Lunes, 7 de septiembre de 2009 | Hoy
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Cuando hacíamos esa interminable cola no podía dejar de imaginármelo a Borges a mi lado diciendo "¿Qué estupidez estás haciendo?", pero lo negaba, y me consolaba a mí mismo pensando que era "el partido del siglo". Dejen de engañarnos de una vez por todas: nos pegaron, nos robaron, pasamos 14 horas parados, bajo la lluvia, amontonados por policías que tenían la orden de no informarnos cuántas entradas venderían, por policías que llegaron 12 horas antes de que comenzara la venta de entradas, mientras que 50 horas antes ya había mas de tres mil personas. Y yo, que llegué al miércoles a las 3 de la tarde me quedé sin entradas, mojado, resfriado y con una impotencia interminable.
Maradona pidió 4000 entradas para repartir entre los jugadores, y con esta cifra ya se llena un 10 por ciento de la capacidad del estadio, sólo con "familiares y amigos" como el Diego dice. La barra brava de Newell's, mientras yo y otras 3000 personas esperábamos que fueran las 9 de la mañana para comprar nuestras entradas, llegó a las boleterías a las 4 de la madrugada y negoció amablemente con la policía, como para no sospechar que les dieron entradas.
A pesar del frío, la lluvia, la represión, a pesar de la gente que llegaba poco antes de que se pusieran en venta y se metía delante de todo con total impunidad, nosotros estábamos ahí, yo ya sin ilusiones, pero mirando todo, no tanto con odio, sino con impotencia. Llegó nuestra hora, la hora tan esperada, íbamos a sacar nuestra entrada y, cuando estábamos por pasar a las ventanillas llegó una orden; un policía gordito y bigotudo, (ingeniosamente llamado "mario bross" por los hinchas aburridos) tomó su altavoz, y con una risita perversa en la cara, dijo "se terminaron las entradas populares". Fue un segundo de silencio. La gente se llevó las manos a la cara, había llantos, tristeza, decepción. Pero una cosa hay que dejar en claro, los únicos que teníamos derecho a estar mal éramos los que con las piernas dormidas por la espera seguíamos parados, y no aquellos "ingeniosos" que llegaron horas antes de que se pusieran en venta. De todas formas, la mayoría de los que consiguieron ese polémico boleto fueron ellos, los vivos.
Ahora, por lo menos, sin mi ticket y en mi casa, puedo decirle a Borges que tenía razón, y que se quede tranquilo, porque ni yo, ni mis amigos, ni las familias que acamparon con buenas intenciones pretendíamos ir a ese partido, organizado por los principales entes de la corrupción, la A.F.A, la policía de Santa Fe y el Club Atlético Rosario Central. En esa obra de teatro, los espectadores sólo cuentan como billetes.
Fidel Maguna
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