rosario

Viernes, 24 de enero de 2014

CONTRATAPA

Nouvelle vague

 Por Gualberto García

1- Jade interdit

Jade no aparece. Después de tres días de búsqueda, la madre y Liam la esperan. Ella se despierta en un enorme jardín. Estuvo lloviendo.

Jade, recostada en el pasto, piensa: "La lluvia, esa gota, el viento diciendo mi nombre. Los músculos dormidos, el sinsentido de levantarse, la promesa de volver a erguir mis piernas. La manzana mordida y mi cuerpo inmune a su veneno. Los milagros que nunca son esperados. Soy yo, soy mi vestido blanco con estas manchas de viento húmedo. Rota, en el piso, hecha de piezas en monocromo. El alivio del frío a mi falta de voluntad".

La madre, en la cocina, mirando por la ventana, piensa: "Una tarta de manzanas, mi eco en la calle, éste té caliente, la lluvia. El milagro, la libertad. Me deselegiste. Vos, mi milagro; yo, sola. Lo mismo de ayer: esta ventana, la espera. La casa es celebración de pasteles. Tu presencia y tu ausencia, la casa, mi aroma a mamá".

Liam, sentado en el umbral de una casa, piensa: "El sonido del viento pasando entre los árboles, el silencio insoportable y dos días de lluvia que borran tu rastro. Miedo de decir estas palabras y terror de callarlas: Aparecé! Hacelo antes de que... Dónde estás? El reloj que gira lento. Dos días enteros perdidos. Tu insomnio, mi euforia, reloj y lluvia. La puerta de la casa, la trampa de salida. Un soplo de adrenalina invisibiliza la moraleja en restos de lo que fuimos. Siquiera sabiendo de tu enojo puedo aceptar tu huida, pero entiendo que no quieras vivir como viviste".

Jade, aún recostada en el pasto, sin fuerzas para levantarse, cierra los ojos y piensa: "La noche quieta, el sillón donde yo me siento, las tazas de té vacías en la mesita de noche, la habitación ya no es como la recuerdo. Mis cosas ajenas, las marcas de los muebles movidos en función del sol y las fotos tapadas con la ropa que me voy sacando. Sólo existe la sospecha de pertenecer cuando desde mi cama miro por la ventana este mismo cielo".

Liam, exhausto, la mirada perdida, se recuesta en un sillón y piensa: "Tu pulso en estas paredes, la frontera que no pude sostenerte más. Nunca ver el mensaje y tu necesidad de escaparnos juntos. Me agarro a tus llamas, ahora siento tu dolor, para eso no es tarde, pero el latido, tu latido... en el segundo descuidado puso un nuevo muro. Ahora hay un nuevo rincón y en él una nueva sombra. Te busqué ahí pero hacía mucho que habías pasado ese límite".

La madre, sentada a la mesa de la misma cocina, saca del bolsillo una fotografía y la observa: "El cartel de ese hotel donde te llevábamos en verano. Eras la chica que sonreía al agua helada del arroyo. Rendida del sueño te levantábamos del suelo, donde jugabas. Rodearte de extraños, encontrar amigos en paseos, tu cara de aventuras. Espero que esta sea una de esas hazañas".

Jade, en el mismo jardín, con los brazos estirados hacia adelante y mirándose las manos, piensa: "Mi ahora, tiempo diminuto, pero tiempo largo en horas de abeja. Segundos cubiertos de polen, el trabajo traducido en miel. Estas manos, mi propio sudor, mi deseo de explotar en miel y regalar eso que sé hacer. Estas manos pudieron tocar en tu puerta, despertarte del sueño, pero estaban dormidas. Pudieron ayudarme a despertarlas, "pero estaban bien así", no es conveniente despertar las manos de quien no sabe vivir. No hice leña y no hice dorada miel, no me dieron ni un diminuto tiempo".

La madre está inquieta; escribe una nota que luego pega con un imán en la heladera. La nota dice: "Jade, seré directa. No creí en vos y no lo hice con mala intención. Me asustó tu indiferencia por las cosas que siempre me aterraron. Es estúpido tratar de proteger a alguien de las cosas que no teme. Hija dónde estás? Suavizar las tintas, mi supuesto papel de madre. Tus noches de paz, mi orgullo. Tus tiempos, mis enigmas. Una boca que no dice, no golpea, no reclama. Tu boca, mi amenaza silenciosa. Tenías razón sobre mí. Yo te espero. Mamá."

Liam, viendo el agua de la ducha correr, piensa: "Cómo buscar a alguien que no habitúa lugares" El rastreo con linterna por las calles del barrio la noche que desapareciste, buscarte en el puerto por si habías ido ahí a pensar, los llamados a tus amigos... A quién buscaba, si esos son mis lugares" Vos siempre acá, en casa, recibiéndome con una sonrisa y mi vista tan corta para no ver el verdadero gesto de tu cara. Ahora escucho las palabras y resuenan en mi cabeza".

