rosario

Miércoles, 1 de diciembre de 2010

CORREO

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Violencias...



Violencia física que hiere, rompe, rasga, lacera el cuerpo. Cicatrices sobre cicatrices, marcas sobre marcas, dolores permanentes, fracturas, fragilidad acentuada, muerte.



Violencia psíquica que acreciente el miedo, el terror, la destitución subjetiva, la pérdida progresiva de aptitudes, de conocimientos adquiridos, de la misma realidad psíquica que se torna insoportable.



Violencia laboral que clausura posibilidades de ascensos, que iguala trabajo y responsabilidades pero diferencia sueldos, condiciones de trabajo, reconocimientos. Doble opresión por la precariedad de los convenios, la incertidumbre de conservar el puesto y el ser mujer



Violencia sexual que corrompe cuerpos de niñas y niños, que paraliza el desarrollo, que esteriliza adolescentes, que esclaviza, que imposibilita en un solo acto todo contacto futuro con otro cuerpo.



Violencia económica que no permite decidir sobre el ingreso propio de las mujeres, aunque sea el único aporte al hogar.



Violencia asimétrica que confronta fuerzas desiguales, hombres contra mujeres en una mayoría escandalosa, adultos contra menores y adolescentes, y también frente a los adultos mayores debilitados mental y orgánicamente.



Violencia mediática que propone estereotipos de mujeres como objetos, como productos de consumo, ridiculizando, satirizando, ironizando sobre la mujer en el contexto social.



Violencia política que invisibiliza, discrimina, destituye, relativiza, minimiza el aporte de las mujeres en la producción de gestiones que compongan espacios de construcción para afrontar las temáticas que generan malestares sociales y culturales.



Violencia que se activa por el reclamo encendido, por el pedido justo, por el derecho humano, por la solicitud de igualdad y equidad, por la lucha que vienen librando las mujeres desde hace años.



Más allá de la importancia de las declaraciones internacionales, de las leyes promulgadas, de la defensa de los derechos humanos, mueren más de doscientas mujeres por año en nuestro país víctimas de la violencia doméstica. La trata se provee de cuerpos más pequeños, el abuso de adultos sobre menores crece día a día.



Como también aumenta la opresión, el dolor, el sometimiento, la desaparición y la muerte de mujeres en todo el mundo.



Este es el desafío que tenemos por delante. El cambio que nos debemos como sociedad, el debate abierto, libre en el cual no se silencien las voces de cada mujer, de cada ser humano en su singularidad, desde cada espacio, reconociendo las diferencias como un valor enriquecedor para hallar soluciones a las problemáticas que nos afectan a todas y a todos.



Ps. Marisa G. Palacios

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