CONTRATAPA
› Por Eugenio Previgliano
para la luminosa SEGB, agradeciendo
Qué puede haber en su piel si desde donde estoy digamos a unos cuatro metros de distancia apenas podría distinguir de entre sus lunares, los que son de mayor orden tamaño y color y jamás se me ocurre podría a esta distancia enorme a la que me encuentro, imaginar siquiera la textura que a la piel se ofrece en ese hombro que es lo único de su piel que veo ahora, a tres metros de distancia descubierto que sin embargo parece, rodeado de mármoles y luces caleidoscópicas como se encuentra, aflorar como si del mar surgiera no un islote parco lleno de alcaravanes sino la entera ínsula barataria, gobernada con sabiduría por el más leal de los escuderos dando al observador la vista de una tierra que, sin embargo, tal vez sea deseable a los que esta noche, a cuatro metros de distancia, no pueden ver sino la fértil soledad a la que están sometidos todos estos hombros.
Diríase que lo que haría falta es aproximarse, que lo necesario, que lo de buen tino, que lo que se sugeriría es, a todas luces, achicar los cuatro metros de distancia para hacer una observación bien puesta de esos anillos, de esas anfractuosidades, de esas cosas que se intuyen a cuatro metros de distancia y que están dibujadas como el destino sobre la piel de ella en una clave oculta de pecas, lunares y complejos dibujos y que desde donde yo estóy ahora, sin embargo, sólo se pueden imaginar, intuír o ignorar y en todas y cada una de las posibilidades siempre se trata de olvidar, negar, perder y desperdiciar una y todas las chances de seguir, según dice su piel lo que se cifra en el nombre.
Arréglate, aproximate,. calla, me dice una voz como de ángel financiero que sobrevuela fantasmalmente este edificio que alguna vez ha sido un banco. Acércate, piensa, dile y pregunta, insiste .
Yo sin embargo, yo que no creo en fantasmas, ángeles, hadas ni apariciones, dudo si aproximarme, si llamarle la atención, si intentar una aproximación , dudo si saludar, si guiar mi mirada hasta su hombro desnudo, si preguntarle por todas las veladas formas que sus lunares forman al signar el destino sobre su piel o aproximarme simplemente con una consolación privada que crezca y engorde hasta estallarnos entre las manos signando a todas y a cada columna de una triste zona adversa que nos reciba. ¿Una ilusión?
¿Será la sonrisa de ella la que nos reciba? ¿será esa tierna labilidad de la tierra lo que vuelve con ella cada vez que su contorno, fluído y luminoso, ilumina todo lo de alrededor? ¿Habrá una fuerza entera que nos alcance hasta aproximarnos, el destino melodioso, la alegría de verla cerca, la sonrisa de haber callado?
Amanece. Es una magia que sólo hace el tiempo. El clarear del alba nos llama y el corazón late fuerte. Su sonrisa, dormida, a mi lado, tienta, porque ya tengo indicio de las figuras que las pecas, las marcas, las anfractuosidades de la piel, sin embargo, puede ser que signen.
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