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Domingo, 17 de enero de 2016

CONTRATAPA › FOTOGRAFIANDO LA ZONA.

Entrevistas personales

 Por Adrián Abonizio

  • Me lo contó un conocido jugador de una liga de club donde se juega por los puntos pero lealmente. Día 12 de enero del 2016. 20 horas. En el vestuario, el tipo que llega sonriente, deja sus petates en el roperito y procede a cambiarse mientras le comenta a su compañero de equipo: "!Ja!, ¿viste lo que le pasó a Víctor Hugo Morales? !Lo echaron de la radio! Y...se va a tener que ir buscando otro laburito millonario mejor". El otro asiente y responde. "¿Te imaginás si le hacen una entrevista personal?. Profesión: kirchnerista converso con especialidad en adular". Ambos ríen. El vestuario es amplio y todo retumba demasiado. Luego en el partido, los dos salen lesionados: Uno con un codazo que el árbitro no vió y que deja a uno sin labio sano y el restante con una entrada profunda a la altura de la rodilla en un revoleo cerca del área. Ambos se van juntitos, sosteniéndose uno al otro sin bañarse siquiera, sin comprender siquiera cómo han sucedido estas cosas que antes no pasaban. "Che, se está jugando fuerte", dice uno con un hilo de voz. "Yo me voy a quejar", declama el otro.

  • Fue a una cuando jovencito. Era tal su perturbación por encontrarse sometido a la prueba que la misma, consistiendo en escribir su currículum a máquina de escribir, en triplicado -esto es con carbónico- se convirtió en un tobogán. Colocó las hojas al revés, de manera tal que al extraerlas no había copias, sólo la original. Entendiendo que aquella carta de presentación era la más pésima, huyó despacio sin saludar y llevándose la prueba de la infamia. Aún se deben estar preguntando en la empresa qué sucedió con aquel fantasma adolescente, flaco y tímido que se presentó al aviso para luego esfumarse en los corredores sin despedirse.

  • La entrevista sucedió en un primer piso, ruidoso y antiguo. Lo primero que le ladró la empleada que tenía cargo la entrevista era que había que prestar atención, llegar antes que todos y fundamentalmente saber hacer café. Tener limpio el piso. Le ordenó preparar uno pero él, sabiendo que perdía la chance laboral, fue hasta la cafetera y luego de servir un vasito se lo tomó despaciosamente para luego saludar. Era como haber contraído matrimonio con la bruja más horrorosa de nuestras pesadillas. "Muy rico, gracias". Y nunca más volvió.

  • "¿Serías capaz de matar?". La pregunta iba dirigida a ella, recién egresada de la Escuela de Suboficiales de Policía. Sabía que de ser necesario lo haría, pero le habían recomendado decir que no. Lo que ignoraba la jefa que la estaba semblanteando era que ella antes de entrar a la fuerza debía dos muertes, por "ahí". Y que de ser posible, con su nuevo cargo haría desaparecer a tiros a las personas que sabían del hecho. Asunto simple. Pero con cara angelical, hizo un mohín y negó con la cabeza. "Estas pibitas son muy blanditas todavía", se dijo la oficial Principal mientras le delegaba a la nueva una tarea menor y se apiadaba de ella.

  • Al tipo lo habían recogido en el interior de Córdoba durante una gira de músicos y se apiadaron de él. Uno lo sostuvo en su casa hasta que el mismo tipo empezó a buscarse albergue en una casa de día, pues según dijo en ese tiemnpo tenía una entrevista laboral importante. El tiempo pasó. Le hizo llegar al grupo que había alcanzado un puesto importante en sección ferrocarriles. Lo vieron un día pasando un lampazo con kerosene en un anden. Al reconocerlos los abrazó emocionado y apoyándose emocionado sobre el palo de limpiar sencillamente acoto: "!Vieron, vieron que con fe siempre se llega lejos!".

