Viernes, 23 de octubre de 2009 | Hoy
Una de las imágenes más conmovedoras de las pintadas por Francisco de Goya, posee un sintético contenido, un perro ladrando en el vacío. Es posible que el célebre aragonés se sintiera así, ante el fracaso de la insurrección popular y la consolidación de la monarquía absoluta en su tierra ibérica.
La sensación de impotencia ante el vacío existencial, la vacuidad y sin sentido que nos ofrece el sistema imperante, puede hallar reflejo aun en esa pintura de comienzos del siglo XIX.
Pero es posible mediante la coordinación de acciones colectivas y solidarias pensar una resistencia a la mediocridad y el vacío, a la banal meritocracia con que nos chantajean día a día.
Es cada vez más evidente que no existe salvación alguna para individuos aislados.
Las crisis reales y las ficticias, motorizadas desde los macro y micropoderes para sembrar la destructiva incertidumbre que nos pone en vilo aguardando algo que no alcanzamos a discernir.
Sólo son espectros que agitan para perpetuar la dominación, el insano respeto a las jerarquías impuestas.
Es posible vivir de otro modo, encontrándonos con otras y otros hastiados como nosotros, con voluntad transformadora, en la búsqueda de sendas alternativas.
Una pedagogía de la esperanza, como decía Paulo Freire, para recuperar todas las voces y no delegar en los expertos lo que es tarea de todos, la emancipación humana.
Carlos A. Solero
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