Jueves, 18 de diciembre de 2008 | Hoy
No existe fuerza política, ni militar, ni paramilitar que logre detener las decisiones de los pueblos cuando las mismas estan inexorablemente ligadas a la defensa de intereses, valores y convicciones muy fuertemente arraigadas.
"No se puede tapar el sol con las manos", diría un hombre común. "No hay mal que dure cien años", diría otro; o alguno más ilustrado agregaría: "Las dictaduras no ganan elecciones libres". Todas estas aseveraciones son lógicas y populares, pero fueron desoídas permanentemente el señor Eduardo J. López, ex mandamás de mi querido Ñuls.
Manifesté hace unos años en un canal de televisión local que el señor López no era un problema de Ñuls; sino que por el contrario constituía un serio problema y una vergüenza para la sociedad rosarina, y creo no haberme equivocado.
Este hombre todopoderoso, taciturno, monosilábico en su discurso, de apariencia cuasimafiosa, creyó que podía seguir haciendo de las suyas y continuar ejerciendo el poder en el club como lo había hecho con el clausurado bingo Montparnasse. Y se siguió equivocando, en primer lugar porque la década del noventa había concluido hace ya un tiempo y porque no advirtió que los valores predominantes en dicha época comenzaban a cambiar.
Y en Ñuls surgió un emergente que se fue consolidando; una importante oposición, en la cual no dudo en señalar a los jóvenes autoconvocados como su columna vertebral. Ojo, que a esta unidad opositora que ganó la calle tampoco la entendieron algunas autoridades políticas, y mucho menos el señor barbudo, que creyó en su dictadura perpetua y confió en seguir eliminando opositores, ya no por absurdas denuncias penales o querellas o por avales rechazados por sus caprichos, trabas, chicanas administrativas y judiciales, abogados y escribanos, controles estatales demasiado laxos. Pero, el domingo la decisión del leproso fue la de concurrir a las urnas y velar la victoria. Y se cerró la etapa más oscura y horrenda de la historia del club.
No dudo en señalar que el resultado fue festejado por importantes sectores de nuestra comunidad rosarina, en definitiva un canto a la vida. Recuperamos a Ñuls para la gente, y mandamos al baúl de los recuerdos a un personaje que se creyó superior, y en realidad la gente le demostró que era muy menor.
Gabriel Monserrat
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