Jueves, 18 de diciembre de 2008 | Hoy
PSICOLOGíA › LA HIJA DE JACQUES LACAN REFLEXIONA SOBRE EL CAMPO PSI EN ESTE SIGLO
Para la autora, los cambios del mundo, y los de la clínica, exigen cuestionarse. Y considera que no le compete a esta disciplina alimentar la nostalgia de los ideales antiguos ni la queja sobre el mundo, pero sí poner su reloj en hora.
Por Judith Miller*
«Es que a una verdad nueva, no es posible contentarse con darle su lugar, pues de lo que se trata es de tomar nuestro lugar en ella. Ella exige que uno se tome la molestia». Jacques Lacan, «La instancia de la letra en el inconciente» Escritos 1, p. 206
«Hay que adentrase en el campo social, en el campo institucional, y prepararnos para la mutación de la forma del psicoanálisis. Su verdad eterna, su real transhistórico no serán modificados por esta mutación. Por el contrario, se salvarán, si captamos la lógica de los tiempos modernos
Jacques-Alain Miller, Le neveu de Lacan, p. 124
El pasaje al siglo XXI, el 150 aniversario del nacimiento de Freud y el centenario del de Lacan condujeron a aquellos que inscriben su trabajo en el Campo Freudiano a interrogar cada vez más el lugar del psicoanálisis en el mundo, así como la función que le toca a un analista. El mundo cambia y este lugar es en efecto cuestionado en el país mismo en que Lacan ejerció y enseñó. Es decir en el país donde no sólo el filo de la invención freudiana fue salvaguardado por Lacan, sino también donde la doctrina analítica conoció avances tan notorios que recién hoy comenzamos a tener una medida de las consecuencias de la última enseñanza de Lacan, tanto en lo que respecta al Edipo como a los síntomas, para tomar sólo dos ejemplos entre muchos otros.
Seguramente los cambios del mundo, y con ellos los de la clínica, exigen interrogar el lugar que tiene allí el psicoanálisis y la función que le toca a un analista, sabiendo que desde el nacimiento del psicoanálisis este lugar debe defenderse y esta función delicada sostenerse. Hoy, lo son sin duda más que nunca. A través de los cambios, pocas cosas de la era victoriana han resistido que podamos encontrar en el mundo globalizado, donde lo propio se caracteriza por la ruptura que opera con los ideales y los valores tradicionales, de la familia especialmente, y una plétora correlativa de plus de gozar desechables, falsos objetos a, que ofrece al consumo público en el lugar de los ideales que se han vuelto obsoletos. No puedo más que remitirlos al sitio de la ELP a este respecto que publica los trabajos de nuestros colegas elucidando el "estado de la civilización" de manera metódica y rigurosa y sus repercusiones sobre la "cuestión psi".
Sin embargo Lacan no dejó de confiar en una "conferencia de prensa" de 1974, en el momento de "La tercera" (intervención suya en Roma), que a sus ojos la religión (la verdadera, es decir la romana) tenía todo lo necesario para triunfar más allá de las convulsiones que el planeta habría de conocer y los avatares de la civilización. (Un paréntesis aquí: ¿para cuando el ensayo de un psicoanalista consagrado al movimiento ecologista que se inquieta por los estragos destructores que amenazan a la Tierra y a los equilibrios naturales de su fauna y de sus climas?)
En 1974, Lacan sin embargo no invita al psicoanálisis a proponer otro sentido diferente del que la religión encuentra siempre para hacerlo abundar y mejor enmascarar lo real: todo sentido es religioso. El indica la brújula que especifica el psicoanálisis: orientarse por lo real que se desprende en efecto del psicoanálisis: lo que fracasa, lo insoportable que insiste. Tal es su singularidad y su razón de ser, a falta de lo cual estaría destinado a deteriorarse ¿Se trataría de condenarlo a una triste alternativa: el fracaso o la traición?
¿Cómo puede el psicoanálisis encontrar su lugar en el siglo XXI sin traicionarse y sin auto segregarse? Es estrecha, seguramente, la vía que supone que logre circunscribir siempre lo real y obtener por el mismo movimiento un saber hacer en su lugar. Lo imposible no es la impotencia. Es la ética del psicoanálisis lo que supera cualquier traición y franquea todos los obstáculos si se sostiene firme en el principio enunciado por Lacan "no ceder sobre su deseo". Si la puesta en marcha por cada uno de tal principio supone que la cura del sujeto haya sido conducida a su término, "habita ella a todo analizante que se aferra a la ocasión de servir a la causa del psicoanálisis, autorizándose a ser un practicante debidamente formado".