Jade, sobre el pasto, boca abajo, mirando su propio reflejo en un charco de agua, piensa: "Por este cielo, con este olor a pasto, vivo el presagio de otras estrellas. El drama acabó. Reconstruyo ese recuerdo con el sonido de un piano agudo. Juego en el nuevo papel, parecido al de mis sueños adolescentes. Lista para presionar el botón y grabar encima de esto que parecía su final. La tormenta trae este olor a tierra y yo aprieto el botón con fuerza. Mis manos tienen esa fuerza".

Liam estuvo llorando; atraviesa el pasillo que va desde el baño hasta la cocina, donde está la madre sentada frente a la ventana; se abrazan; él piensa: "Qué se le dice a una madre?" Por qué no pudimos ver lo tan evidente?"

La madre, visiblemente avergonzada de sí misma, le da ahora la espalda a la ventana, y piensa: "Siempre seré la primera en aceptar tus razones y la última en cansarse de esperar".

Jade se levanta lentamente, mira a su alrededor, camina descalza por el césped, encuentra los zapatos por el camino, se los pone, sigue caminando y ve por la ventana, desde afuera, las espaldas de la madre y de Liam; no se detiene, sigue su marcha, y piensa: "Por fin en la ciudad, este viaje de infinitas noches, mamá y sus ojos rojos, él siempre con su bolso tan pesado y cansado de caminar. Algún lugar lejos, este vestido, estas manos. Por mucho que intenté encerrarme me quedan estas manos, este vestido blanco y un infinito tiempo de abeja. Esto no es huir, es vivir, yo voy a donde mis manos señalen".

2-Valiente a fuerza de criar cerdos

Todavía recuerdo el momento en el que te conocí. No necesitaste mostrarme los encantos de tu cuerpo, ni siquiera tenías una mente pródiga que me extasiara, pero puedo decir que me fascinaste con tu caminar. Tu don consistía en un movimiento pacíficamente hipnótico que te trasladaba como si no tocases el suelo, complementado con ese aire de persona levitante que no necesita cuestionar las cosas. Yo estaba escribiendo mi segunda novela, llamada "Valiente a fuerza de criar cerdos", donde exploré lo más alto de mi existencialismo hasta ese momento. Tu presencia, cuando estábamos juntos, era una dosis de liberación que me desconectaba de mis obsesiones. El recuerdo del día que me dejaste por primera vez se volvió un sueño recurrente. Nunca voy a terminar de entender por qué no pudiste acabar la relación sin poner excusas, al menos podrías haberte valido de mis muchos, muchos defectos para justificarte. Te parece justo decirme que ya no querés estar conmigo por ser rara? Ahora estoy sola, o sea que no tengo chances de sentirme rara, pero realmente me hiciste considerarlo en algún momento. Durante un tiempo no pude pensar en otra cosa que no fuera tu ofensa. Ya ni siquiera te extraño, lo medité mucho, sentí que me diste un duelo casi automático. Cuando estás en la calle y tu ropa no es la misma que la del resto, sos solo portadora de un matiz exótico, no rara. Una no enrarece por disfrutar mirando rincones, eso reconforta, peor sería no tener nada que te de paz. Quizás paz es lo que había visto en vos, pero era sólo una mascarada, nadie pacífico me despreciaría como vos. Quizás sos rara cuando tenés la idea que existe la probabilidad de que tirándote veneno de babosas en los ojos podrías ver atardeceres más dorados. Para mí, raro sería no buscar, aunque juro que entiendo las posibles consecuencias de ponerme veneno en los ojos, pero para vos por lo visto no existen lo caminos no convencionales (alguien como vos fue propulsor de la abjuración de Galileo). Sólo diré que voy a amar a quien esté dispuesto a amar a alguien que puede decidir ver como ultima cosa un amanecer dorado. Vos me quisiste, me extrañabas, intentaste parecerte a mí. Me imitaste y hasta casi podría decir que me igualaste en apariencia. No toleré tu acción y cambié mi piel. No respetaste ni mi ropa, me robaste, me ultrajaste. El día que me cruzaste en la calle yo ya lucía mi nueva actitud. Nada que pudieras hacer en ese momento me tocaría, ni siquiera verte con mi propia ropa. Vi tu cara, eras como yo y yo ya no era ésa. Intentaste hacerme un truco para llamar mi atención, pero fue inútil. De pronto: Karma, Boomerang, Vaivén. Pasé por tu lado y como un espejo a medusa, quedaste petrificado. Tus ojos brillaron por primera vez, son lindos. Tu cuerpo pétreo perdió la humedad pero mi ropa no mutó. Te veo desde ese día todos los días en esa misma esquina. Sos una hermosa estatua con mi ropa. Espero que seas feliz.

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