  • La entrevista era allí, donde rezaba el cartel de plástico. Le llamó la atención el sitio solemne pero en su profesión de entretenedor y payaso siempre pedían cosas extrañas a las que estaba acostumbrado. Una doctora que necesitaba sorprender a su hijita; un cirujano y su párvulo, un compañero de oficina en su día de cumpleaños. Así que no dudó ni un momento y toco el timbre. Apareció un gordito calvo, elegante que al mirarlo de arriba a abajo en su disfraz de león sólo atinó a levantar las manos y pedirle que no se iba resistir, que no disparara. El actor, embutido en una melena y una cabeza de felino sostenía un cetro que parecía aser un arma. Alguien, un gracioso anónimo le había dado ese sitio como entrevista laboral, ese lugar de venta de cereales en negro y lavado de billetes.

  • "Casi todas mis entrevistas con los jefes de los estudios terminaban igual. Tengo arruinadas las rodillas de tanto estar agachada debajo de los escritorios", confesaba despiadada consigo misma, penosamente Marylin Monroe poco tiempo antes de partir hacia un mundo más amable.

  • El había detectado que los patrones más condescendientes, excesivamente confiables resultaban quienes, a la larga, te acostaban con alguna actitud. Por eso, se mostraba serio y distante. No sabía si era una constante pero quería mantener la distancia para no defraudarse posteriormente. "Este es un mundo capitalista y todo lo que encuentres va a estar manchado con el sistema", le aconsejaba su tío anarquista. Cansado de las traiciones se dedicó a cosechar una huerta en el fondo junto a él y empezó a vender sus productos caminando la calle, sin entrevistas lamentables ni jefes mentirosos. "!Tenés un título!", le reclamaba el padre. "Sí, éste", le retrucaba señalándose el corazón. "El de humano". Su padre nunca entendió.

  • Es la historia de un músico de jazz extraordinario quien había batallado contra las empresas de discos. Cuando se vio en tinieblas, adicto y sin un cobre tuvo que recurrir a una entrevista con el mandamás de una disquera. Este lo atendió e hizo la pregunta fatal. "¿Puede usted demostrarme que toca bien?". El negro fue hasta al auto viejo, extrajo su saxo y estuvo tocando sin parar con arte y dolor durante horas hasta que la policía lo acalló. En la celda, los prisioneros le pedían autógrafos y el guardia le alcanzó el instrumento con la condición de que toque cuanto quiera pero bajito para que no se queje nadie.

  • "¿Cómo hago para que no se note que esta chica que tengo delante y a la que no puedo dejar de mirar y que puede ser mi hija me ha hecho volar la cabeza desde el mismo momento que atravesó esa puerta por la entrevista laboral y yo decidí de antemano darle el trabajo a ella, sólo a ella porque me gusta tanto tanto que sería capaz de matar por ella, tan perfecta con su camisa celeste y su cadenita en el cuello y su frescura y su condición de vestal para nada ampulosa, sólo la grandeza de su hermosura para que todo el mundo desconfíe que le daré el trabajo porque ella es ella, y es así, profunda, huele bien y no me importa un carajo si sabe laburar, o si sabe hablar o escribir con tal de tenerla cerca y morirme de amor cada mañana y lo más importante, tener una excusa para entrar a este trabajo infame donde todos estamos presos y la atracción, el hechizo, la corona, el halo de ilusión nos mantiene en vida en este mundo idiota con trabajos ídem?".

  • El productor sojero que había contratado al tipo para que ejerza la seguridad durante la muestra agraria en el publo aquel quedó muy satisfechho con lo desplegado por el muchachote morocho, correcto, eficaz. Lo citó en su oficina para pagarle y luego le deslizó una sugerencia de alguna tarea futura. "¿Además de cuidar los predios a qué se dedica?. Usted dígame lo que necesita y yo le digo cuánto vale", respondiole mirandolo fijo. El contratista sintió un frío en la espalda.
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