Domingo, 16 de febrero de 2014 | Hoy
CONTRATAPA › FOTOGRAFIANDO LA ZONA
Por Adrián Abonizio
*Ya nadie se acuerda del aquel jugadorcito de plástico hueco sobre cuyo talón había que soplar para que una pelotita liviana viajara por sobre la rodilla, en las cercanías de aquel cuerpito de argentino futbolero que se despintaba fácilmente. Era accesible pero a él eso lo fastidiaba: le aburrían todos los juegos industriales. El fabricaba cazabombarderos con husos plásticos para hilos, defensas antiaéreas con restos de cajones de verdura Moño Azul, estiletes terribles con huesos de pollo, dientes falsos con cáscaras de naranja. Pero el regalo le llegó una noche de verano y lo aceptó. Un metegol. Eso sí, le clavó en el pecho de los jugadores alfileres porque estaba desengañado del equipo de sus amores. Les pintó bigotes y marcas. La madre simplemente le gritó desagradecido, quitóle el regalo y lo donó a un primo. El, que no alcanzaba a entender la rabia, sí comprendió el poder invisible de los símbolos. Y jamás volvió a recibir un juguete. Hoy es artista plástico que recoge buenos dineros por el mundo reciclando juguetes que halla en la basura
*Era calvo, rechoncho y se quería poco. La pelusa de su cabeza lo entorpecía y deprimía, por eso cuando percibió una comezón interesante y se enteró, al remojarse bajo la canilla de la presencia de un piojo, lo atrapó con delicadeza y lo puso dentro de una cajita. -¿Que comerá? -Mi sangre, se respondió. su alegría fue inmensa: alguien, un ser viviente en la tierra lo había advertido sin contar con el duelo del enjambre de pelaje ausente y eso lo hizo ponerse de buen ánimo: -Serás mi juguete testigo que no todo está perdido.
*Sus hijas adolescentes se fueron yendo de su casa y le quedó grande; las habitaciones de ellas con sus muñecones la angustiaban. Se compró una mascota raza toy con quien dormía en las noches, a veces abrazada, a veces entre sus piernas, rodeadada de Barbies que trasladó a su dormitorio de cuarentona envejecida por estupidez y ceguera. No veía que aún la deseaban, atrapada en la paranoia absoluta del imperialismo de la edad.
*El Chancho Julasky tenía una juguetería y todos iban a su casa para usarle los inalcanzables objetos de lujo. El descubrió una cosa al calor de las bajas intenciones y la falsa amistad en torno al Chancho: que lo quería como amigo y a veces se olvidaba del tesoro que guardaba en su casa. Y se llegaba solo para estar en su companía. Sabía que le robaban soldaditos y que toda sonrisa resultaba ficticia. Dejó de ir, por principios. Empezó a entender eso de la amistad desde muy jovencito.
* -El mejor regalo es un juguete sexual de carne y hueso. Un uso indiscriminado, de uso pero sin romper, una caricia, algún chiste y la agradable compañía de unas piernitas depiladas, un olor a juventud y el engaño de hacerse el jovencito. -Es mi juguete, razonaba y la miraba desnuda dormir abrazada al osito. Ella es un juguete que tiene fecha de vencimiento: no se rompe pero se va despintando, se dijo, terrible, admonitorio como un dios. Solo, en definitiva, como están todos los dioses
* "Master Hand es el rey de todos y yo elijo a Kirby y tengo que luchar contra Link, su novia Zelda y otros. Si me los como adquiero sus poderes", explica doctoral muy serio el pibe como si dictaminara una receta médica a su papá que no entiende ni jota de los juegos. Le queda resonando el "si me los como", como si si hijo asistiese a una especie de canibalismo industrial y mágico que sale en pantalla. ¿Será el precepto de capitalismo de la raza humana?, se pregunta mientras se ve grandulón y algo vencido en el reflejo de la pantalla donde los bichos no paran de saltar adquieren poderes, se matan y se reconstruyen sin sangre.
* Hijitus está tieso con su Pichichus, ambos envejecidos producto de los años, sobre la repisa. El tipo, un compositor de tangos rememora a Pucho, gracias a quien, con su silbidito y su sonsonete de "Pobre arrabal que pobre estás" hizo que el tango le empieze a entrar por algún sitio. -Gracias, le dice al muñeco deteriorado hace tiempo por un cachorro real de pointer que hoy juega afuera sin saber cuanto de criminal fue con su pasado.
*Al tipo lo habían echado de la empresa producto de las desavenencias que tenía con sus empleados y sus desmanejos económicos y humanos. Era un dictadorcito bien vestido y acosador sicópata con bajo estilo, hasta que una jefa de personal alerta lo detectó y lo echaron como corresponde. Sus subordinados, como lo odiaban tanto, le robaron lo que más anhelaba: su colección de muñequitos Jack que atesoraba sobre el gran escritorio junto al río. Se quejó pero la dama, fríamente le contestó: -.Váyase mejor, no me de lástima... ¡un hombre grande!. Ella sabía lo que le habían hecho pero necesitaba humillarlo -¿No le da verguenza llorar por unos muñequitos estúpidos? No pertenece ya a la empresa y esta no se responsabiliza de las pérdidas ocasionadas. Ahora vaya, váyase de una vez y hágase hombre.
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