Martes, 15 de mayo de 2007 | Hoy
Por Víctor Zenobi
A Miguel Ferrero
"¿Dentro de cuántos siglos se seguirá reviviendo ésta nuestra escena sublime, en Estados que aún no han nacido y con lenguas aún desconocidas?
¿Cuántas veces sangrará César en ficción?
Por poco que uno se refiera a la tragedia y la tremenda influencia que tuvo en el contexto narrativo de occidente, no puede eludir el hecho de que ese concepto, el de tragedia, no es el mismo hacia el siglo XVII que el que sostenían los griegos o por lo menos el que sostiene Aristóteles en su poética. Kierkegaard ha estudiado minuciosamente el tema y logra establecer al respecto una escisión importante; tal vez semejante trabajo pudo llevarse a cabo porque dos siglos antes Shakespeare había desarrollado la tragedia moderna cuyo nudo trágico casi siempre se desprende del conflicto entre las operaciones del espíritu y la realidad, incluso lo sobrenatural. En ese sentido, cuando yo era chico escuché que Shakespeare y Cervantes trataban el mismo conflicto porque eran una misma persona. Como cualquiera que imagina su vida en las letras o en el borrador de una novela decidí corroborar esa versión. Jamás lo logré, pero recuperé afinidades electivas propicias a la época: la certidumbre de que Shakespeare hablaba español, la casi certeza de que había leído el Quijote, la recurrencia de nombres españoles en sus obras, Enrique IV que llama Juan Panza a Falstaff y la comedia perdida "Cardenio", que según sus biógrafos era un variación de la historia del Cardenio de Cervantes. Por supuesto, esa idea, la de una sola identidad, más allá de la semejanza o cercanía de temas, entre ambos autores, se acrecentaba porque la vida del inglés presenta aristas misteriosas cuando no bastante inexplicables. Al respecto, escritores probablemente interesados en ser recordados como tales o pendientes de su fama, no comprendieron el proceder de Shakespeare, que en el apogeo de su arte renunció a todo lo que le era habitual y se retiró dejando inédita parte de su obra sin justificación visible. Esta incomprensión banal parece incomprensible, ya que desestima que un hombre puede desdeñar la vanagloria del prestigio y el reconocimiento social. Pero, dejemos eso... hacia 1590 Shakespeare se encuentra en Londres trabajando de actor, corrigiendo piezas dramáticas de algunos amigos y discutiendo de teatro, de literatura, de política y de historia, que entonces como ahora, acudían solidariamente en recíproca ayuda. La proliferación de complejos personajes, el uso de un vocabulario vastísimo, diferentes entonaciones, diversidad de ambientes y los ingeniosos juegos de palabras sugieren una cultura derivada de la transmisión oral y hábitos propios de la conversación; incluso los anacronismos, quizá premeditados en la utilización de elementos cercanos a su público, aunque es más probable que se deban a copias tomadas al oído durante la representación.
Se había casado algunos años antes y tenía dos hijos; uno de los cuales Hamnet muere en 1596. El hecho, trágico sin duda, no lo devastó y al poco tiempo aparece "Hamlet, Príncipe de Dinamarca," en la cual su protagonista, como antes Odiseo y Eneas, habla con un fantasma familiar, en este caso su padre, anticipando un axioma de Descarte, quiero decir el universo de la duda. Siempre me ha parecido sugestivo que Shakespeare encarnase, de manera memorable según sus contemporáneos, la sombra del padre; alguna vez sentí que trasladaba allí una inversión que tendría que ver con la muerte de su hijo, no sé...tal vez es solo una divagación insensata... A partir de la palabra de un fantasma, (hoy diríamos de su fantasma), de la palabra de un muerto, Hamlet duda y comienza un peregrinar melancólico en el que intenta confirmar lo que le ha sido insinuado. Que su padre ha sido asesinado por su tío Claudio, quien para colmo, se ha casado con su madre. Es fácil inferir que a partir de allí, Hamlet duda de su madre (¿ignoraba o era cómplice?). Por supuesto el sentimiento de la duda va más allá, puesto que implica la duda existencial entre los vivos y los muertos, incluso más: ¿por qué debería ser verdad la palabra de un muerto? y si de antemano es así, tal como una creencia lo afirmaría, por qué entonces Hamlet, fingiéndose loco, se dedica a buscar una confirmación de esa supuesta certeza. Bueno, tal vez por el goce de atrapar el gesto de Claudio, (gesto develado de la perversidad) confirmando su crimen y aún más, mucho más, demasiado para esta nota... El mundo de Hamlet es un mundo ambiguo que parece desertar del bien, es un mundo trágico porque en él todo es simulación, actuación, representación, traición, que afecta con sus acciones a los más inocentes. Un mundo que hace posible la pregunta : To be or no to be, extrema vacilación, impronta inquietante y vívida de la duda que su poesía nos acerca, ya que la duda es una