Martes, 3 de diciembre de 2013 | Hoy
Por Eugenio M. Previgliano
La calle del Gato que Pesca queda en París, es finita, corta y no recuerdo que haya ventanas que asomen a ella. Sin embargo, vista desde uno de sus extremos podría parecer larga, o esbelta, por lo finita. "El saber y la cultura son dos cosas distintas" propone Wimpi en su libro titulado justamente, La Calle del Gato Que Pesca. Tal calle, sin embargo, no siempre se llamó así, y lo mismo sucede con Wimpi, que era un hombre uruguayo que escribía muchas cosas humorísticas y antes de llamarse Wimpi se llamó Arthur García Nuñez y había nacido en Salto, en 1906, sin saber que terminaría muriendo en Buenos Aires en 1956.
La calle del Gato que Pesca, en cambio, se abrió en 1540 y tampoco se llamaba así, se llamaba, según me informan, ruelle des Etuves, o sea callecita de las Estufas. Ignoro las razones por las que se llamaba así, y además a esta hora avanzada de la noche alguien está cantando y me llega desde bien lejos una melodía leve en voz de mujer.
Debe entenderse por buena educación -anota Wimpi el resultado de una integración de educación; la sentimental, la espiritual, la mental, la moral. Después habla sobre un ingeniero bien educado, tema que me da curiosidad, pero aún así vuelvo a la calle de las Estufas, que pasó a llamarse, en fecha incierta, "du Renard", o sea "del Zorro". Si bien este nombre me parece más interesante que "de las Estufas", no deja de recordarme al zorro silvestre de Saint Exupery, que aspiraba a ser domesticado y no veía bien con los ojos, pero por suerte la calle del zorro duró poco y pasó a llamarse rue des Bouticles: será de los negocios?
"Peligroso es
-canta María Elena Walsh
andar por la ca
la calle del ga
del gato que pes"
Si la calle hubiera seguido llamándose "de los hornos" o "de las Boutiques", nadie -ni siquiera Wimpi hubiera sido capaz de entender cuando Walsh canta: lo ves, no lo ves??, al gato que pes, y generaciones de personas con alma de niño se hubieran privado de escuchar emocionados esta grata canción, aún incluso aquellos a quienes se les hubiera pescado el sombrero igual que en la canción.
Respecto del nombre actual de la calle-del-Gato-que-Pesca, he preguntado a gente que pasaba caminando por la esquina de la rue de la Huchette y la rueduChatquiPeche en distintas ocasiones durante los últimos treinta años, pero nadie me ha sabido decir cuándo es que se la bautizó así, disculpándose algunos amparados en que eso había sucedido antes de que ellos nacieran. Respecto de la toponimia actual, parece ser que hay, había o incluso hubo, un dicho: "ir a ver los gatos pescar", como si se dijera "dejarse persuadir fácilmente", y este dicho estaba anotado en un cartel de un negocio justo en esa esquina y finalmente la calle se llamó -pero mucho antes- igual que el libro de Wimpi, y en el nombre de la calle todas las palabras están unidas-separadas-por-guiones (Chat-qui-Peche) y aunque no sea práctico, no deja de ser encantador ese pequeño pasaje.
Será aplicable al Pasaje Zabala, esa leve y adoquinada callecita que va desde Mitre hasta Sarmiento entre Tucumán y Catamarca? Los amigos de Fabricio Simeoni, poeta y hombre entusiasta que iba coloreándolo todo a su paso, proponen su nombre para ese oscuro pasaje, escenario y paisaje de las rotations sabarasas del inolvidable Simeoni; otros recuerdan que Rubén Sevlever, premio municipal de poesía, tuvo domicilio y anduvo mucho por ese pasaje. Sin embargo, una vez en La Cortada no se puede dejar de recordar al Sr. Gordo De Toma, famoso -y robusto puestero del Mercado Norte que a diario dormía allí la siesta sentado sobre dos cajones después de almorzar en La Parrilla, a los trasnochadores parroquianos de la Peña "Cacique", después reciclado en "Vale Qué", mítico bar del subsuelo donde muchas cosas colgaban del techo, a la gente que hoy día (hoy noche?) va y viene del Berlín, ni a las suculentas paellas del efímero Rincón Hispano nacidas de la sorprendente inspiración de don Casimiro. El verdadero y cierto nombre real del La Cortada debería ser "Cortada Sabarasa", como una precisa síntesis y un justo homenaje para esa vida curiosa que allí se viene viviendo a la cual los vecinos, ciertamente, no somos ajenos.
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