Jueves, 18 de febrero de 2010 | Hoy
Hemos seguido en silencio, con humildad, pero a la vez con actitud atenta, seria y crítica los sucesos que han tenido lugar en la Diócesis de Neuquén, y que ahora, culminan con la designación de un coadjutor, el Obispo Virginio Bressanelli de Comodoro Rivadavia, para acompañar el fecundo ministerio del Obispo Melani, en esa región tan necesitada de solidaridad y justicia, que es la provincia de Neuquén. La atención muy especial con que hemos seguido, ese proceso, se debe a una profunda amistad que nos unió tanto al inolvidable Obispo De Nevares, como a nuestro antecesor, el querido Obispo Gattinoni, su compañero, en los terribles días de la dictadura cívico militar que padecimos junto a nuestro pueblo. A la vez se debe a más de 25 años de responsabilidad compartida, con ese santo varón que se llamó Jorge Novak de la diócesis de Quilmes, y después de su partida, con nuestro amado y respetado Obispo Melani, en el ámbito de nuestro Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos. Recuerdo a la vez, el costo que tuvo un ministerio semejante, de nuestro amigo, el Obispo Samuel Ruiz, de Chiapas, con la designación de coadjutores, como interpreta uno de nuestros periodistas, "para controlar" a los obispos titulares.
Entonces yo me pregunto muy francamente, si el Vaticano ha comprendido lo que para los latinoamericanos significa "la opción por los pobres", o desconoce lo que el Concilio Vaticano II y en nuestro continente, Medillín y Puebla nos han dejado como mensaje, herencia y mandato irrevocable.
No me compete, ni tengo en mis manos loes elementos necesarios para evaluar o juzgar todo lo ocurrido en Neuquén.
Pero quiero, a través de estas líneas, manifestar mi total solidaridad fraterna con mi amigo y hermano, el Obispo Melani, así como la seguridad de que estaremos siguiendo con ferviente oración, pero también con crítica, sensibilidad, lo que suceda de aquí en adelante en esa región de nuestro país. Porque lo que allí acontezca, nos dará la señal de, si las actuales autoridades jerárquicas de la Iglesia Católica Apostólica y Romana, tienen un verdadero compromiso ecuménico, y una auténtica y firme solidaridad con los pobres y (particularmente los pueblos originarios), de esta nuestra tierra ancha y ajena, o sencillamente han renunciado al precioso legado que nos dejara particularmente el inolvidable Juan XXIII, el Bueno, y quienes, sucediéndole, han sido fieles a su mensaje evangélico y transformador. Hoy el irreversible movimiento ecuménico? como lo calificó Juan Pablo II, se demuestra con los hechos, o solo seguirá corriendo como ?arroyo de agua fresca y renovadora?, pero al margen de muchas autoridades jerárquicas de nuestras diversas confesiones.
Federico J. Pagura
Obispo Emérito de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina.
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