Miércoles, 2 de junio de 2010 | Hoy
Veo con gran preocupación el aumento de los niveles de pobreza en Rosario. No solamente es fácil advertir en zonas marginales casas precarias, levantadas con chapas o maderas, también es común contemplar penosamente el cirujeo y los carros cargados de basura, que deambulan por diversos barrios exhibiendo la miseria más extrema que acompaña a muchos seres humanos hasta el fin de sus vidas.
Ningún funcionario de la ciudad podrá negar que la marginalidad social se ha extendido. Ya no hace falta recurrir a los números o porcentajes para darse cuenta de lo que ocurre. Está a la vista de todos, está entre todos nosotros. La inflación, los magros salarios, la desocupación, la informalidad, la desescolarización constituyen indicadores de la pobreza. Hay muchísimos sujetos que no pueden insertarse en el mercado laboral ni asistir a las escuelas, ante la indiferencia de una clase política que ha creado un clima hostil, de agresiones verbales constantes, de irrespetuosidad... por sobre las necesidades de numerosos individuos.
No se puede tapar el sol con la mano. Por más que hayan miradas esquivas, actitudes de indiferencia frente a una realidad que es incuestionable, la pobreza crece progresivamente. Caminar o circular por cualquier sector de la ciudad es encontrarse con personas revolviendo los desechos en la vía pública, es toparse con numerosos mendigos. Constituye la otra cara de una ciudad que recibe elogios de los turistas que la visitan.
Marcelo Malvestitti
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