Lunes, 22 de junio de 2015 | Hoy
Por Víctor Maini
No se conseguían en kioscos. Las vendían en la librería de Furty. No venían en paquetes, sino en planchuelas. No servían para la arrimadita, el espejito o el chupe. Eran pegadas en cuadernos, nunca en álbumes.
Desconociendo el formato redondo, el rostro de los iluminados se presentaba en figuritas cuadradas con alguna referencia al dorso. Solía usarlas para formar equipos que jugaban un partido de fútbol imaginario contra un combinado de futbolistas repetidos de primera división. Si bien la base de Próceres Fútbol Club se encontraba en la primera junta, la delantera siempre formaba con Belgrano, San Martín y Castelli. Apoyado contra el zócalo, a un costado de la cancha de baldosas, Sarmiento dirigía el seleccionado nacional. El "Pata" Petrelli, era un chico grande, un vago para la mayoría de los adultos, un dolor de cabeza, un marginado. Desconocía por completo los nombres de los jugadores, su necesidad de jugar lo alejaba del espectáculo, lo condenaba a la actuación. Ignoraba si Saavedra atajaba mejor que el tano Roma. Culpaba a los entrenadores de su fracaso en distintos clubes importantes de la ciudad mediante disciplina, rutinas y entrenamientos, aunque nada decía sobre su incapacidad de calzar botines, de su opción por jugar descalzo. Un sábado inolvidable me permitió que lo acompañara hasta la canchita de La Fe, de Necochea y 27 de Febrero, lugar en donde varios equipos de distintos barrios jugaban torneos cortos por dinero.
En aquel descampado lo vi levantar vuelo. Con el balón atado con hilos invisibles a su empeine derecho corría velozmente esquivand patadas de rivales como si se trataran de cintazos de su padre o coscorrones de la maestra. Siempre al borde de la cancha, pegado a la raya de cal que marcaba el límite de lo permitido. Adentro era el loco, afuera el loquito. Adentro, el aplauso, afuera el olvido. Adentro el juez y el reglamento a favor, afuera periódicas visitas a distintas comisarías por portación de rostro. Sólo una delgada línea blanca separaba su cielo del infierno. Mi amigo no era el más aplaudido de aquel equipo, un tal Carlovich contaba con la adoración de los espectadores. Pasado el mediodía, se apearon desde un auto rojo dos personas que aparentaban ser policías. El delantero me tranquilizó, "son dirigentes de Central Córdoba, lo vienen a buscar al mejor de todos". Varios de los muchachos que habían jugado con él, hicieron cola en el Gabino Sosa para verlo jugar unas horas más tarde. En la fila para sacar las entradas, una sola pregunta decisiva, "¿Juega o no juega?". Parado en los tablones lo vi salir a la cancha con el pelo mojado, luciendo una camisa azul con un enorme cinco en la espalda. Parecía no estar cansado, no entrenaba para jugar, entrenaba jugando. Todo un estadio pidiendo que la pelota pasara por sus pies, para disfrutar con la creación, escaparse de la rutina, olvidarse de las penas por unos instantes, parar el tiempo con el dibujo del pintor sin manos. Volví a mi casa empachado de fútbol, bautizado en su esencia. "Llamarada" Ventura es de enfadarse fácilmente. Las otras noches llegó al boliche encendido en un nuevo enojo. "¡No puede ser, es una cosa de locos! No existe una imagen, ni una filmación, ni un puto video del Trinche, vos podés creer... Los pibes de hoy sólo creen en lo que ven. ¿Cómo les explico a mis hijos, el doble caño, el doble sombrero, los goles de volea, me querés decir?". Como de costumbre, intenté calmarlo. "Ninguno de los que estamos aquí vimos cruzar los Andes al Libertador, ni izar la bandera a don Manuel, pero nadie se atrevería a dudarlo. La tradición oral dispara imágenes más nítidas, más sentidas, une a las distintas generaciones, crea vínculos inalcanzables para la tecnología. A medida que los resultadistas sucumban en las heladas aguas de las estadísticas, los medios se subleven a los fines, las paredes del negocio se desplomen por falta de poesía, la leyenda colectiva será tan necesaria como los mismos sueños. Además, "Llama".., algún que otro material gráfico tiene que existir. ¿Por qué no te pegás una vuelta por lo de Furty y solicitás una planchuela de próceres? Seguro que la integra un tal Tomás Felipe con un comentario en el reverso de la figurita: "Cacique de la tribu de los charrúas, fiel exponente del auténtico fútbol rosarino."
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