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Martes, 24 de diciembre de 2013

CONTRATAPA

LAS MARIPOSAS SON LIBRES

 Por Víctor Maini

Dahiana tiene una tendencia a la rima en su discurso. Tal vez lo arrastre desde los cánticos de la infancia o quizás de tantas marchas y pintadas que atesora. Reparte tajadas de principios untadas de pasión a quien quiera escucharla. Me gusta discutir con ella porque no hay forma de no aprender. "El patriarcado no fue consensuado, fue impuesto y naturalizado", me dijo hace poco y no le gustó la gracia que me causó. "Si vos pensás que el sistema que reproducís es el único posible, sos un pájaro preso en una jaula invisible", fue el reflejo de su enojo. En otras palabras, estaba repitiendo la frase de cabecera del "cisne" Garrido: "la única diferencia que existe entre los pájaros que encierro y quien les habla, es que yo sé que estoy encerrado".

Cazador compulsivo, como su padre, colocaba tramperas, cuadrados y pega pega, por todos los árboles del barrio. En su momento fue usado como bandera para aquellos que nos resistíamos en hacer mixta la barra de la esquina. A la química, la necesidad y el deseo de la pubertad le levantábamos diques desde la moral y los principios como "el de vamos todos o no va ninguno". El "cisne" era el más resistido por las representantes femeninas y la causa fundamental estaba en su manía por encerrar aves. Era fuerte la imagen de los Garridos volviendo de sus cacerías, jaulas llenas de pájaros mostrados como trofeos, algunos muertos en el viaje, plumas que volaban, pero sobretodo, lo que no tenía perdón era los cimbeles ciegos, aves a las que les quemaban los ojos para que cantaran hasta bien entrado el anochecer.

Aquella tarde fue llevado a juicio oral ante un tribunal mixto. Cuando parecía que su suerte estaba echada, el cazador sabiendo que las chicas contaban con un muestrario de caracoles traídos desde Mar del Plata y una cartulina con ejemplares de mariposas, dijo con un tono de resignación: "está bien, no tengo excusas, pero nunca cacé una mariposa", viendo que de todo lo que había intentado era lo único que había causado un silencio prolongado, se extendió, "nunca tomé una rama ni un mediomundo para ataparlas, es más, siempre me quedo quieto como un poste cuando las veo y rezo para que se posen en mí".

"Atrapar una mariposa es atrapar un deseo". Fueron las palabras de bienvenida a una nueva amistad. La muerte de su padre por psitacosis, no pareció acobardarlo. Siguió con su adicción, su madre ahora era su asistente en limpiar prisiones. Quedamos solos en la sobremesa de su cumpleaños cincuenta. En esa oportunidad le dije "cisne, el tiempo nos pasó por el medio, el barrio parece otro, ya no se ven mariposas ni langostas y vos seguís cazando pajaritos". Me contestó con voz de docente. "De todo lo que no vemos, siempre queda algo que lo recuerda. De las langostas están los plátanos, especie plantada en su momento porque sus hojas no eran del gusto de las mangas, y de las mariposas siempre queda el amor. Tan libre como aquellas. No existen jaulas para ninguno de los dos. Si bien nunca tuve la suerte que me tocara, sigo creyendo en él y en las mariposas", me dijo mientras abría sus brazos moviendo los dedos de sus manos imitando a dos lepidópteros.

Me alegré profundamente pero no me sorprendí en absoluto cuando me contaron que Garrido andaba de novio, que parecía un chico, que sólo hablaba de su compañera "La Mari", que cargó su Trafic una madrugada con las cuarenta jaulas, y volvió antes del desayuno con los alambres vacíos, justificando la pérdida de sus tesoros con una frase, "cuando los cacé eran aves, cuando las largué ya eran mariposas".

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