rosario

Jueves, 2 de julio de 2009

CORREO

Portación

¡Ay, viste la reina, el trajecito que se puso hoy, se quiere parecer a la Mirtha Legrand!... Siempre está viajando, ahora se va a Honduras... deja lo de la gripe y se va a Honduuuras... Pero qué querés, si no puede dirigir ni un centro de estudiantes ésta. Terminemos rápido la plenaria que me voy al Monumento al cacerolazo, me mandaron un mensajito... Ay, ¿me dejarías leerlo? Sí, claro: Cristina es como Evita, evita que comas, evita que viajes, evita... Nadie me lo contó, doy testimonio de que estuve presente de cuerpo entero, y las mujeres sabemos esto de estar de cuerpo presente, aunque no lo digamos. Lunes 29 de junio de 2009, Página/12, Crónica TV: "Ganó Michetti, segundo Pino Solanas" como "Ganó mujer de Alperovich", "Ganó esposa de Capitanich" o "Ganó mujer de Busti". En algunos, su certeza fue rebatida luego.

No soy peronista, y por definición no lo seré. Soy clasista, ahora bien, le hago el aguante a esta primera mujer argentina que está en semejante puesto, con semejante contexto. Lo complejo sólo se lee desde la complejidad.

Me parece vital para nuestra salud social repensar la ubicación que se le está dando en el silenciamiento a las mujeres como seres en sí, y no quiero escuchar, es que es más conocido su marido, no, estas elecciones mostraron que muy poca gente conocía más que un par de datos de la lista que votó, con afinidad de ideas sin lugar a dudas, porque a las ideas no se las puede compartimentalizar, tanto es así que el sentido que se le da a que la presidenta es mujer lo tiene silenciado tanto lo académico como lo popular.

Incluso he llegado a escuchar la paparruchada de: "Mirá que Cristina no es Rosa de Luxemburgo", sí, sí, como lo leen. En ese momento mi cuerpo se sintió agredido, con la soberbia que desparrama quien se cree más que otra persona, ya que su trayectoria de izquierda le permite decir cualquier cosa.

Ahí va: primero que no lo quiere ser, ya que es peronista y Rosa Luxemburgo no lo era, porque la presidenta tiene posturas políticas -ella, eh- sólidas, aunque no las compartas. Segundo, la historia que rodea a una y a la otra no tiene absolutamente nada que ver.

Por último, su soberbia. La de la presdienta, digo, pido que me lo desmienta alguna mujer que haya estado en la militancia política: cuando una mujer defiende sus posturas políticas con firmeza o es "una masculina" o es "una soberbia", siempre una descalificación nos ubica en el rol que esta cultura nos quiere ubicar. Lo político está entre los esposos de..., los amantes de..., nunca en las posturas políticas de mujeres, sólo somos portadoras de cuerpos.

Silvia Ciccone

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