Sáb 29.03.2014
rosario

CONTRATAPA

Anecdotario

› Por Miriam Cairo

A Graciela Merzari

Con mi amiga dragona hemos vivido más de una aventura. La última nos dejó secuelas orgánicas, económicas y oníricas. Durante todo un verano, de diciembre hasta marzo, escribimos cuatro guiones para televisión, estimuladas por uno de los directores del ciclo quien se enamoró de nuestras respectivas escrituras y confió en que podríamos sacar el estancado programa de los lugares comunes.

Pero entre el director y nosotras se interpuso Mirtha con hache, la coordinadora de autores, quien con justa razón nos trató de principiantes. Aunque reconoció las novedosas tramas y se confesó impactada por la potencia de los personajes, nos escribió un mail en el que valoró nuestra "intensión" con s, "pero gracias". Nosotras entendimos que valoraba nuestra intención con "c", porque es lo que generalmente se valora, pero ninguna de los dos quisimos preguntarle, porque Mirtha con hache estaba muy ocupada para responder estas cosas.

La rapidez con la que nos habían despachado, lejos de acongojarnos nos envalentonó. Hicimos de tripas corazones y golpeamos la puerta de la casa del director enamorado de nuestra escritura y le presentamos la situación.

Como era de esperar, a esta altura, el enamoramiento se había transformado en fastidio y pasamos de haber escrito cuatro historias estelares a la falta de oficio. Además, dijo que Mirtha con hache tenía razón, que iba "corte y corte" para lo que nosotras llamábamos "pantalla dividida" y que iba "pantalla dividida" para lo que nosotras llamábamos "corte y corte".

Entonces, el director, nos recomendó un especialista en el tema. Allí fuimos con nuestros chirimbolos. El especialista leyó el material y quedó enamorado con las cuatro historias, pero corroboró: donde habíamos puesto corte y corte iba pantalla dividida y viceversa. Más aún, nos faltaba saber que en televisión, las escenas no se eliden ni se omiten, sino que se "elipsan".

A esta altura la indignación de mi amiga dragona llegó a niveles patológicos y le envió al director del ciclo un mail en defensa de la buena escritura que terminaba así: "una palabra mal puesta puede cambiar toda una historia. Como el libro de Saramago, El cerco de Lisboa. Logos. Pathos y Ethos". Mi amiga dragona siempre ha sido experta a la hora de gastar pólvora en chimango.

A esta altura de la contienda nos vinimos a enterar de que la jefa de autores era precisamente "la doctora amor" coordinadora de un taller de guión y que los guiones seleccionados para el ciclo, correspondían, precisamente, a las tareas de taller de sus alumnos.

Pero amén de que quedaron sin concretarse nuestros proyectos de renovación de celular, sin viaje de celebración a la Quebrada de Humahuaca y sin posibilidad de cancelación de las deudas que nos abrumaban, hubo algo que nos lastimó más aún. Más incluso que la deshidratación, más que la infección urinaria causada por tantas horas de escritura sin ingesta de líquido y transpirando como ranas sicalípticas; más que los ataques de pánico agudizados por las horas de encierro. Porque este mundo de gerentes, que gerencian a otros gerentes que gerencian lo ingerenciable, nos contaminó el sagrado territorio onírico.

Una noche de pena rubicunda, terminamos soñando un guión modelo, un guión 90﷓60﷓90, que desfilaba por las pasarelas de la alta escritura. Con voz de locutora, Mirtha con hache les hacía mover las cabezas a los productores, mientras el dueño del canal, fumando un habano, le daba palmaditas en la espalda al director del ciclo que se había enamorado de nuestra escritura, por haber tenido el tino de convocarnos para sacar el programa de sus lugares comunes. Y cuando el guión modelo llegaba al final de la pasarela y le hacía ojitos al actor protagónico, el director del ciclo nos regalaba, a mi amiga dragona y a mí, un ramo de flores que se elipsaba.

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