Martes, 22 de septiembre de 2009 | Hoy
En estas jornadas de discusión por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual las tensiones son extremas, donde los ramalazos noventistas se adueñan de trascendentes franjas de la dirigencia partidaria y renunciando a sus principios fundacionales corren prestas a disposición de los grupos concentrados ayer en la Mesa de Enlace y hoy expresados en los multimedios. En el imaginario de Gerardo Morales y Cleto Cobos están borrados, por conveniencia del hoy, los actos de soberanía de don Arturo Illia; la dura confrontación de Alfonsín con las patronales agrarias y los multimedios. Ni hablar del martirio mediático de su correligionario Senador Laferriere. A su vez empresarios dirigentes adueñados de estructuras del PJ siguen en su toma y daca de años, en lo mercenario de hacer la política sin los principios de Scalabrini, Jauretche, Perón, Evita y nuestros mártires. Unen su coro para satisfacer la centimétrica de pantalla; un plato de lentejas a la mesa de los poderosos. La tensión es entre intereses y convicciones, dice Pablo Feldman en su nota dominical. La posición de Diputados y Senadores, en mandato y electos, que desde diversos grados de compromiso con la épica emancipatoria votan en positivo por convicción y principios partidarios el fondo de cuestiones como las nacionalizaciones, el ocaso de las AFJP y hoy la Ley de Medios, son una bocanada de sólido aire fresco hiriendo el oscuro vendaval que resiste todo cambio real. Y exterioriza la legitimidad de los nuevos tiempos que nos toca vivir en la reconstrucción del país arrasado. Mediación imprescindible, necesaria, con madurez e independencia de espacios en la estrategia de una oposición responsable. El pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes, dice la decimonónica Constitución. Las organizaciones sociales, gremiales, académicas, del campo intelectual, informativo, científico y artístico propusieron con sus voces desde 2004 los 21 puntos de la iniciativa ciudadana por una ley de radiodifusión para la democracia, plasmados hoy en la nueva ley; que a su vez se debatió masivamente en los 51 foros que recorrieron el país, y hoy en menor escala se sigue reproduciendo en aulas, pueblos y ciudades. Cinco intensos años inmediatos anteriores, que desconocen muchos legisladores argumentando que la historia escrita por sus representados empieza cuando ellos llegaron a su despacho. Veintiséis años de intentos reparadores al vestigio de los genocidas, desde los relatos peronistas, radicales, socialistas, e independientes son borrados de un plumazo con un reduccionismo berreta que proclama cooptación y compra venta escondiendo así su apostasía. Queda en carne viva, pero positivamente por la ineludible verdad que expone la tensión de la representación.
Horacio Baster
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