosa. Severo Martínez quizá como para volar por sobre la vejez de los deseos que se le esfumaban. Yo, entre las hemorroides y el socialismo, escribiendo y cabalgando otros malestares, tanto físicos como morales. Escribo como quien sopla un saxo alto por primera vez y solo sale un chiflido.

Como Pity haciendo equilibrio sobre los pies.

Como Charly pensando en el vodka con menta.

Como Johansen intranquilizando a los ortodoxos.

Así escribió el poeta Fabián Casas sobre la muerte:

Era uno de esos días en que todo sale bien.

Había limpiado la casa y escrito dos o tres poemas que me gustaban.

No pedía más.

Entonces salí al pasillo para tirar la basura y detrás de mí, por una correntada, la puerta se cerró.

Quedé sin llaves y a oscuras

sintiendo las voces de mis vecinos

a través de sus puertas.

Es transitorio, me dije;

pero así también podría ser la muerte:

un pasillo oscuro,

una puerta cerrada con la llave adentro

la basura en la mano.

Pero desde el teclado no sale sonido alguno, tampoco el malestar. Esto es una imagen dietaria o el intento de una confidencia. La de una espera de lluvia de canciones que supieron ser abandonadas. Una lluvia que fulmine la indiferencia y el contenido de una música que ha muerto como todo lo vivo. Poco a poco muere lo que se nos ha dado porque va muriendo nuestra vida. Y el cuerpo es una hernia infartada antes de viciar la forma. De regreso a ese cielo, llueven canciones que caerán sobre otras almas. Llueve sobre mojado. Murió Lou Reed. No es tan distinto. Una puerta cerrada con la llave adentro y la basura en la mano.

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