CORREO
Domingo a la noche, visita inesperada de amigos del interior con intenciones de conocer Rosario. Una buena película y un paseo por el centro para ver vidrieras, luces, moda, novedades, se consideró una buena forma de iniciar el tour. Comenzamos a transitar la peatonal San Martín desde San Luis hacia la peatonal Córdoba. La suciedad nos dio vergüenza. La oscuridad de las calles, los negocios sin luces, enrejados hasta lo ridículo, cadenas y candados, puertas blindadas, persianas bajas, indudablemente sorprendieron enormemente a nuestros amigos turistas.
Y debemos reconocer que a nosotros, rosarinos de siempre, también. Hacía mucho que no "paseábamos" por el centro un domingo por la noche. "Una ciudad enrejada", dijo una de las amigas. Y "oscurecida" añadió el esposo. Y "amenazada", pensamos nosotros, por la delincuencia feroz, por el miedo lógico.
Creo que estos síntomas evidentes de la realidad que nos circunda, deberían servir para que las autoridades tomaran cartas en el asunto y reflexionaran si esta es la ciudad que pensaron al asumir. Observamos en nuestro entristecido regreso un pequeño detalle, en una esquina, personal de la policía municipal custodiaba la tristeza de una ciudad acongojada.
Edith Michelotti
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