El porvenir del psicoanálisis se sostiene seguramente en la formación de los analistas. Nada sorprendente ni nuevo al decirlo, lo que es sorprendente y nuevo es la coyuntura en la cual este decir encuentra su efectividad. En este siglo XXI, la conferencia institucional de la ECF del 13 de septiembre de 2008 se da como tarea comenzar a encararla para desbrozar el terreno, incluso extraer las minas.
No le toca al psicoanálisis pasar por compromisos para existir en el mundo, especialmente del tipo promoción o aceptación de diplomas: está en su esencia misma el no ser pasible de diplomas. Su ejercicio implica que permanezca confidencial, el inconciente freudiano se constituye en una relación de palabra de orden privado.
Por el contrario, le toca al psicoanálisis salvaguardar el espacio de este orden cuando todo (la ideología de seguridad, la tecnología Internet, la política de la transparencia, la tecno-psi) trabaja para su disminución y para hacer olvidar a cada uno su soledad, su responsabilidad, incluso sus cogitaciones de ser hablante. En Francia, moviliza a los ciudadanos lúcidos un proyecto de decreto gubernamental que pone en jaque, en el nombre de su seguridad, a las libertades individuales. Tales decretos están en el aire de nuestros tiempos en nombre de la "transparencia" y de la trazabilidad que la ley del mercado ha promovido y que la globalización intenta aplicar a las personas, a condición de no ver en ellas más que a consumidores- productores.
Es por ello que iniciativas tales como los Forums psi y Le nouvel Âne se inscriben en la trama de la enseñanza de Lacan en el momento particular de la civilización que vivimos. Luego del Seminario XVII, hemos sido esclarecidos sobre el "reverso" del psicoanálisis: este término indica que discurso del amo y discurso del analista están hechos de la misma estofa, del mismo tejido. Ciertamente se oponen, uno masifica cuando el otro permite a cada sujeto, uno por uno, leer el inconciente del que es el producto. Y esta oposición dice la estrecha relación, desde su invención por Freud, entre la práctica del psicoanálisis y su época. A diferencia del discurso de la histérica que, persiguiendo la verdad, pone al desnudo el semblante sin poder hacer otra cosa que reforzarlo, el discurso analítico, no denuncia los semblantes pero sabe servirse de ellos sin enredarse allí.
Le corresponde, no obstante, al psicoanálisis determinar lo que es transmisible de la experiencia analítica y proseguir la elaboración, inaugurada por Freud y cristalizada en sus matemas por Lacan. De allí el tacto requerido en la exposición pública de esta experiencia privada. El testimonio del pase no sale de círculo restringido al cual se dirige, la publicación oral o escrita de un caso y su discusión responden a exigencias con las cuales se miden las apuestas de la inscripción del psicoanálisis en el mundo tal como va. A esta inscripción contribuye un amplio abanico que va desde las enseñanzas de los AE a las intervenciones públicas.
Si no le compete al psicoanálisis alimentar ni la nostalgia de los ideales antiguos ni la queja sobre la dureza del mundo tal como es, le compete poner sus relojes en hora. Primeramente examinando en qué contribuyó, si no es acaso al ascenso al cenit del objeto a, a la caída de los ideales, en qué sus éxitos mismos dieron pretexto a los ataques de aquellos que anhelan asesinarlo. Luego desinflando los argumentos inconsistentes en nombre de los cuales el cientismo pretende que está muerto y enterrado. Finalmente explicitando las condiciones en las cuales un analista puede sostener su función, sin renunciar a su laicisismo. Como sabemos, no hay psicoanálisis sin psicoanalistas y no hay psicoanalistas sin formación analítica y verificación de esta formación, que sólo una Escuela de psicoanálisis puede asegurar.
*Judith Miller es hija de Jacques Lacan casada con Jacques-Alain Miller. Fragmento extraído de la publicación Mediodicho, del Campo Freudiano. Traducción: Silvia Baudini. Gentileza EOL Rosario.
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