Viernes, 29 de febrero de 2008 | Hoy
A 15 meses de la inundación del 29 de abril de 2003 se plantaron las cruces, cuando los nombres de los fallecidos eran más de 100. En el medio de la Plaza de Mayo se clavaron esas cruces entre muchas manos para que sea un permanente grito de No al Olvido. Cada una lleva un nombre, una historia, una familia atrás, un barrio que quedó bajo agua, un devenir trastocado porque ya no será más lo mismo de antes.
¿Es necesario decir que la "lista oficial" sigue denunciando solo 23 muertes?, mientras cada vez en la Plaza se gritan y se gritan más de 150 nombres de santafesinos que murieron, y que a su vez, y con tristeza, y lamentablemente, sigue creciendo (esa lista) porque la inundación no se fue con el agua, porque quedó en el cuerpo, en la cabeza, en el miedo, en la tristeza, en las paredes, en las pérdidas, en las fotos que ya no están, en los niños y en los adultos que no quieren tener que estar pensando hacia dónde correr cuando todo se moja...
Y, hace solo un año, a casi 4 años, la otra inundación profundizó las secuelas de la anterior y abrió otras heridas. Y la Plaza siguió siendo el lugar de resistencia y de pedido de justicia de unos por todos; y ¿porqué esos todos no pueden en su totalidad llegar a la Plaza?: porque el desconcierto, el encierro y el dolor es lo que les está pasando a miles y miles de personas hoy, todavía. Por eso, esos unos se plantan en la Plaza para hablar por todos, porque tomaron la posta de ese deber de memoria histórica que en la Argentina se viene llevando de Plaza en Plaza y de calle en calle desde hace un poquito más de 30 años.
El sábado pasado, a dos meses de los 5 años de la inundación de 2003 y a once meses de la de 2007 ambas previsibles, prevenibles, producto de la corrupción, la desidia y el abandono de los anteriores Gobiernos las cruces desaparecieron una vez más de la Plaza, pero fueron recuperadas y puestas nuevamente en su lugar, en el medio de Santa Fe para que todos las vean, para que nadie se olvide que llevan el nombre de muchos ciudadanos que ya no están, para mantener la antorcha encendida y la dignidad como derecho.
El deber de la memoria también es el deber de los descendientes y el de los que no sufrieron directamente la inundación, es el deber de todos como ciudadanos y tiene dos aspectos: el recuerdo y la vigilancia: "La vigilancia es la actualización del recuerdo" (en palabras de Marc Augé)," el esfuerzo por imaginar en el presente lo que podría semejarse al pasado, o mejor por recordar el pasado como un presente, volver a él para reencontrar en las banalidades de la mediocridad ordinaria la forma horrible de lo innombrable".
Mariana Rabaini
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