Dom 05.08.2007
rosario

CONTRATAPA

Tener la posibilidad de

› Por Luis Novaresio

Ser socialista hoy es pelear porque todos tengan igualdad de posibilidades

(Ricardo Lagos. Ex presidente de Chile)

Siento que tengo que escribir del día del niño. Porque me alegra, porque me trae buenos recuerdos, porque tengo ganas de buenos recuerdos. ¿Te acordás de la Plaza López, de la bici sin rueditas con total equilibrio pero con el problema de no saber doblar y montarte en todas las montañas de césped ante la mirada desesperada del dueño de la calesita? Sí, había calesita, música de fondo que atemperaba el motor de la rueda y había, sobre todo había, sortija. ¿Te acordás? Sortija. Posibilidad de ser feliz. Posibilidad. La niñez es la posibilidad de casi todo. Al menos en el tiempo. La virginidad de no tener casi nada decidido y ser espectador inconciente del futuro con todas las opciones.

Qué mal hecho que está todo, vos que jorobás con la sabiduría de la naturaleza y la de su creador. Uno debería poder darse cuenta que cuando no ha elegido nada, ni profesión, ni casa, ni lugar, ni pareja ni corte de pelo, cuando se es niño, es cuando más libre se es. Libre de tu propia decisión y libre del amaestramiento de la vida de todos los días, de la escuela y del prejuicio y sus circunstancias. Pero uno ni se entera. Uno es niño, libre químicamente puro, y apenas si cree que salir a la vereda, fingir fiebre el día de la prueba de matemática o usar ese abrigo con capa de Superman es el momento de decisión existencial. Está todo mal hecho, no me digas.

Me golpeo la vista y leo que un pibe más se muere de hambre en la Argentina. Duele por la muerte de alguien inocente. Por alguien que debería haber tenido todas las posibilidades. Al menos, la de comer. Y no. Duele porque quien lo escribe, yo mismo, quizá, pone en la noticia que muere un chico más. Uno, más. Y entonces el virus incurable de las estadísticas, ya fue inoculado. Englobar en cifras y porcentajes esconde la verdad de la individualidad.

No es cierto que hayan muerto diez indígenas del Chaco por falta de hambre, niños incluidos. La verdad es que ha muerto un hombre, con nombre, apellido, sangre propia, ojos y orejas únicas, esperanzas o cansancios propios, Y luego otro. Con otro nombre, apellido, con otra sangre, ojos y orejas, con distintas esperanzas y cansancios. Y luego otro. Y entonces, luego de cada historia, murieron diez. Pero no antes. Los culpables de esas muertes lavan su conciencia leyendo sólo un coeficiente estadístico y no mirando a la cara a cada uno de esos muertos. ¿Y ahora? ¿Buenos recuerdos de la niñez? Lo siento, no puedo otra cosa. Y lo que es peor, no quiero otra cosa. Porque si es cierto que algunos juegan con nosotros, como si fuéramos niños (¿será que a veces reaccionamos respecto de ellos como si lo fuéramos?) declamando a siniestra y cerrando por diestra que el cambio recién comienza en esta nueva etapa de aire puro con denuestos de rebuznos, actos forzados por la Pacha Mama mientras se muere gente de hambre, no se puede querer otra cosa.

Me siento en el cordón de la vereda, buscando el consuelo de los tontos, como dice la gran María Elena, y espero. Ahora se viene el día del niño. Cursi contingencia comercial que sin embargo defiendo. Y no te entiendo. Si te molesta el día del padre, la madre, el amigo, el tío, el del los amantes, los que se aman y los con cuernos, te juro que existe, ¿por qué no repudiás con idéntica fobia el día inventado por los que venden, antes primer domingo, ahora segundo, que ya a esa altura se ha cobrado el sueldo, el día de los críos? Arbitrariedad pura, te dije. Entonces no te entiendo pero te comprendo, me dijiste. Arbitrariedad para que celebra a los sopapos que los pibes tienen que tener derecho a tenerlo. Marca artificiosa en el calendario para que los miremos, nos detengamos sobre ellos y, quién te dice, hagamos algo que de no ser por esto, no hubiéramos hecho.

Y así, sentado, lo escucho a este pibe. Porque catorce años, casi quince, es todavía un pibe. Junto juguetes con los ex combatientes de Ayacucho 1477, me dice, para entregarles a los cuatrocientos o quinientos pibes del Remanso Valerio y de las Islas el último domingo de agosto. Porque antes no llegamos, me dice Brian, de casi quince. Y ¿por qué?, pienso. Y él me lee lo que siento. Porque era feo cuando íbamos corriendo con mis hermanitos a buscar juguetes que regalaban y ya no había más. Y esto pasaba no mucho antes que su casa se incendiara, él salvara de las llamas a su familia y despidiera para siempre a su hermano que tenía una enfermedad terminal. No es eso, loquito. No es ese por qué el que me nubla las ganas de seguir creyendo. Pienso que no hay respuesta a mi indignación, y a la tuya, ya lo sé, de saber que hay muchos Brian Escobar que mordieron la hiel de no tener posibilidades ni de un juguete. Y tantos más, como en el Chaco, que mueren de hambre. Y sigo preguntando por qué. El pibe, ese cristal distinto que es Brian, sigue pidiendo juguetes para que llevemos a Ayacucho 1477. Porque no hay posibilidades de detenerse en otra cosa. Por ahora.

¿El día del niño se incluye en la campaña política? Siempre hay un pibe alzado y besado como para mostrar que el candidato es sensible. ¿Y eso funciona? Será, me dijiste, porque todos, irremediablemente todos los que han ganado tienen foto con niño besado a pesar del llanto de esa pobre criatura. Viste todos estos días a los pibes sentados en los bancos de la Plaza San Martín, helados, usados para pedir más de un lado y usados para jugar a la pulseada del poder ineficiente por el otro. Pero eran pibes, no te olvides. ¿Los mayores? Lo de siempre. La consecuencia de haber abortado desde hace tanto las posibilidades parejas para todos.

Si pudiera pedir regalo para el domingo que viene, querría ver un auditorio íntegro de chicos a los que el que se postule al poder les tenga que hablar. No te entiendo. Y mirá que es sencillo. En cambio de actos televisados con precisiones cinematográficas en donde el dedo admonitorio cuadra ante tanta platea de sumisos por conveniencia, me imagino un teatro lleno de pibes, de los que van a la escuela, a los que haya que hablarles como parte de la campaña política. Sonará a regalo griego para los pibes pero teniendo en cuenta de que son ellos los que virginalmente tienen todas las posibilidades enfrente, casi es una obligación. ¿O es que no pueden entusiasmar y explicarles a los niños lo que van a hacer? ¿Tan poco simple es lo que tienen que ofrecer? ¿O suponen que un pibe no quiere que termine la desigualdad asesina que mata por hambre o por falta de posibilidades? ¿Probaron leer una composición de un chico de segundo grado? ¿No es acaso el reclamo esencial que todos esperamos de una sociedad digna?

Tener la posibilidad de. Por derecha o por izquierda. Pero en serio. En cualquier caso, que el próximo día del niño sea para eso.

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