CONTRATAPA
› Por Beatriz Vignoli
En un universo hay dos billaristas que juegan un torneo eterno. Son como los duelistas de Conrad, o como los ajedrecistas de Borges. Ellos son Rojas y Pachman, reconcentrados en el paño verde del salón de billares El Nuevo Sol. Su universo es la novela Salón de billares, de Jorge Riestra. Allá se habrá ido él a tomar su primer café de ayer. Allá estará, madrugador moderado hasta para despedirse, mirando jugar a los seres que inventó. Riestra fue el primer novelista rosarino contemporáneo. Duele ese tiempo de verbo pasado. Caminó la ciudad que él nos enseñó a escribir, escuchando sus voces y sus modos de hablar.
Como Hemingway, como Juan Rulfo, Riestra escribía con el oído. Aprendí de sus libros que un novelista es una oreja que camina por una ciudad. Que se abre a las voces de sus bares, de sus billares y de sus boliches. Y entre una oreja y otra hay una cabeza que va tomando nota.
"Conseguite un empleo de medio tiempo", me dijo Riestra mientras cruzábamos una calle rosarina, como si fuera tan fácil todo aquello en la posdictadura. Las tardes de Riestra eran para escribir. Le dediqué un verso cómico: "salgo con una ristra de riestras en ristre". Más que nada le envidiaba que fuera hijo de las buenas épocas. Mis amigos no me facilitaban empleos de medio tiempo sino libros. Al fin lo que conseguí fue un ejemplar de Salón de billares y tiempo para leerlo.
Así fue como se me grabaron Rojas y Pachman en el inconsciente. Los situé en el linaje del cuadro Salón de billares de Van Gogh; los asocié con la saga cinematográfica de El audaz y El color del dinero. Y los olvidé, para volver a escribirlos. Dejé lo que hacía y me puse a tratar (como él, cada tarde) de escuchar y escribir esta puta ciudad.
Empecé por el cuadro, como un homenaje en clave. Terminé con una escena donde dos jugadores de pool comienzan un torneo eterno. Los textos fueron saliendo en este diario. Quizás él los haya leído. Si a aquella escena final no la hubiera cambiado de lugar en la versión de mi novela DAF que finalmente salió como libro, DAF sería una precuela de Salón de billares. DAF se editó en 2014 con tapa roja y Salón de billares se reeditó en 2015 con tapa verde. Su libro inauguró la colección Confingere de UNR Editora y el mío es el número 43 de la colección Buenos y breves del sello Bajo la Luna. En una carta de fines del siglo XIX, Van Gogh le describía a su hermano Theo su cuadro Salón de billares como un combate entre los rojos y los verdes. Los dos libros estaban juntos en mi biblioteca hasta hace unos días.
A mediados del simétrico año 2002, en un esfuerzo académico sin parangón, el número 2.0 de la Revista de Investigaciones y Estudios Literarios Rosarinos (RIEL) estuvo dedicado a la novela rosarina. La última pregunta de la encuesta que se publica al final es: "¿Cuál es la mejor novela rosarina que ha leído?" Y seis de entre los 25 autores entrevistados optamos por obras de Jorge Riestra. Sergio Gioacchini y Héctor Vázquez eligieron El opus. Fontanarrosa y yo coincidimos en Salón de billares. Roberto Retamoso y Eduardo D'Anna nombraron (entre otros) La historia del caballo de oros. "Sin él los demás no existiríamos como narradores rosarinos", señalaba D'Anna (haciéndose eco de una opinión consensuada, cuya primera formulación tengo entendido que la hizo Inés Santa Cruz, tendría que investigar dónde). Sin embargo, RIEL se ocupaba de DAF pero no de las novelas de Riestra.
Pese a su reconocimiento entre pares (y a haber ganado, con su novela El opus, un Premio Nacional de Literatura que le permitió convertirse en escritor de tiempo completo) Riestra recién a los 84 años habló por primera vez ante la Escuela de Letras de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario. El 1º de junio de 2011, en el marco de las Primeras Jornadas Académicas sobre Literatura de Rosario, subió no sin dificultad al estrado del salón de actos donde recordó que "apenas 62 años atrás, estaba escribiendo El Espantapájaros. Tenía 22 años y, con mucha garra, con mucha fuerza, trabajaba todas las tardes entre las tres de la tarde y las seis".
"No dejó de escribir nunca", dijo ayer Nicolás Manzi, editor de la colección Confingere, que reeditó por primera vez aquella opera prima casi secreta, publicada por Rodolfo Vinacua y cuyos ejemplares se perdieron en el incendio de la librería Ross. Dijo Manzi: "Cuando hicimos las Jornadas de Literatura de Rosario se dijo 'qué bueno que estaría que la Universidad edite la obra de Riestra'. A fines de 2014, Darío (Maiorana) me dijo 'avanzá con eso'. Y yo avancé. Hicimos el plan con Jorge y empezamos con El espantapájaros. Ahora estoy entrando en El opus. Ese libro y La historia del caballo de oros, cuando los leamos vamos a hablar de que no supimos valorar realmente su obra".
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