Domingo, 17 de abril de 2016 | Hoy
Por Javier Chiabrando
Nunca se sabrá con certeza si la frase "la realidad imita a la ficción" encierra alguna verdad o es parte del ingenio popular, arsenal para sobremesas o engatusar señoritas. Pero lo que sí es cierto es que realidad y ficción se retroalimentan.
Francois Mauriac decía que conocía el olor de cada una de las habitaciones de sus novelas porque el escritor "cava donde nació y vivió". El motivo de esta reflexión extemporánea es la aprobación de la señalización como Sitio de Memoria del bar Magnum donde en 1983 secuestraron a Cambiaso y a Pereira Rossi.
Y porque la realidad imita la ficción, o al revés, hace poco estuve trabajando sobre este tema en una novela inédita. Se llama Siempre es ahora y narra las desventuras de un personaje que, por motivos que no puedo contar, queda internado en una especie de manicomio cerca del Magnum. Entonces sucede lo de Cambiaso y Pereyra Rossi y la tendencia a lo estático del manicomio (el tiempo no pasa para los internos) pega un salto hacia adelante impulsado por el peligro circundante.
Recuerdo lo complejo que fue manipular los tiempos de tal forma que coincidieran, pero así es la ficción, acomoda los hechos tratando de que sigan siendo creíbles y útiles. El fragmento dice: "De haber seguido todo así, hubiera llegado un día en que una bandada de pajaritos cantando hubiera anunciado el fin de la noche de los buitres. Pero no. No sucedió así. Sucedió que mientras el tiempo pasaba, en un bar cerca de la clínica secuestraron a Cambiaso y Pereyra Rossi, que aparecieron muertos días después".
En general, la ficción mira la realidad con la perspectiva que da el paso del tiempo. De Malvinas, por ejemplo, recién ahora existe un corpus de libros que abordan el tema con una visión plural.
Pero a veces la realidad es sinónimo de urgencia y no hay tiempo para buscar perspectiva. El escritor mexicano Tryno Maldonado se fue a vivir a Ayotzinapa, donde desaparecieron cuarenta y tres estudiantes. Convivió con los familiares, con los amigos, y escribió un libro.
Un día posteó en las redes sociales algo así: México se desangra y los escritores mexicanos hablan del vacío existencial. Tryno le reclamaba a los artistas ocuparse del presente violento e injusto. Los escritores desacreditados seguramente le habrán respondido que tienen derecho a escribir sobre lo que se le da la gana. Y es verdad. Así como es lógico el reclamo de Tryno.
No hay que confundir eso con los libros de coyuntura que buscan vender durante el tiempo breve que dura, supongamos, un cambio de gobierno. Antes de las elecciones aparecieron una caterva de libros (la mayoría propaganda) que en este momento alguien se debe estar metiendo en el culo de tan inútiles que fueron.
Respecto de la frase de Mauriac, suelo escribir sobre los lugares donde viví, a veces con nombre y ubicación real, a veces travestidos (por ejemplo Carlos Pellegrini, donde nací, es Colonia Venezia en novelas y cuentos). A eso le llamo "ajusticiar los lugares donde se vivió", pasarlos por el tamiz del recuerdo, de las frustraciones, de la memoria, y ponerlo en caja, ajusticiarlo con la literatura ya que en la realidad es imposible.
Y no importa qué historia estoy contando. Siempre algún personaje viaja a Rosario. Nuevo ajusticiamiento (ficcional). En Caza Mayor hay un viejito vendedor de ropa que en realidad busca nazis en el interior del país. Pasa por Rosario y allí se da parte de la investigación y un curioso diálogo entre él y un mozo.
"-Si es ése (hablan de un patrullero), mi memoria lo había borrado.
-Por qué.
-Porque lo manejaba el Negro Canalla.
-¿Canalla es el apellido o un adjetivo?
-Es uno de la barra de Central. Así que no nos dirigimos la palabra.
-¿Y dónde lo encuentro?
El mozo lo miró como diciendo que cazar nazis estaba bien, pero cazar hinchas de Central era realmente peligroso."
En Siempre es ahora hay un personaje fanático de Newells que pasa frente a la cancha de Central y frena abrumado por la confesión que debe hacer a un amigo. Dice: "De pronto comprende que está frente al lugar que más aborrece en toda la ciudad.
-Querés creer que mi viejo era de Central -y golpea un puño en el volante".
Escribí Los hijos de Saturno mientras se debatía en el país el origen de los hijos adoptados de la dueña de Clarín. Y en esa novela, el personaje, Goya (un seudónimo) debe ir en busca de su pasado que incluye una relación con una mujer conocida como La Señora, dueña de un diario que adoptó dos chicos, etc. La realidad se había metido en la ficción como basura en el ojo.
La ficción no propone hipótesis sobre estos misterios y entuertos, pero a veces llega más profundamente que los CSI y a veces se queda en la superficie. Depende del escritor, de la coyuntura y del proyecto. En ese momento sentí que podía ponerme en el rol del justiciero que mete los dedos en la basura del mundo y saca algo en limpio. O que podía trascender el límite de la noticia y mostrarme cínico con el poder de turno y sus matufias.
Volvamos a la perspectiva que da el tiempo. Gunter Grass lamentaba que aún no existiera la gran novela sobre el muro de Berlín (quizá exista ahora, con estos alemanes nunca se sabe). Sacheri acaba de ganar un premio con una novela sobre el corralito. Perspectiva.
¿Qué dirá la ficción del futuro sobre esta época? Porque necesitaremos el aporte de la ficción para entender ciertas particularidades del hoy. Volver a ese tamiz que deja correr la hojarasca y detiene lo importante, el diamante que hace brillar rincones oscuros.
Intentemos adivinar algunos temas de la ficción del futuro para aportar luz sobre el hoy tan doloroso: la visión de los que intentarán hacernos ver que ser de derecha puede ser cool, la visión del desencanto de ambos bandos (el desencanto es un gran tema literario), la de la gente capaz de pensar sólo en sí mismo, la de los pasotas, la de los militantes que no militan, la del odio, la de la grieta.
Y al fin vendrá el tamiz final, quizá el más importante, el del lector, que leerá también según su ideología y etcétera. La ficción dirá. El lector decidirá. Mientras tanto, entre ese presente y ese futuro que debe ser contado, nosotros tratando de sobrevivir.
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