CONTRATAPA
› Por Oreste Brunetto
Convengamos: el musical encadenado brasuca, sí, esa ristra de pegadizos compases (llamado disco samba en la jerga de los disc jockeys) con el que usted sempiternamente se ha topado en toda fiesta amenizada por selectas grabaciones, hace rato lo menos cuarenta años que viene constituyéndose en el combo bailable más exitoso en el territorio nacional continental e islas del Atlántico sur. Sí, sí, hace un largo rato, desde principio de los rugientes sesenta, usted después de pepépepépepé escucha la voz del carioca Jorge Ben que entona por enésima vez: "¡Moro, num país tropical, abenτoado por Deus, e bonito por natureza...". Sí, reconozca estimado lector de sexo a elección: sea cual fuera la fiesta que haya pintado, y aunque el menú danzante no haya incluido opus alguna de Rodrigo, de Ráfaga o de los Pibes Chorros, o bien cualquiera de las animadas composiciones de los Wawancó o el Cuarteto Imperial, seguro que cuando ya se larga el cotillón, cuando ya la atmósfera comienza a desaforarse sin retorno, el disc jockey echa mano a los archiconocidos cuanto meneados eslabones brasileirus.
No hay zafe: esa sarta de simpáticos sambas (sí, es masculino: el samba) cuya punta de lanza la constituyen tres o cuatro que tuvo a bien componer el moreno nacido en Madureira, viene haciéndonos zangolotear sin solución de continuidad desde los albores de los sesenta. Tanto Moro..., como Mais que nada... como Filho maravilha y afines constituyen el más que previsible y poco imaginativo recurso de todo musicanimador patrio.
De La Quiaca a Ushuaia, el tipo te sacude el encadenado Shorshi Bein & asociados, y entonces gerentes y pinches, esposas y prometidas, marketing managers y porteros, bodybuilders y alfeñiques, como así también el alcalde y el villano bailan y se dan la mano al ritmo de esta chorrera de bocados rítmicos tan dulces como el agua. Se trate de una de una casta reunión de cumpleaños, o de una aún más casta fiesta de bodas de plata, o por el contrario, de una festichola con ribetes claramente orgiásticos como una graduación de secundarios o universitarios, no nos salvamos del omnipresente dosis de Moro.. y cía.. El trago largo de la entrada podrá contener más o menos vodka, se habrá optado por Bidú como en vez de Chunkcola. Pero Jorge Ben y su patota son innegociables.
Pues aunque sea un festejo empresario formal que luego deviene en semiinformal y/o su variante criolla, una de esas improvisadas excursiones a boites u otros piringundines impulsada por los más zarpaditos Mais que nada... y Ai!,ai! caramba!... nos estarán acechando para instarnos a salir a la pista y hacernos los vivos. Incluso cualquier pícara jornada de acoso y derribo a espaldas de pactos conyugales preexistentes, por voluntad y elección de los tramposos que con nocturnidad se involucran, que incluya un intermezzo danzabile luego de Dyango y Adamo y Aznavour, no podrán evitar el zarandeo mientras se escucha o que eu quero é sambar!....
Que este encadenadu siga imperando con fuerza de ley desde cuando cayó Frondizi es francamente llamativo en un país como el nuestro, tan alejado de todo anquilosamiento y por ende proclive al constante cambio en sus normas y leyes. Sí, desde que los militares derrocaron a don Arturo Frondizi cuando los pantalones bombilla dejaban paso a los pata de elefanteOxford fue que Jorge Duilio Ben Zabella Lima de Menezes tuvo a bien componer muy precozmente el par sambas que junto con otras serían auxilio y delicia de los disc jockeys que en el mundo han sido.
No contento con el dinheiro que le reportó el éxito de País tropical, agarró y te compuso Mais que nada, Filho maravilha y otro coqueto ramillete de pegadizos éxitos con los que siguió llenando su ya abultada faltriquera. Hasta la fecha, desde el gobierno de Guido, por lo menos dieciocho presidentes se han sentado en el sillón de Rivadavia, y sin embargo seguimos uncidos al edulcorado yugo de Obá, obá, obá...
Pues sí, muy señoras y señores míos, las tropicales melodías al son de las cuales ustedes tanto o más que un servidor se han sacudido con dudosa gracia, van en camino de convertirse en el himno a la alegría argentina de la postrera mitad del siglo pasado, y no vaya a ser que de, por lo menos, la primera década de la corriente centuria. Reconoced de una vez por todas que este continuado de compases ya cuarentones orla, sino todos, muchos pero muchios muchios de nuestros más caros recuerdos: que una noche en Sommer cuando usted logró arrancar o dejarse arrancar la promesa de una prueba de amor para bien de todos y mal de ninguno. Que un asalto donde, atiborrados de destornillador, nos arreglamos después de haber procedido a chapar escuchando a Adamo y Aznavour, pero siempre, pero siempre siempre después de haber pasado por las inevitables horcas caudinas, por el insoslayable brete de sambinhas, que vinieron a reemplazar a A chupeta (Mamá eu quero, mamá eu quero mamar!!...), a cuyo ritmo se meneaban frenéticamente tal como recuerdo como en sueños y con atmósfera de lanzaperfume y papel picado los desatados petiteros de mis tíos más jóvenes y mis primos mayores. Desde su aparición, País tropical, Mais que nada y Filho maravilha coparon la parada y se constituyeron en los imbatibles, inmarcesibles eslabones de esa ristra musical que envuelve valga repetir, cual grácil serpentina, muchos de nuestros más nostálgicos archivos.
Ponga a prueba esta aserción, déle, atrévase a desempolvar la sección adolescente de su álbum y comprobará que en cada fotografía donde se lo ve a usted enfundado en ceñida camisa de broderie color té, o bien luciendo un coqueto cuan laqueado peinado nido, pronunciando estropajosamente la palabra whisky, clavado que antes o después, tocado de un divertido bonete y soplando un asustasuegras, como ágil gamo, o como acrobática gacela, triscaba num pais tropical, abenτoado por Deus... En caso contrario usted es un monje benedictino, o una sierva del verbo encarnado. O abrazó muy pero muy precozmente ai!,ai!, caramba!, la fe hare krishna. Antes incluso que Dana, la musa del grupo Arcoiris, lo cual es mucho, pero muchio decir.
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