CONTRATAPA
› Por Héctor Cepol
¿Cómo no recordar con ternura aquel lirismo de los 14? Claro, de mis 14 allá lejos. Se despertaban tantas cosas, y las que dormían dormían tan plácidamente.
Yo, salvo que justamente me quedara dormido, tomaba el mismo 205 a la misma hora para ir a mi laburito de pinche. El bondi pasaba lleno y las caras se repetían. En uno de esos viajes, el de la mañana porque al mediodía y a la tarde no la vi nunca , en uno de esos viajes nos enamoramos. A primera vista. Y después a segunda, tercera... y siempre a la vista porque nunca le hablé.
Debía venir de lejos, venía siempre sentada, venía del lado izquierdo, el de los asientos dobles, y yo siempre parado y bamboleándome porque el bulevar Avellaneda entonces estaba empedrado y las piedras ondulaban. Una dulzura. Morocha, ojos grandes, mirada que demoraba un poquito en desviarse cuando nos cruzábamos.
La macana era el horario porque yo no podía seguir viaje y ella bajaba después. Pero empecé a tratar de acercarme lo que no era fácil apretujado. Para colmo, a veces se sentaba del lado de la ventanilla y ya no quedaba a tiro para inclinarme y decir, que se yo, algo. Pero el romance marchaba, y era solo cosa de tiempo.
Hasta que una de esas deliciosas mañanas, cuando el 205 tomaba el Túnel, y adentro y afuera del bondi todo se volvía más íntimo mientras no volvíamos a emerger hablo del viejo Túnel Escalada con vereditas en los costados para algún raro caminador y alguna bici , hasta que una maldita mañana, digo, nos cruzamos las miradas al entrar al Túnel, las mantuvimos unos segunditos y ahí las soltamos con la elegancia de un pas de deux para llevarlas hacia la ventanilla que para nosotros era como el paisaje bucólico de los enamorados.
Mejor no haberlo hecho. En la veredita y en la mitad del túnel, un croto cagaba de espaldas, a culo descubierto y en el momento culminante. No volvimos a mirarnos. En realidad, el bondi, el Túnel, el croto, todo fundió a negro. Y cuando volvió era otro bondi, otro Túnel, yo era otro y algo se quedó para siempre del otro lado.
Me escurrí entre la gente y gané el final cerca de la puerta. Y a partir de entonces, seguí viajando de pie en el 205 y colgado pero del otro lado, el de los asientos simples.
Bien, pero lo que quería comentar (porque si esto termina así van a creer que es un cuento y a mí el estrés postraumático casi que me dura), lo que yo digo es que ¡caray, cómo cambió todo! ¡Cómo se hace hoy para leer Romeo y Julieta? ¿Cómo entender a Margarita Gautier o al joven Werther? Se lo conté a mi nieto, y el muy delincuente puso cara de no creer en mi reacción, y se largó a reir.
¡Pero es que se destruyó todo! quise explicarle.
¡Andá, deja de joder!
¿Y vos qué hubieras hecho? le dije mosqueado.
Me la ganaba.
¿Qué?
Claro, me la ganaba.
¿Y qué le decías?
¡Uy pobre tipo! ¿Tendrá papel higiénico?
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