vivencia e incluso una afección propicia a la estructura del drama y es difícil imaginarla como un método o mecanismo intelectual. Hamlet es, pese a todo, un hombre afectado por los juegos del lenguaje pero para que este lenguaje sea eficaz debe expresarse por algo afectado más allá. Recordemos la famosa conversación entre Polonio y Hamlet en la escena dos del acto segundo. Polonio: ¿Qué estáis leyendo, señor? Hamlet: palabras, palabras, palabras... A veces compartimos con Hamlet o con Shakespeare que los gozos de la lengua o del arte devienen un consuelo que no nos basta. Por de pronto, para Hamlet y por lo que le conocemos casi nada le basta, máxime al encontrarse en la maraña siniestra y sórdida de su vida familiar; sus vacilaciones, la duda acerca de la venganza no resta la posibilidad de que Hamlet, buscando la certeza obsesiva de la culpa, se suicida, ya que hace saber al asesino de su padre que él sabe. Claudio sabe que Hamlet sabe y por consiguiente debe morir. El poder se asoma casi siempre en una pugna de saberes. La historia original de Hamlet o Amleth, que consta en Saxo Gramático, sufrió importantes modificaciones. Su argumento aparece glosado y simplificado en varias sagas islandesas y en la "Historias trágicas", de Balleforest que fueron traducidas al inglés. La era capitalista recién se iniciaba y la copia de textos conocidos no constituía el delito del plagio; al parecer tampoco se consideraban los derechos de autor, máxime para un género subalterno como el teatro. Por supuesto, las mínimas variaciones que Shakespeare operó marcan un desvío significante que impulsó el nacimiento de la conciencia moderna; tal vez nunca, con tan poco un hombre producía tanto. Logrado Hamlet, Shakespeare entra en plena posesión de su arte y se dispone a escribir sus obras maestras. Hamlet, partiendo de la aparición de un fantasma, proyectaba el tema de la venganza y de la duda; en Macbeth, a partir de las weird sisters, es decir las hermanas fatales o parcas de la mitología sajona, proyecta el tema de la ambición. Las parcas seducen el espíritu de Macbeth con augurios verdaderos y al mismo tiempo, engañosos, tal vez porque los hombres no estamos hecho para comprender lo fantástico o sobrenatural. Macbeth será thames de Cawdor y luego rey; sólo que para serlo deberá matar a su primo, el rey Duncan. Macbeth, como antes Hamlet, o cualquiera que emprenda una tarea siniestra, vacila: "este es un peldaño que debo subir o mi caída es cierta, pues representa un obstáculo en mi camino. Estrellas ocultad vuestros fulgores. No vea vuestra luz mi sombría y profunda ambición. Ciérrense ojos para no ver lo que quiere mi mano y sin embargo, cúmplase los que los ojos tendrían miedo de ver cuando llegue el momento de realizarse" Macbeth vacila... su mujer Belona, le recrimina "no ser el mismo hombre en su acción que en su deseo". En el transcurso de una noche terrible, Macbeth mata al rey Duncan que pernocta en su castillo, con los cuchillos de los chambelanes dormidos bajo el efecto de una droga, pero comete el error de no dejarlos en el lugar. Belona los retorna y mancha la ropa de los chambelanes con sangre del rey. "Mis manos están tan rojas como las vuestras, dice a su esposo, pero me avergonzaría tener el corazón tan blanco". Belona, cuyo "vientre no debe dar al mundo más que hijos varones", es mostrada desde su aparición en toda su terrible dimensión; es ella la que exige: "cambiadme de sexo y de los pies a la cabeza, llenadme y haced que me desborde de la más implacable crueldad". Es ella y toda ella la que colabora con las parcas dirigiendo la acción. A veces sentimos que sin ella, Macbeth no sería Macbeth, a pesar de que su perversión la arrastra a la locura. La intensidad de lo siniestro no decae y la atracción fascinante que ejerce el personaje es crucial. Tal vez anticipe ciertos recursos confirmados en el cine; Hitchcock pensaba que el logro del malvado salvaba la historia más trivial; pero dejemos eso...En plena locura, Belona intenta inútilmente lavar las manos ensangrentadas de su crimen, borrar de la memoria "el rostro dormido que se parece al de su padre", solo que "nunca pensó que el viejo tuviese tanta sangre". Progresivamente los augurios de las parcas, incluso los que parecían imposibles, se cumplen: Macbeth, engañado con la verdad, será "muerto por un hombre no nacido de mujer". Escribiendo este artículo me parece no recordar otro texto de tanta riqueza dramática y verbal que intensifique en nosotros, nuestra intimidad muchas veces, profunda y oscura, o el eterno sueño literario de producir un texto tan intenso y tan vívido como este. Sí, tal vez los escritores, que no se explican como Shakespeare abandonó todo en el apogeo de su arte, tengan algo de razón. Raramente hombre alguno tiene en tan poco su genio.
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